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Barcelona

El futuro del “procés” tras el 28-A

El resultado de las elecciones generales ha supuesto un vuelco en el equilibrio de fuerzas de los partidos independentistas. Con ERC ahora al frente, tanto Junqueras como Puigdemont afrontan las municipales de mayo como un primer asalto.

Carles Puigdemont y Oriol Junqueras / Efe
Carles Puigdemont y Oriol Junqueras / Efelarazon

El resultado de las elecciones generales ha supuesto un vuelco en el equilibrio de fuerzas de los partidos independentistas. Con ERC ahora al frente, tanto Junqueras como Puigdemont afrontan las municipales de mayo como un primer asalto.

Puigdemont: irrelevante en Moncloa

Cierre de filas. Ésta es la consigna en Junts per Catalunya tras las generales. La formación de Carles Puigdemont ganó a las encuestas que vaticinaban un sonoro revés, pero los resultados no son para grandes alegrías. Desde el domingo, Puigdemont y su portavoz, Joaquim Torra, son los únicos que han tomado la palabra. El resto, silencio.

JxC sabe que en esta legislatura son irrelevantes. No pueden bloquearla ni tampoco la investidura. No tienen decidido que harán en la investidura de Sánchez. Se refugiarán en un discurso duro exigiendo un referéndum con la mirada puesta en la sentencia al juicio del primero de Octubre. JxC levantará su voto negativo para intentar tener un cierto protagonismo. Su discurso, para maquillar los resultados, se centra en una afirmación: «Ha ganado el independentismo». Pero las generales en Cataluña las ha ganado ERC con 15 diputados, no JxC.

Las previsiones para el 26-M son malas y el malestar aumenta en sus filas. Dan «por malos los resultados en las municipales». Las generales han agudizado la crisis porque los de Puigdemont han perdido de forma estrepitosa en sus feudos –Vic, Sant Cugat, Reus, Valls, por ejemplo– y han retrocedido «de forma alarmante en la Cataluña interior, la base del poder municipal». En la tropa de Puigdemont han saltado las alarmas «sobre todo, en los alcaldes que ven peligrar su reelección». Estos alcaldes fueron, por activa o por pasiva, los artífices de que en el último Congreso del PDeCAT la vieja guardia fuera incapaz de oponerse al liderazgo del ex presidente fugado y «ahora ese liderazgo está en cuestión». «No opusieron resistencia para evitar un conflicto ante las municipales y ahora se ven arrastrados a una derrota de impredecibles consecuencias», apuntan conocedores del malestar interno. La incertidumbre es tal que los diputados electos están manteniendo reuniones discretas al margen de la autoridad del ex presidente.

Por eso, Puigdemont y los más fieles están agudizando sus críticas al Estado para poner en valor su candidatura para las europeas. Si fracasan en las municipales y no ganan a ERC en las europeas, «el run-run de un avance de las catalanas se antoja complicado, pero no imposible». Por eso, los planes de Puigdemont pasan por hacerse con el control definitivo del PDeCAT, eliminar, del todo, a los críticos y evitar que éstos tengan la tentación de exigirle en Waterloo responsabilidades. Quiere adelantarse y convocar un nuevo congreso del PDeCAT este verano, una especie de refundación que permita a sus fieles hacerse con el control del partido e incluso cambiarlo de nombre: todo apunta que será Junts per Catalunya, desaparecerá el PDeCAT y también la Crida per Catalunya. Con una nueva dirección, sin fisuras, tratará de aunar fuerzas ante una posible convocatoria electoral tras la sentencia del 1-O. Necesita aunar fuerzas porque tras las municipales, ERC puede ganar y alcanzar pactos con otras fuerzas que anulen, aún más, el poder municipal de la derecha catalana. Puigdemont está convencido de que ERC, aunque gane todos los comicios, no se atreverá a romper el Govern. Él y Torra tienen el botón nuclear de la convocatoria de elecciones en Cataluña y quiere reagrupar fuerzas por si fuera necesario pulsarlo.

Junqueras: sin líneas rojas a Sánchez

Los republicanos jamás habían ganado unas elecciones generales. Han quedado en primer lugar y han doblegado a su máximo rival: «Ha ganado el sentido común frente a la extravagancia», apuntan en clara referencia a JxC. Están satisfechos con el resultado porque «ha ganado una España roja y una Cataluña amarilla» y ahora mantienen la prudencia, porque «hay que esperar al 26-M», aunque mantienen su discurso de «negociación, consulta a la ciudadanía –sin esconder su deseo de autodeterminación– y anulación de la sentencia» o, en su defecto, absolución.

En las últimas horas los republicanos han puesto sobre la mesa una especie de «ley de amnistía» que anule los juicios a los líderes independentistas. La propuesta no ha sido concretada ni por el líder en el Congreso, Gabriel Rufián, ni por Sergi Sabrià, el hombre fuerte de la ejecutiva republicana. Lo han planteado como un mensaje directo a Pedro Sánchez. Ha sido la única estridencia en su discurso de prudencia. Están dispuestos a dar tiempo a Pedro Sánchez hasta después de las municipales: «Como los socialistas, nosotros estamos preparando los próximos comicios. Hablaremos, seguro, pero después del 26-M», afirman fuentes conocedoras de la estrategia del partido.

Las decisiones todavía no se han tomado porque «hay tiempo», pero están moviendo piezas. Este fin de semana dirigentes del partido se reunirán en Soto del Real con Oriol Junqueras «para analizar la situación y ver que estrategia seguir». Tienen que dilucidar dos interrogantes inmediatos. El primero, si se avienen a negociar con el PSOE la Mesa del Congreso. Sus votos no son determinantes pero «sí son importantes». De momento, ERC no ha sido convocada. Ni por Sánchez, ni por el Grupo Parlamentario socialista. «Si nos llaman iremos», afirman fuentes de los republicanos.

El segundo interrogante es definir cual será la posición de ERC en el pleno de investidura. Gabriel Rufián ya ha dicho en diversas ocasiones que «no pondrán líneas rojas», por lo que dejarán que Sánchez configure su gobierno. Y cuando haya gobierno será cuando los republicanos vuelvan a poner sus reivindicaciones sobre la mesa. Sin embargo, un nubarrón se cierne sobre su estrategia: un posible adelanto electoral en Cataluña. En el mundo republicano están convencidos de que «Torra quiere dejar de ser presidente, ahora mismo», lo que dificulta la estrategia de Puigdemont. Aunque son taxativos al afirmar que «no podemos seguir con un gobierno inoperante», no tienen intención de mover ninguna pieza y están «a la espera de acontecimientos, porque el mundo de la derecha independentista se mueve». De momento, los republicanos velan sus armas. Las elecciones de mayo serán determinantes, aunque «no pasará nada hasta la sentencia».

El tercero, y último, de los interrogantes inmediatos es definir la estrategia de ERC tras las municipales dónde los republicanos esperan dar «también un vuelco electoral, aunque debemos ser prudentes». Los resultados de abril dan a los republicanos casi la única voz independentista en el área metropolitana de Barcelona y han logrado una amplia victoria en la Cataluña interior, feudo convergente desde la Transición. El binomio PSC-ERC/ ERC-PSC se consolida como la opción preferida en las grandes y medianas ciudades, abriendo la posibilidad de pactos que rompan los bloques. ERC se negó a secundar la iniciativa de la ANC en la que se exigía pactos sólo entre fuerzas independentistas. ERC, desde su posición de fuerza, puede elegir: desde el PSC a los Comunes, y también a JxC, cuando convenga.