El desafío independentista
El Govern, tras la bilateral: «Están en nuestras manos»
Puigdemont ordena elevar la presión a Sánchez en el Congreso
La comisión bilateral entre el Gobierno de la nación y la Generalitat de Cataluña fue un rotundo fracaso que dio aún más alas a los separatistas. Puigdemont ordena elevar la presión a Sánchez en el Congreso.
La comisión bilateral entre el Gobierno de la nación y la Generalitat de Cataluña fue un rotundo fracaso que dio aún más alas a los separatistas. Así se lo hicieron llegar los dos representantes cualificados en la reunión por parte del Govern, Ernest Maragall y Elsa Artadi, al presidente catalán, Joaquim Torra, quien horas después viajaba a Bruselas para despachar directamente con el fugitivo Carles Puigdemont. Según fuentes de su entorno, el ex jefe prófugo sigue manejando todos los hilos y desde su cuartel general en Waterloo, una lujosa y enormemente cara mansión desde la que ha instalado lo que él denomina «La Casa de la República catalana», ha dado las órdenes pertinentes, todas ellas encaminadas a succionar, aprovechar al máximo, la debilidad de Pedro Sánchez. «Hay que ponerle contra las cuerdas». Éste es el mensaje claro de Puigdemont a su núcleo duro en Barcelona y Madrid, que Torra está dispuesto a cumplir a rajatabla.
Según las mismas fuentes, la hoja de ruta soberanista pasa ahora por varios frentes: uno, respuesta clara al frágil mensaje de la ministra Meritxell Batet ofreciendo votar un nuevo Estatut. «Cualquier consulta debe votar independencia y república», dicen sin dudarlo los independentistas. Éste es uno de los peligros que ya le avisó el líder del PP, Pablo Casado, al presidente del Gobierno en su encuentro del pasado jueves en La Moncloa. «Quieren disfrazar el referéndum», admiten en los partidos constitucionalistas temerosos de la gran debilidad y cesiones de Pedro Sánchez. Toda consulta, solapada bajo un discurso autonomista, encubre las exigencias de autodeterminación. En esto, hasta los letrados del Parlament catalán, han sido muy contundentes.
El segundo frente es, tras los actos del próximo día 17 de agosto, dónde pretenden hacer un auténtico boicot a la presencia del Rey Felipe VI en la memoria a los atentados terroristas del pasado año, movilizar una Diada sin precedentes del 11 de septiembre. «Esta es la nuestra», dicen lo dirigentes independentistas ante lo que esperan, y así lo están ya planificando, una Diada del «Onze de septembre» histórica. Movilizar la calle al máximo, excitar el sentimiento nacional y, sobre todo, el odio a España, son las consignas de Puigdemont, que Quim Torra cumplirá al pie de la letra. De ahí su discurso complaciente con los radicales de las CUP, a los que invita como socio, con la boca pequeña, a que le aprueben los presupuestos del Govern. Algo a lo que el portavoz de los radicales antisistema, Carles Riera, ya se ha opuesto mientras haya en diálogo con el Gobierno de Madrid.
El tercer frente, tal como ya avanzó este periódico, es la convocatoria electoral en otoño coincidiendo con el juicio oral del «procés» ante el Tribunal Supremo. Una ocasión que en el mundo independentista ven como «de oro» para liderar su victimismo y aumentar su calado de votos. Con un PDeCAT completamente roto, y un grupo parlamentario en el Congreso ya en manos dela radical Míriam Nogueras, en detrimento del histórico Carles Campuzano, ya en baja total, los planes de Puigdemont pasan por apretar cada día más las tuercas al Gobierno de Pedro Sánchez. En el entorno de Maragall y Artadi, no ahorran piropos hacia la ministra Mertixell Batet y la delegada del gobierno en Cataluña, Teresa Cunillera: «Están en nuestras manos», llega a decir un estrecho colaborador de Maragall, hermano de quien fuera presidente de la Generalitat, alcalde de Barcelona y hoy en postulados de extremismo separatista.
Los planes de Puigdemont, quien realmente marca la estrategia, chocan con los de su socio en el Govern, Esquerra Republicana, mucho más pragmática, partidaria de un pacto legislativo con los Comunes y el PSC para sacar adelante los presupuestos y no adelantar elecciones. El enfrentamiento entre el vicepresidente del Govern y conseller de Economía, el republicano Pere Aragonés, y la llamada «zarina» de Puigdemont, Elsa Artadi, es total a este respecto. Testigos presenciales pudieron comprobarlo la pasada semana, durante la reunión de la Mesa del Parlament, en la que ambos tuvieron una dura discusión en la que hubo de terciar hasta el presidente de la Cámara autonómica, Roger Torrent. El vicepresidente había acudido a esa reunión, precisamente, para debatir los apoyos posibles al proyecto de presupuestos la Generalitat.
Así las cosas, el bloque independentista se divide entre la radicalidad latente de Puigdemont y sus lebreles, capitaneados por Torra, Maragall y Artadi, la profunda división con ERC, que aviva un debate agrio, y la agitación cada vez mayor de la CUP. Todo ello con dos fechas significativas y propicias para su propaganda: el diecisiete de agosto y el once de septiembre. Dos altavoces importantes para el independentismo con un catalejo hacia Madrid: «Sánchez es un líder con alfileres». De momento, todos colocados. El president Torra ha nombrado nuevos cargos a los fugitivos Mertixell Serret y Luis Puig con suculentos sueldos. Un auténtico escándalo que amenaza también con la oposición de la CUP, lo que calienta aún más el otoño catalán. En los partidos constitucionalistas cunde la tesis de un adelanto electoral y que la prometida consulta de Pedro Sánchez para votar un nuevo Estatut es «flor de un día».
El anuncio de Sánchez de que no acometerá nunca más «una vía judicial» para Cataluña, ha causado enorme indignación en el PP, toda vez que el líder del PSOE apoyó a Mariano Rajoy en la aplicación del 155. «Ahora se arrodilla ante los separatistas», dice la nueva portavoz popular en el Congreso, Dolors Montserrat, a quien nadie puede negar su estirpe y pedigrí catalán. Aunque desde Waterloo les moleste.
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