Cataluña

El infierno del Sant Andreu tras el 1-O: «Mi hijo se ha sentido marginado y humillado»

Bartolomé Barba, coordinador en Cataluña de la Asociación Española de Guardias Civiles (AEGC), confirma que no sólo hay hijos de guardias civiles afectados –«la cuestión es que estás con ellos o contra ellos»

Paqui Luque, cuyo hijo ha estado en tratamiento psicológico por lo vivido en el instituto El Palau de Sant Andreu de la Barca, posa delante del centro en Barcelona
Paqui Luque, cuyo hijo ha estado en tratamiento psicológico por lo vivido en el instituto El Palau de Sant Andreu de la Barca, posa delante del centro en Barcelonalarazon

La denuncia de Paqui Luque ante las cámaras por el acoso virulento a hijos de guardias civiles tuvo duras consecuencias para su propio hijo.

El 1 de octubre de 2017, el hijo de Paqui Luque, de 14 años, sacó tiempo para jugar con la «Play» y relajarse de su rutinaria vida estudiantil en el instituto El Palau de Sant Andreu de la Barca de Barcelona. Al día siguiente, la madre recibió una llamada del chaval a media mañana para contarle que «les habían sacado al patio para manifestarse contra la Guardia Civil por los palos que dio ayer». Ella recuerda que el chico le preguntó «qué había pasado y qué había hecho la Guardia Civil». Paqui fue de inmediato «a sacarle del centro» y habló con el director «para pedirle explicaciones», pero «eran todo evasivas». Asegura que vio «cómo sacaban a los alumnos al patio a protestar» y añade que «había niños que decidieron quedarse dentro y un profesor de guardia fue clase por clase y les dijo que tenían que ir al patio. Les obligaron a salir a todos».

Después de lo sucedido y del acoso especialmente virulento con los hijos de guardias civiles, «estos niños se manifestaron en apoyo a sus compañeros en la puerta del instituto una mañana», y Paqui Luque estuvo allí con ellos, pero además hizo pública su denuncia en los medios de comunicación para pedir que «dejaran la política al margen de los centros educativos».

Fue a partir de ese momento cuando «nos dijeron que paráramos, pero cuando ellos eran parte del problema les tendimos la mano y lo rechazaron». Luque lamenta que en el instituto «no han querido dialogar, porque se podía haber solucionado con una charla entre padres y profesores pero no quisieron».

Tras aquel agitado primer trimestre «la cosa parece que se ha calmado bastante, pero mi hijo se ha sentido marginado y humillado durante ese tiempo, y que viva eso en su centro educativo, donde va cada día a estudiar, a un niño le afecta». Afirma que «el trato hacia él de algunos profesores ya no fue el mismo» cuando la vieron a ella «ante las cámaras». «Me lo han echado de clase sin motivo, le han chillado y le han faltado al respeto sin motivo». El chico respondió con entereza: «Sé que lo estás haciendo por mi bien, haz lo que tengas que hacer, que yo aguanto», quiso animar a su madre, pero el trance le costó recibir asistencia psicológica durante varios meses.

Bartolomé Barba, coordinador en Cataluña de la Asociación Española de Guardias Civiles (AEGC) y padre de dos de los nueve menores cuyas familias han presentado denuncia, confirma que no sólo hay hijos de guardias civiles afectados –«la cuestión es que estás con ellos o contra ellos»– y comparte la inquietud por las secuelas psicológicas. «Los chavales están preocupados, sus padres están denunciando a sus maestros y eso les supone una losa de presión», además de «fundadas sospechas» acerca de las calificaciones que puedan recibir este curso. Ninguno se ha cambiado de centro, pero «sí algunos profesores». Barba cree que «podían haberlo hecho el día después [del 1-O]; podían haberse quedado en casa y no venir a acosar a menores».