PP
Casado se juega su futuro en 44 provincias el 10-N
El PP tiene cerrada su estrategia para el 10-N. Casado se juega su futuro en las 44 circunscripciones electorales en las que perdió escaños entre 2015 y el 28 de abril
El PP tiene cerrada su estrategia para el 10-N. Casado se juega su futuro en las 44 circunscripciones electorales en las que perdió escaños entre 2015 y el 28 de abril.
El mapa de las provincias en las que el centro derecha se juega su futuro el 10-N está ya dibujado. Al PP le basta con tomar como referencia los resultados de las generales de 2015 y compararlos con los de abril. La clave está en las provincias en las que perdieron escaños entre una elección y otra porque en ellas se decidirá el futuro de Pablo Casado y de la fortaleza de la alternativa de derechas frente a un nuevo Gobierno de Pedro Sánchez. En 2015 el PP llegó a los 119 escaños. Ahora tiene 66.
En las generales de abril el voto de Vox fue el más útil para el PSOE. En más de una treintena de circunscripciones, como ahora vuelven a echar cuentas los estrategas electorales, recibió más de 689.000 votos, y no obtuvo ningún escaño. En tantas otras, el efecto fue que reforzó la victoria del PSOE porque lo que hizo fue quitarle el escaño al PP. Aquella teoría del 1+1+1 fue un buen eslogan para combatir el del voto útil, pero las urnas confirmaron que no era más que propaganda.
Ante la nueva campaña se escucha decir dentro del PP que en estas elecciones no tienen que competir con Vox y que el objetivo está «en el centro» para aprovechar la baja fidelidad del votante de Ciudadanos, según reflejan las encuestas a día de hoy. Morder la manzana de Albert Rivera es el objetivo del PP y del PSOE, pero los que están en el análisis de provincia por provincia avisan de que «hace falta neutralizar» también a Vox si quieren cambiar de manera sustancial el resultado de los comicios de abril. El mapa de prioridades refleja que la disyuntiva entre competir con Ciudadanos y con Vox sigue estando ahí, aunque desde la dirección popular hayan marcado esta vez, oficialmente al menos, a la formación naranja como prioridad y argumenten que la pelea ya no está con Vox porque el partido de Santiago Abascal tocó su techo electoral en abril.
Aun siendo así, los analistas de las «tripas» de las encuestas sostienen que el electorado de Vox tiene entre sus características una alta fidelidad, «son como un ejército», por lo que llaman a poner en reserva la tesis que dice que el día de las urnas se desangrarán. Todo está por modelar. Por ejemplo, a día de hoy hay una cifra altísima de españoles que asegura que no irá a votar, pero los expertos en demoscopia también niegan que esto vaya a confirmarse en las urnas. Y aseguran, asimismo, que la situación es tan inédita que el partido electoral está absolutamente abierto. «Puede salirle bien a Sánchez o no. Esa seguridad que airean desde el Gobierno es pose. Todo ha sido un proceso de disimulos y aquí hay partido. Adelantar lo que puede pasar con tanto tiempo y sin patrón con el que comparar es casi jugar a los dados. Puede que Sánchez no tuviera otra opción de gobierno estable, pero las elecciones le pueden ir bien o mal. No hay nada hecho».
La guerra sangrienta entre PSOE y Unidas Podemos es otra variable desestabilizadora de los pronósticos. Es imposible prever cómo puede ser canalizada en el electorado de izquierdas. La agresividad de Pedro Sánchez contra Pablo Iglesias la atribuyen en la formación morada a que las encuestas no les dan bien. Las suyas, previas a la defunción de la Legislatura con el final de la ronda de consultas del Rey, apuntaban «hacia arriba», esto dicen ellos Y para el partido de Iglesias el tono de «barra de bar» con el que Sánchez arremetió contra su líder en la entrevista que, la pasada semana, le hizo Antonio García Ferreras en La Sexta es consecuencia de que «está preocupado porque las encuestas no van como quiere». A esto también atribuyen el hecho de que desde los satélites de La Moncloa se dé aire a Íñigo Errejón. Una tercera fuerza en la izquierda en la competencia por el voto haría daño a Iglesias, pero también a Sánchez. Aunque en los cálculos socialistas lo que más importa es estrangular al máximo el liderazgo del candidato de Podemos. Arrebatarle argumentos de izquierda y desacreditarle ya han sido dos objetivos que han estado moviendo los hilos de la táctica socialista desde abril. Y el arranque de la campaña confirma que el PSOE confía en darle la puntilla final el 10-N. Que el plan salga bien depende de cómo administre el votante de Unidas Podemos los empujones, ya sin ningún miramiento, contra su líder para sacarle del tablero de juego.
En cada cuartel general hacen sumas y restas de votos sobre tres variables que coinciden en considerar determinantes. La responsabilidad de que haya otras elecciones en noviembre, la participación y la evolución de la fragmentación del centro derecha. Para los partidos del bloque de derechas es decisivo que sean capaces de escapar de la trampa del discurso de Moncloa, que pregonan también desde todos sus altavoces afines, sobre que la responsabilidad es «de los políticos, de todos». «La responsabilidad es de la izquierda, que ha traicionado a sus votantes, que les dieron la mayoría. Desde el día de las elecciones Sánchez no ha ofrecido nada. Casado sí ha ido cada vez que le han llamado, no se ha hecho nunca un Rivera. Y nunca le ha planteado ni una mínima oferta para intentar sacar adelante su investidura», defienden en Génova.
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