Elecciones catalanas
El PDeCAT se enfrenta a Puigdemont: Ni elecciones ni Sánchez de candidato
El ex president alega que cambiar de candidato sería tanto como ser «sumisos» ante el Estado
El ex president alega que cambiar de candidato sería tanto como ser «sumisos» ante el Estado.
Más presión a Puigdemont y a su –cada vez– más pequeño grupo de incondicionales. El «presidente en el exilio», solo tiene como «hooligans» agitadores a la Asamblea Nacional Catalana, que el domingo volvieron a salir a la calle convocando a miles de personas, pero lejos del músculo que habían exhibido en anteriores convocatorias. ERC hace semanas que ha dado portazo a las pretensiones de Puigdemont fijando un claro axioma en su nueva hoja de ruta: la formación de un gobierno ejecutivo y eficaz en la Generalitat. La CUP le ha dado la espalda porque considera que las aspiraciones de Puigdemont, tras el acuerdo entre ERC y Junts per Catalunya, están lejos de la desobediencia republicana que propugnan los anticapitalistas. Hasta Òmnium Cultural se desmarca acercándose más a los postulados de las huestes de Oriol Junqueras.
El último en decir «prou» –basta– ha sido el PDeCAT. Era un secreto a voces que el antiguo partido de Puigdemont liderado por Marta Pascal disentía y no se encontraba cómodo con la estrategia de pulso permanente con el Estado. Ayer, Pascal dio lo más parecido a un puñetazo encima de la mesa. Puso en valor el partido porque tiene «más de 400 alcaldes en todo el territorio» –mensaje que repitió varias veces en la rueda de prensa que realizó para informar de los acuerdos de la ejecutiva–, pidió un nuevo candidato de «consenso» para recuperar el gobierno de la Generalitat, no se mostró partidaria de la repetición de elecciones y dejó en el aire, con toda la intención, la repetición de Junts per Catalunya en caso de nuevos comicios.
En este clima de tensión, ayer no se celebró el pleno que debía investir a Sànchez. Por un lado, el juez Llarena no le dejó salir de prisión para asistir a su investidura, y en caso de haberse podido presentar, su investidura nunca hubiera sido efectiva porque el independentismo radical no le hubiera prestado los votos necesarios para ser presidente en la segunda vuelta. En conclusión, Puigdemont está preso de su propia estrategia. No quiere presentar un nuevo candidato, pero su candidato no puede ser elegido.
ERC está a la espera de una nueva propuesta de Junts per Catalunya para desbloquear la situación. Primero, un candidato para intentar su investidura y, segundo, alternativas para superar el bloqueo de los cuperos. Jordi Turull es el siguiente en la lista de las especulaciones. Sin embargo, Turull ha transmitido la idea de que no quiere presentarse porque la CUP no le dará apoyo, e incluso puede votar directamente en contra superando su posición actual de abstención. Puigdemont alega que cambiar de candidato sería tanto como quedar «sumisos» a las decisiones del Estado y que el presidente de la Generalitat «sería designado por Madrid». En las últimas semanas, Elsa Artadi, que al inicio de las negociaciones parecía un valor seguro, ha quedado difuminada por diferencias con Puigdemont al que no agradó que Artadi se dejara querer para ser presidenta. Ahora suena Francesc de Dalmases, estrecho colaborador de Puigdemont, pero no parece que tampoco sea un candidato del gusto de la CUP.
ERC no descarta poner sobre la mesa un candidato propio para «recuperar el gobierno legítimo», al tiempo que para «impulsar el Gobierno de la Generalitat y levantar el 155». Este candidato podría ser Raül Romeva. El movimiento de los republicanos tiene como objetivo conseguir la «abstención de los Comunes y ampliar la base social del independentismo en este nueva etapa» –tal como teoriza Junqueras–. En ERC consideran que «Junts per Catalunya tiene difícil oponerse a esta elección porque se ajusta a su discurso». Sin embargo, los republicanos no harán la propuesta todavía «porque no es el momento».
Puigdemont es consciente de esta situación por lo que ahora sus movimientos se centran en forzar el pulso con el Estado y «amansar» al soberanismo bajo la amenaza de nuevas elecciones. El «sopapo» que hoy le ha dado Pascal le ha puesto negro sobre blanco que sus veleidades no cuentan con el respaldo del que fuera su partido, harto de «ser menospreciado y ninguneado».
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