Pactos electorales

El PP trabaja con que no habrá 10-N

Análisis en Génova. Aunque no trabajan con la hipótesis de adelanto electoral, la dirección nacional se debate entre quienes creen que les beneficiaría y quienes no

Pablo Casado, la semana pasada en una comparecencia en el Congreso de los Diputados
Pablo Casado, la semana pasada en una comparecencia en el Congreso de los Diputadoslarazon

En el bloque de la derecha no trabajan con la hipótesis de que realmente vaya a haber adelanto electoral. Éste es el argumento que marca la agenda política y que sostiene la estrategia que defiende la no negociación del presidente del Gobierno en funciones Pedro Sánchez, pero para todas las partes, al menos hasta ahora, es un argumento que se cita en vano desde Moncloa y al que también ellos aluden en vano en la batalla política. Como si fuera el «hilo» de una película que saben que quedará desmontado en septiembre.

En los cálculos que atienden a los intereses de partido, que han condicionado prácticamente todos los movimientos postelectorales hasta ahora, en lo que toca al lado del PP se constata que hay opiniones divididas, incluso dentro de la dirección nacional, sobre las consecuencias que para sus intereses podría tener una nueva cita con las urnas en noviembre. Están quienes se apuntan a la tesis de que impulsaría el voto útil en favor de las siglas del PP, consiguiendo por fin lo que no fueron capaces de movilizar ni en la campaña de las elecciones generales ni tampoco de manera eficaz en las autonómicas y municipales. El resultado de las generales y la comprobación «científica» de que lo que decían en campaña «era cierto», que la fragmentación del voto iba a llevar a que, aun ganando las elecciones en votos, Pedro Sánchez siguiera en La Moncloa, es la razón de peso que alegan para confiar en que, si al final el PSOE fuese a unas nuevas elecciones, el PP también mejoraría resultados.

Frente a esta impresión están los que consideran, entre ellos algún destacado «barón», que de unas nuevas elecciones el PP no tiene nada que ganar. Porque volverá a vencer el PSOE, y previsiblemente con mejores resultados. Porque supondrían tener que apuntarse en su marcador una nueva derrota, aunque puedan mejorar algo en escaños, lo que está por ver. Y porque serían más meses perdidos en el debate electoral sin que el partido se centre en revisar su estrategia de oposición para ajustarla a la nueva estrategia que a su vez ha adoptado Albert Rivera desde la campaña de las últimas generales. Este debate interno no tiene ni tendrá repercusiones en la posición fijada por Pablo Casado ante la posibilidad de una abstención técnica para facilitar la investidura de Sánchez y evitar una repetición electoral. De la misma manera que sí trascendieron las diferencias sobre la estrategia de Génova para combatir a Vox, y las críticas a lo que se entendió como una «derechización» influida por la conexión del equipo de Pablo Casado con el ex presidente José María Aznar, ante la investidura de Sánchez los matices no tendrán expresión pública que suponga cuestionar las decisiones que ha adoptado o pueda adoptar Casado. Romper la unidad de acción en un tema tan delicado como éste tendría un coste alto para el PP, pero también para quien rompa esa unidad de acción.

En el bloque de la derecha los análisis coinciden en que Vox es el que más tiene que perder de haber repetición electoral. El PP da por descontado que recuperaría votos que se le han ido al partido de Santiago Abascal de someterse de nuevo al examen electoral. Y lo mismo se temen en Vox. Más dudas hay sobre cómo puede resolverse el pulso con Ciudadanos. El CIS postelectoral confirmaba un «sorpasso» que ni Génova ni la dirección de la formación naranja se han tomado como punto serio de referencia sobre lo que podría ocurrir en caso de haber repetición electoral. «Hay demasiado factores imposibles de calibrar. El efecto de las negociaciones de los pactos, que aún están abiertas en sitios tan relevantes como la Comunidad de Madrid, el efecto del bloqueo nacional, o el efecto del hastío de los votantes... Sacar conclusiones de lo que puede suceder dentro de tres meses a costa de combinar estas variables es ciencia ficción», advierten desde Génova. La sensación de incertidumbre la comparten los equipos de Rivera y de Abascal.

Hasta llegar a septiembre ninguno de los tres actores del bloque de la derecha se moverá de sus posiciones. El PP confía en apuntarse antes los gobiernos de Madrid y Murcia; ahora bien, esto puede afectar al margen de maniobra interna de Casado en algunas de sus futuras decisiones, pero es intrascendente en la posición de Génova en lo que se refiere a la investidura de Sánchez. Todo está parado hasta que se sepa en qué termina la negociación del PSOE con Unidas Podemos, y tan por descontado dan los tres partidos del bloque de derechas que el primer Pleno de investidura será fallido que ya está marcado en el calendario como el arranque de las vacaciones de los políticos. Tiempo muerto, tanto en la gestión pública como en la gestión interna de partido.

Las claves

-La tesis favorable a la repetición electoral confía en el impulso para los de Génova al frenar la fragmentación del voto.

-Frente a esta impresión se encuentran quienes opinan que otro triunfo de los socialistas solo visualizaría una nueva derrota.