Elecciones generales

«El Rey anda con cuidado de no decir nada que se pueda tergiversar»

Tras la investidura fallida, grandes empresarios aseguran que está «menos presente»

Felipe VI, durante una audiencia en La Zarzuela
Felipe VI, durante una audiencia en La Zarzuelalarazon

Tras la investidura fallida, grandes empresarios aseguran que está «menos presente»

El martes pasado la Casa del Rey procedió de un modo inusual: anunció la convocatoria de la tercera ronda de consultas desde el 20-D con dos semanas de antelación. Según el procedimiento habitual, Zarzuela envía a los medios de comunicación la programación de la agenda del Rey el viernes anterior a la semana en que tendrá lugar. Fuentes cercanas al Monarca explican que el viraje del «modus operandi» responde, entre otras cuestiones, a su interés por reivindicar su papel en este inestable escenario político, que para él no es otro que el hacer cumplir la Constitución. «Si las negociaciones fracasan, como todo indica, demasiada invisibilidad del Jefe del Estado le implica de algún modo en el fracaso», explican.

En el comunicado, la Casa del Rey explicó que la decisión regia respondía al cumplimiento del artículo 99.4 de la Constitución, según el cual, si tras la propuesta de un candidato éste no saliera investido presidente tras las votaciones en el Congreso, el Rey tramitará «sucesivas propuestas en la forma prevista en los apartados anteriores». Es decir, ronda de consultas mediante. No obstante, las elucubraciones se han disparado durante estos días: desde que Felipe VI está haciendo una llamada a los partidos para que formen gobierno antes de tener que disolver las Cortes, a que Don Felipe tiene una información adicional a la pública respecto a las posibilidades del candidato socialista para llegar a La Moncloa... Desde el entorno más cercano a la Casa se explica en conversación con este periódico que el Rey se ha limitado a cumplir con la Carta Magna y que la antelación a la hora de anunciar las consultas con los líderes de los partidos con representación parlamentaria se debe a la determinación de que su decisión sea conocida cuanto antes y «explicada con detalle» para que no hubiera ninguna duda. Respecto a la obligada pregunta posterior, acerca de que si el Jefe del Estado prefiere que los partidos lleguen a un pacto, o que se convoquen nuevos comicios generales, enseguida se zanja el asunto: «El Rey no manifiesta sus preferencias, porque acordar o no acordar es una cuestión que corresponde a los políticos».

Desde el resultado de las elecciones del 20-D, la postura pública del Monarca ha consistido en respetar pulcramente el ámbito político, dentro del papel que le marca la Constitución de «árbitro y moderador del funcionamiento regular de las instituciones». De un modo tan pudoroso que ha podido parecer inexistente. Porque el Monarca se ha movido en un complicado equilibrio entre el cumplimiento de la ley y el desempeño de sus funciones apenas dos años después de su proclamación, con la «sombra» de la buena prensa de su padre, Don Juan Carlos, como director de orquesta durante la Transición. Huelga decir que los estilos son muy distintos: mientras que el Rey Emérito dejó poso como negociador e impulsor de acuerdos, Don Felipe se ha cuidado mucho de no copar protagonismo: son cuatro fuerzas políticas maniobrando para llegar a La Moncloa, y el líder de una de ellas, Pedro Sánchez, se declaró recientemente republicano en una entrevista en Onda Cero, como para jugarse una tergiversación o filtración mediática en alguno de sus actos. Fuentes empresariales cercanas al Ibex lo corroboran, asegurando en conversación con este periódico que desde la investidura fallida de Sánchez Don Felipe ha estado más «escondido». Es habitual que el Rey, de forma privada, mantenga reuniones con personas relevantes de diferentes ambientes para pulsar su opinión, tanto de la clase política, ex presidentes de Gobierno, del cuerpo diplomático, empresarial y cultural. Pero en las últimas semanas, «anda con mucho cuidado de no manifestar nada que pueda actuar en su contra».

Después de las elecciones generales de diciembre, el Jefe del Estado convocó la primera ronda de consultas con los líderes de los partidos con representación parlamentaria, y propuso a Mariano Rajoy por encabezar la lista más votada, pero tras su declinación, repitió ronda de consultas hasta designar al líder socialista. Al convertirse éste en el primer candidato de la democracia en no salir investido, la Casa del Rey envió un comunicado para explicar la decisión del Rey de no reiniciar los encuentros para dar tiempo a los partidos a llegar a un acuerdo. Otro pleno en el Congreso sin éxito hubiera sido desastroso tanto para la imagen del país, como para la Corona, como para la clase política. Hasta la fecha, ningún partido ha conseguido contar con los apoyos suficientes como para intentar de nuevo una investidura. Y al Jefe del Estado no le ha quedado más remedio que apurar los plazos hasta los últimos días, 25 y 26: en caso de que tras las conversaciones algún candidato se erigiese con la garantía de llegar a La Moncloa, el Pleno se convocaría el día 28, pero hasta el mismo día 2 –fecha en que vence el tiempo antes de convocar nuevas elecciones– no se sabrá si la segunda votación ha resultado con éxito, ya que ninguno cuenta con garantías de salir investido en una primera votación parlamentaria. «Ha sido acertado anunciar la convocatoria con tiempo: cumple con su deber y no queda como cómplice del bloqueo político».