Caso Pujol
«Empieza una cuenta atrás irreversible»
Artur Mas reconoce a su entorno la imposibilidad del referéndum y teme que ERC le retire su apoyo
De cara a la galería, CiU insiste en vender unidad frente a la consulta del 9 de noviembre. Pero internamente cada vez existe más división entre sus dirigentes y una alta preocupación por un posible «pinchazo» ciudadano en la gran convocatoria precursora: la Diada del 11 de septiembre. Éste es el análisis que hacen medios solventes de la Federación Nacionalista y destacados círculos socioeconómicos de Cataluña. Todos coinciden en que el pasado 30 de julio fue una fecha decisiva. El presidente de la Generalitat había tomado el AVE Madrid-Barcelona a muy temprana hora y acudía a La Moncloa con una abultada carpeta bajo el brazo. Mariano Rajoy le recibió cortés, pero frío. «Bienvenido al diálogo bajo la Ley», le dijo a Artur Mas. Durante las dos horas de conversación, el jefe del Gobierno no alteró su guión y Mas pudo comprobar que el referéndum ilegal no se celebrará. Regresó a Barcelona en avión y en la sala vip del aeropuerto coincidió con un grupo de empresarios y profesionales catalanes. A todos les confesó su convicción de que Rajoy será inamovible y el Tribunal Constitucional unánime en decretar la ilegalidad la pregunta soberanista. «Empieza una cuenta atrás irreversible», comentó Mas a sus contertulios.
Casi a la misma hora, en Port de La Selva, se celebraba una reunión importante. En este hermoso lugar del Cabo de Creus tienen su residencia veraniega Miguel Roca Junyent y otros ilustres nombres de la burguesía catalana. En casa de Roca se congregaron algunos de ellos para hablar del momento político. El prestigioso abogado, «padre» de la Constitución, tiene buena información y contactos en Madrid. Opinan sobre el encuentro con Mariano Rajoy y piensan que el camino ya no tiene retorno. «Esto se desinfla, empieza el naufragio de la consulta», afirma uno de los asistentes. Y en efecto, a partir de ese día es cuando Artur Mas confiesa a su entorno la imposibilidad del referéndum, lo que enfurece a sus socios de Esquerra Republicana. Por ello, desde la Generalitat y Convergencia se diseña un reparto de papeles. «Hay que ganar tiempo, aunque es lo único que ya no queda», ironizan en CDC y en el socio coaligado, Unió Democrática.
En esta estrategia pactada se enmarcan las declaraciones de la vicepresidenta, Joana Ortega, el conseller Josep María Pelegrí y el presidente de la comisión por el Pacto a Decidir, Joan Rigoll, curiosamente todos ellos de Unió, partido contrario a la independencia. El ridículo de Ortega es palpable, llega a desdecirse en horas entre el rechazo a una consulta ilegal y su respaldo poco después, ante el enojo de ERC. El propio Mas hace todo un «papelón» en Talamanca, donde rodeado de «migueletes», falsea la historia y hace un discurso victimista radical. Su situación es muy frágil, con temor a que ERC le retire su apoyo. Desde el PSC, su primer secretario, Miguel Iceta, le insta a cambiar de socios. «Que se busque otra pareja de baile», dicen en la calle Nicaragua, sede de los socialistas catalanes. Es la tesis mantenida por Josep Antoni Duran Lleida, partidario de alianzas con el PSC y enfrascado ahora en su nueva Plataforma Cívica, cuyos objetivos ya han sido avanzados en estas mismas páginas. De este doble lenguaje da fe el propio Joan Rigoll. «¿Y usted?, por qué dice ahora que no habrá consulta si el TC lo impide?», le preguntó un miembro del Pacto. «Cumplo órdenes del president», le espetó el democristiano.
Así las cosas, todas las fuentes de la Federación coinciden: el proceso soberanista ha entrado en picado, aunque el calendario se mantenga inamovible. Los catalanes serán llamados a movilizarse el 11 de septiembre, la Diada, pero existe la certeza de que la concentración no será masiva. A diferencia del pasado año, que asistieron unas 300.000 personas, a estas alturas sólo hay confirmadas muchas menos de la mitad. A pesar de las presiones de ERC, la Asamblea Nacional de Cataluña, Òmnium Cultural y organizaciones separatistas, a veces con intimidaciones intolerables, los ciudadanos están hartos. «Menos secesión y más financiación», aseguran dirigentes empresariales y sociales. La semana siguiente estará caldeada. Entre el 16 y el 18 de septiembre se celebrará el tradicional debate de política general, que este año, algo nada casual, coincide con el referéndum en Escocia. Ello propicia una fuerte tensión entre las fuerzas políticas catalanas y un nuevo pulso con Madrid, que no hará cambiar los planes y la hoja de ruta del presidente Rajoy.
Tras el debate, el plan es que el Parlamento catalán apruebe la ley de consultas, con la que pretenden dar cobertura jurídica al referéndum. Mas tiene previsto firmar el decreto de convocatoria antes de que acabe el mes, en un acto de intenso contenido soberanista. Este calendario es discutido por el PP, PSC y Ciutadans, dado que en cuanto Mas rubrique el decreto, el Gobierno lo impugnará ante el TC. En los partidos contrarios a la independencia lo tienen claro: «No hará falta llegar al 9-N, porque antes ya estará recurrido y la consulta ilegalizada». A partir de aquí, el president convocará a las fuerzas políticas catalanas para abordar la «segunda fase» del proceso. Pocos dudan de que la única salida será unas elecciones, entre diciembre y marzo, con la duda de si Mas continuará como candidato. Todo dependerá de cómo transcurra el cerco judicial a Jordi Pujol y si salpicará al actual presidente. Si así fuera, la Federación quedaría desangrada en medio de otra batalla electoral, con muy malas perspectivas y un triunfo de ERC. «Un panorama desolador», afirman en Unió, cuyo líder, Duran Lleida, ha intentado hasta la extenuación un acercamiento con Madrid, basado en concesiones económicas y no separatistas.
En Moncloa insisten en la voluntad abierta de Rajoy y que son muchos los temas para negociar con Cataluña. Puede haber concesiones lingüísticas, culturales y de financiación, que mejoren la vida de los catalanes, pero siempre con la Ley en la mano, añaden en el entorno del presidente. Por ello, son muchos quienes piensan que Artur Mas ha perdido su gran oportunidad de negociar cosas razonables. «No ha sabido hacerlo ni venderlo», reconocen sectores moderados de CiU, alejados del planeamiento del llamado «Triunvirato separatista», integrado por Francesc Homs, Josep Rull y Jordi Turull, máximos responsables en la Generalitat, Convergéncia y el Grupo Parlamentario. En este sector se sitúan los consejeros Sant Vila, Germà Gordó y la cúpula de Unió, partidarios del catalanismo y del entendimiento con Madrid, alejados de la independencia. «Mas se ha cargado su propia criatura para ponerla en manos de ERC, que no ha movido un músculo», se lamentan estos dirigentes.
El horizonte ya está previsto. Una Diada descafeinada, un debate caliente avivado por el referéndum escocés, una consulta impugnada y un panorama electoral incierto. Todo ello, bajo los escándalos de la familia Pujol y su desfile ante instancias judiciales y tributarias. «Ni adrede podemos estar peor», opinan veteranos políticos de CiU, hoy ni sombra de lo que fue. Para todos algo es evidente: el proceso soberanista ha entrado en barrena. Y el escándalo Pujol acabará de enterrarlo. Como en ese naufragio descrito en la elitista cena en Cabo de Creus, cruce de olas y viento, donde alguien añadió la pregunta: «Y ahora, ¿Quién nos salva de esto?».
Un nuevo paseo del ex honorable
Va camino de convertirse en el clásico del verano: Jordi Pujol, el que fuera presidente de la Generalitat durante 23 años, paseando en su residencia veraniega en Queralbs (Girona). Ayer, repitió su breve caminata sin dar declaraciones por enésima vez desde que el pasado 25 de julio confesara que durante 34 años ha tenido dinero en paraísos fiscales procedentes de la herencia de su padre.
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