Izquierda abertzale
ETA prepara otro desarme trampa para condicionar la campaña electoral
Pretenden ganar votos para EH Bildu frente al avance de Podemos en las encuestas
ETA se propone llevar a cabo un nuevo simulacro de entrega de armas, como el realizado en febrero de 2014 en Toulouse, durante la campaña de las elecciones vascas, según han informado a LA RAZÓN fuentes antiterroristas.
ETA se propone llevar a cabo un nuevo simulacro de entrega de armas, como el realizado en febrero de 2014 en Toulouse, durante la campaña de las elecciones vascas, según han informado a LA RAZÓN fuentes antiterroristas.
Se desconoce hasta qué punto el mantenimiento de la inhabilitación de Arnaldo Otegi, secretario general de Sortu, para poder ser candidato en dichos comicios, puede influir en la decisión de la banda criminal.
Los expertos creen que la mantendrán, ya que las perspectivas electorales de la izquierda abertzale no son muy buenas.
Los terroristas han logrado, no sin dificultades, reunir en un escondite una serie de armas, productos químicos y electrónicos, lanzagranadas y otros elementos, con el fin de, llegado el momento, montar el «tenderete» allí mismo o en otro lugar cercano.
Los desplazamientos por Francia resultan en estos momentos extremadamente peligrosos para los pistoleros, dada la vigilancia que existe en todo el territorio por la amenaza yihadista.
A ETA, que le conste a los expertos de forma fehaciente, le quedan 250 pistolas y revólveres completamente nuevos, que no se han utilizado, ya que fueron robados de un almacén antes de su distribución a armerías para su venta; y distintos productos químicos con los que fabricar 1.500 kilos de explosivos.
Se da por descartado que ninguno de estos elementos estarán en la «exposición», ya que forman parte del único arsenal operativo del que realmente dispone la banda, que ha optado por otro tipo de artilugios, algunos en desuso desde hace muchos años, e instrumentos electrónicos, que se pueden ocultar en el bolsillo de un pantalón o chaqueta.
A los expertos les llama la atención el fanatismo que todavía anida en la mente de los cabecillas de ETA, que siguen convencidos de que una maniobra de este tipo puede cambiar el resultado de las elecciones.
Las últimas encuestas dan a la izquierda abertzale un empate técnico con Podemos, que el día de los comicios puede relegar a los proetarras al tercer puesto, ya que en los sondeos son muchos, en especial en las localidades pequeñas, los que prefieren decir que votarán a los antiguos «batasunos» para evitar líos.
Lo que también se ha constatado es que la banda cuenta para este nuevo «desarme» con la colaboración del «conflictólogo» Brian Currin y su cohorte de «mediadores», en especial los de la Comisión Internacional de Verificación (CIV), dos de cuyos componentes estuvieron en Toulouse. Se trata de Ram Manikkalingam y Ronnie Kasrils, que se prestaron a lo que creían el comienzo del desarme. Lo que al final contemplaron atónitos es cómo los terroristas, una vez grabado un vídeo marcadamente publicitario, recogieron armas y otros elementos, los metieron en un cajón y desaparecieron con destino desconocido. Pese al ridículo internacional, Currin, que no trabaja gratis, persiste en el empeño.
De hecho, cuando el Tribunal Constitucional no se había pronunciado sobre el mantenimiento de la inhabilitación de Otegi, el Grupo Internacional de Contacto (GIC), en un claro acto de intromisión en asuntos internos españoles, hizo público un comunicado en el que consideraba «lamentable y contraproducente para el proyecto democrático inclusivo» en Euskal Herria dicha inhabilitación. Incluso, calificaron al secretario general de Sortu de «un hombre de paz comprometido con el objetivo de encontrar una solución democrática al conflicto vasco».
Lo preocupante es que sí han logrado cierta aceptación entre algunas fuerza políticas galas.
Cabe la posibilidad, según las citadas fuentes, de que la banda terrorista trate de presentar esta nueva comparecencia pública como el desarme definitivo, al menos así lo afirman los distintos medios que siguen empeñados en alimentar un proceso que se ha demostrado fallido.
Difícil empresa, ya que los etarras hace tiempo que no acuden a algunos de los zulos en los que esconden armas y otras cosas, entre ellas dinero, por el miedo a que estén vigilados por las Fuerzas de Seguridad.
Además, según tuvo que reconocer Sortu en un documento interno y Otegi en unas recientes declaraciones, hay un sector (creciente, aunque no lo dijeron) en la izquierda abertzale partidario de que ETA, u otra organización con nombre distinto, vuelva a las actividades terroristas. En teoría, están controlados por los «batasunos» y no existe peligro.
Sin embargo, es fácil imaginar cómo reaccionarían ante un «desarme definitivo», cuando ninguno de los objetivos tradicionales de la lucha independentista se ha logrado, salvo la legalización de algunas organizaciones que han permitido a unos pocos «pisar moqueta» y cobrar sueldos sustanciosos.
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