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Hacia la normalidad
El anuncio de la fecha para la próxima, y esperemos que definitiva, operación del Rey puede suponer muchas cosas, tanto a nivel personal como institucional, pero hay un elemento común a ambas, el comienzo de una etapa de normalidad. Me parece encomiable el intento de los que rodean al Monarca, y sin duda del propio Don Juan Carlos, de intentar ofrecer una imagen de actividad a pesar de las limitaciones. Pero considero que no hubiera pasado nada si esas audiencias del Soberano u otras apariciones, como en el desafortunado vídeo de Panamá, no se hubieran producido. Ya nos habíamos hecho a la idea de que el Rey tenía que recuperarse y que debía hacerlo con reposo y tranquilidad. Pero la vida nacional sigue, la vida política también, y por muchas razones, la presencia del Jefe del Estado se hace necesaria para, por ejemplo, sujetar a los independentistas catalanes o dar afecto a unas víctimas que acaban de recibir el golpe de gracia a su desgracia. Pero tiempo tendrá para decir cosas en ambos temas. La segunda operación de cadera, y su recuperación, que necesariamente se prolongará en el tiempo, puede llevarnos hasta el final de la instrucción del caso Urdangarin. Todo lo que ocurra en el entorno de la monarquía está pendiente de este juicio. Y la normalidad necesaria también. Sin embargo, la mayor tranquilidad que hemos conocido en las últimas semanas ya ha repercutido en la valoración que la opinión pública tiene de la monarquía. Las últimas encuestas –por encima del 60 por ciento– ya muestran un cambio de tendencia en la valoración. La ausencia de nuevos datos en el «affaire Urdangarin» tiene que ver en ello, pero también la tranquilidad institucional de la que el Príncipe es bastante responsable. Nada como estar cada uno en su sitio.
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