El desafío independentista
Homs, a los empresarios: «Estoy convencido de que gestiono un fracaso»
El consejero de Mas reacciona ante la avalancha de críticas empresariales contra la ofensiva soberanista
Dos de octubre de 2013. Colegio de Economistas. Auditorio lleno de empresarios y ejecutivos de empresas catalanas. La conferencia, a cargo de Artur Mas i Gabarró, presidente de la Generalitat de Cataluña. Todavía resonaban los ecos de la Vía Catalana por la Independencia del 11 de septiembre. El presidente catalán lanzaba un aviso en su discurso: «Las élites del país no han de pretender cambiar el curso de la historia.....sino ayudar a que salga bien». No era un aviso baladí. Artur Mas había recibido más de una queja del empresariado catalán por la deriva de los acontecimientos. La había oído en primera persona. No eran unos pocos. Al contrario, cada día se sumaban más. Su reacción estaba más que justificada. Los empresarios habían pasado del silencio discreto a la acción.
El primero en asumir este papel de «Pepito Grillo» del nacionalismo fue el presidente de la patronal de patronales, Fomento del Trabajo, Joaquín Gay de Montellà. Lo hizo en un foro patrocinado por el Banco de Sabadell. Reivindicó un mejor trato fiscal para Cataluña pero en un marco legal. Fue hace un año, en el verano de 2012, justo antes de la convocatoria electoral de un Mas subido en la ola de la manifestación del 11 de septiembre de ese año. Un año después, Gay de Montellà se ratificaba en su posición negándose a asistir a la reunión del Pacto Nacional por la Transición después de soportar toda clase de presiones. Internas y externas.
A partir de aquí el empresariado catalán hizo llegar sus mensajes a Mas. Abandonaron su silencio que algunos consideraban cómplice. En más de un encuentro discreto, el presidente catalán tuvo que oír críticas a su gestión en el Govern y a su deriva nacionalista. Cualquier momento era bueno. En reuniones privadas. En el Palau. En domicilios particulares. En restaurantes. Los empresarios catalanes más conocidos advertían al presidente de su disconformidad, de su intranquilidad y de su perplejidad. El mensaje era el mismo. Hay que negociar dentro de la legalidad y evitar el conflicto. Algunos fueron más allá y dejaron de lado la discreción para hacerse oír como José Manuel Lara, presidente de Planeta o como José Luís Bonet, presidente de Freixenet que declaró a «The New York Times»: «Cataluña es parte de España y lo seguirá siendo», para añadir: «Los empresarios tienen derecho a preocuparse cuando los políticos crean tensiones en lugar de buscar el diálogo».
También las entidades financieras pusieron voz a su disconformidad. Jaume Guardiola, del Banco de Sabadell, o Juan María Nin, de La Caixa, lo hicieron la pasada semana. En la presentación de resultados trimestrales. Antes lo habían hecho sus presidentes Josep Oliu e Isidro Fainé, respectivamente. Nin repitió hasta tres veces: «Diálogo entre Cataluña y España dentro del marco legal».
Los movimientos empresariales alertando de que un conflicto sería devastador para la incipiente recuperación económica también llegaron a Rajoy. Varios empresarios han tenido reuniones con el presidente del Gobierno y con su entorno más inmediato para pedir movimientos que recuperen los puentes de diálogo «porque el diálogo sólo se puede producir si los dos tienen voluntad de hacerlo».
Mas es consciente de que el mundo empresarial no vislumbra un final sin conflicto y no está dispuesto a aceptarlo calladamente. Sabe el presidente que el mundo empresarial le ha dicho «basta ya», dando la espalda a sus veleidades secesionistas. La situación es tal que el conseller de presidencia, Francesc Homs, máximo colaborador de Artur Mas e ideólogo del proceso soberanista, decía hace un par de días a un empresario: «Estoy convencido de que gestiono un fracaso». No es de extrañar que hoy haya suavizado su discurso pidiendo una alternativa de Estado. Quizás, está pidiendo una alternativa para dar marcha atrás.
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