Videos

Iglesias rebaja el tono con el PSOE: «Sólo quedamos tú y yo»

Mantuvo el «no» pero defendió trabajar «desde ya» por un gobierno «a la valenciana»

Pablo Iglesias en su escaño
Pablo Iglesias en su escañolarazon

Mantuvo el «no» pero defendió trabajar «desde ya» por un gobierno «a la valenciana»

Pablo Iglesias demostró ayer que el incendiario no es el único registro que domina desde la tribuna. Su intervención de ayer sustituyó las acusaciones por el humor y la agresividad por el sarcasmo. Una cosa, sin embargo, permaneció inalterada: la negativa de su partido a permitir siquiera con su abstención la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. Con el recital de ayer –sólo Rajoy, con veinte años de experiencia parlamentaria, le fue algo a la zaga–, el líder de Podemos hizo algo más que arrancar sonrisas (cuando no carcajadas) de un lado al otro del hemiciclo: dio un primer paso en dirección al PSOE. Por primera vez la «mano tendida» de Podemos sonó a algo más que a un lugar común que, de tanto usarse, ha perdido su significado.

El discurso de Iglesias comenzó en tono ligero con el recuerdo del efusivo ósculo en el que se fundieron el propio Iglesias y el portavoz de En Comú-Podem, Xavier Domenech, durante el primer debate de investidura el miércoles. Iglesias se refirió al incidente irónicamente como algo «perturbador» y recordó «la mirada inquieta» del ministro De Guindos «que pareciera que nunca ha roto un plato». Luego pasó a comentar jocosamente ciertas declaraciones de la diputada del PP Andrea Levy en las que deja entrever, según Iglesias, «bebe los vientos» por el diputado de Podemos Miguel Vila. «Si quieren ustedes conocerse pongo a su disposición mi despacho». Y a continuación vino el broche a la introducción «Fluye el amor en la política española. Pedro... sólo quedamos tú y yo». Risas generalizadas. Un minuto y 45 segundos de discurso y ya nadie se acuerda de la cal viva.

El secretario general de Podemos presentó a Sánchez «otra vía posible», una alternativa a su pacto con Ciudadanos en el que los independentistas catalanes y vascos podrían abstenerse y facilitar el «gobierno del cambio» que tanto el PSOE como la extrema izquierda quieren costituir desde, al parecer, postulados distintos. Iglesias invitó a Sánchez a que no vea a los grupos parlamentarios independentistas catalanes «como monstruos» sino como «representantes del pueblo legitimamente elegidos como usted y como yo».

Hubo un momento especialmente significativo de la intervención de Iglesias. Fue cuando se refirió a una de las tres características que enumeró Pedro Sánchez del próximo gobierno de España: que debía contar con el PSOE. Iglesias recordó ese presupuesto y afirmó con toda claridad: «le acepto este condicionante, señor Sánchez, acepte usted que estemos también nosotros», dijo. «Pero cedamos todos», insistió. «Hoy ya sabe usted lo que vamos a votar todos los que estamos aquí, pero a partir de esta noche nos podemos poner a trabajar para que haya un gobierno a la valenciana», subrayó. Hubo otros momentos en los que el líder del partido morado mostró comprensión e incluso cierta empatía con la posición de Pedro Sánchez, una actitud que contrastó claramente con la desplegada el miércoles. «Estemos dispuestos a cerder. Yo entiendo que no forma parte del mejor de sus sueños gobernar conmigo y probablemente tampoco de los míos gobernar con usted. Pero cedamos todos».

La coda final de Iglesias enlazó con los primeros compases del discurso y acuñó una expresión que bien podría acabar en los libros de historia... u olvidada para siempre en el archivo del Congreso: «Señor Sánchez, a veces la discusiones más agrias preceden a los momentos más dulces. Ojalá después de esta noche, el acuerdo al que lleguemos pueda llamarse ‘‘el acuerdo del beso’’».