El desafío independentista
Insurrección encallada
En 1977 acudí a la Diada del Paseo de Gracia. Lo hice por la libertad y la democracia. La manifestación independentista del 2017 la seguí apenado en casa porque la unidad social en Cataluña puede saltar por los aires. La sociedad está fracturada. A pesar de sus grandilocuentes discursos y escenificaciones, los insumisos no ganarán. La mayoría de los catalanes dará la espalda a su insurrección programada.
Ayer, la lona con el lema «Referéndum es democracia» quedó encallada al inicio del tramo de Paseo de Gracia con Diagonal. La manifestación del desafío y de la desobediencia arrancó a trompicones y contradicciones. La ilusión y la paz se llevan mal con las banderas negras aspadas de guerra que llevaban algunos manifestantes y el discurso supremacista y de odio a España que supuraba la concentración.
Los organizadores quieren a la población disciplinada, ajustada a su guión, pero la imagen no es uniforme. Una reportera de TV3 abroncó a unos niños porque no siguieron las instrucciones y se pusieron la camiseta amarilla fosforito antes de que pasara la lona por su tramo. Si no obedecen los más adoctrinados, ¿cómo esperan que sigamos las consignas de movilización los catalanes contrarios al proceso? Cataluña es mucho más que la ANC, Òmnium, la AMI, el presidente de la Generalitat y los grupos hiperventilados que han puesto en marcha un desvarío que notoriamente encalló en la manifestación del 11-S. La fantasía de la República prometida por los nacionalistas obsesivos ha pinchado. Llegan los datos. Jordi Sánchez, de la ANC, habla de un millón de personas y la Guardia Urbana, sumisa, secunda la cifra. Me comunican que, en realidad, son unos doscientos veinticinco mil.
Los oradores impostan la voz, dan por hecha la autodeterminación y proclaman que no obedecerán a los tribunales españoles. Excitados, identifican a los que creen represores (el Gobierno español, los jueces, el Tribunal Constitucional, la Fiscalía, la Guardia Civil...) y ponen nombres a los rebeldes: Arrimadas, Iceta, Albiol, Coscubiela... También advierten a Colau. Ha de andarse con cuidado. Ya están señalados.
Pero no se lo creen del todo. ¿Y si fallan? ¿Y si las autoridades constitucionales hacen su trabajo y no se puede votar? El presentador del acto, Quim Masferrer, «el foraster», da la solución: las urnas, las papeletas, el censo, las mesas electorales estarán el 1 de octubre en su pueblo, en Sant Feliu de Buixalleu. Ya saben: los que quieran votar que vayan allí.
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