La amenaza yihadista
Interior controla a 60 presos yihadistas para evitar que capten adeptos
Evitar que las prisiones se puedan convertir en un caladero de nuevos yihadistas es uno de los objetivos del Ministerio del Interior y de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias.
Evitar que las prisiones se puedan convertir en un caladero de nuevos yihadistas es uno de los objetivos del Ministerio del Interior y de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias. Y para ello se ha puesto en marcha un nuevo programa para la Prevención de la Radicalización en los Establecimientos Penitenciarios. Y es que el medio penitenciario, según se señala en ese programa, «resulta un entorno propicio para captación por internos radicalizados de personas proclives a la utilización de la violencia, así como de evolución hostil a los valores que configuran a los estados democráticos».
En este sentido, se considera que las fuentes principales de captación y radicalización de futuros yihadistas son internet, los discursos radicales en torno a algunas mezquitas y en el interior de los centros penitenciarios.
De hecho, ahora mismo hay un control exhaustivo y riguroso, a la vez que discreto, sobre unos 60 presos islamistas que se considera que pueden ejercer un liderazgo e influencia sobre otros internos musulmanes que acabe con que algunos de ellos se integren en alguna organización terrorista de carácter yihadista, o bien adopten iniciativas más o menos individuales, en lo que se conoce como «lobos solitarios». Hasta ahora, en los meses en que lleva en vigor este nuevo programa, no ha habido un solo ingreso en prisión por haber reincidido en actividades terroristas de carácter yihadista.
La mayoría de esos internos sobre los que existe un mayor control son muy mayoritariamente de Marruecos y Argelia. En el 80 por ciento de esos casos, las características de sus delitos estaban relacionadas con motivaciones de índole económica, y 20 por ciento restante, vinculados a hechos de «carácter violento».
En la Circular de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias sobre esta materia se destaca la necesidad de «limitar la incidencia de este fenómeno terrorista» dentro de las cárceles. Para ello, y una vez se haya constatado con un «razonable nivel de certeza» que se está en presencia de un recluso con «peligrosidad elevada», a éste no se le destinará a ningún módulo de respeto ni se le concederá autorización para acceder a talleres fuera de su departamento.
Además, se señala en la citada Circular, «no se autorizará la tenencia, posesión y utilización» de sistemas de almacenamiento de audio o vídeo que puedan contener «reflexiones o discursos de autores radicales», ya que los mismos favorecen «el reclutamiento o radicalización de los internos islamistas».
El objetivo final, según el Departamento que dirige Ángel Yuste, es abordar «con la necesaria diligencia y rigor el control de los terroristas yihadistas, de los eventuales reclutadores y de los internos susceptibles de ser captados y/o radicalizados».
Estas ideas, en las que se especifican medidas concretas, están desarrolladas en la «Actualización del Programa de Intervención con Internos Islamistas en Centros Penitenciarios», al que ha tenido acceso LA RAZÓN. En el mismo, se destaca que el hecho del encarcelamiento no supone el fin de la adscripción del terrorismo al extremismo o a la célula a la que pertenecía. Incluso, en algunos casos, el tránsito por las prisiones ha servido para radicalizar aún más al islamista, y en otros internos, no terroristas, para ser reclutados para esta causa. También ha servido la prisión, se añade en este punto, para que redes y células terrroristas se autorrelacionen y contacten con otras organizaciones de delincuencia común.
Influencia de los imanes
Un aspecto relevante es el papel que juegan, o más bien, que han podido jugar, determinados imanes a la hora de radicalizar a ese tipo de presos musulmanes, la mayoría de los cuales «no tienen soporte cultural ni religioso suficiente para resistir interpretaciones radicales del Islam».
En este punto, se considera que los «imanes radicales» que han podido acceder al interior de las prisiones han constituido un riesgo en el proceso de adoctrinamiento y radicalización de los presos musulmanes. Sin embargo, los más «peligrosos», por la relación personal y continua que mantenían con esos reclusos, eran los «imanes autoproclamados entre los internos», por la influencia directa que podían tener al respecto.
Para cortar de raíz ese riesgo, y, a la vez, garantizar el derecho a la asistencia religiosa en igualdad de condiciones que otras confesiones, serán «imanes moderados» los encargados de ella, los cuales, además, «pueden servir para contrarrestar la ideología y las desviaciones en la interpretación de los textos sagrados de los que se están sirviendo los radicales.
Además, no se permitirá «en ningún caso» que internos musulmanes ocupen o desarrollen labores de imanes en la práctica de ritos o rezos colectivos, pues los mismos deberán ser dirigidos por quien haya sido autorizado.
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