Gobierno de España
La abstención que pide Sánchez, de "error"a "activo"
Sánchez defendía en su «Manual de Resistencia» que la abstención era una «idea pésima» y una equivocación «de magnitud histórica».
Sánchez defendía en su «Manual de Resistencia» que la abstención era una «idea pésima» y una equivocación «de magnitud histórica».
«Estoy en profundo desacuerdo con facilitar el Gobierno de Mariano Rajoy». Con esta frase se despidió Pedro Sánchez del Congreso de los Diputados el 29 de octubre de 2016. Tras dimitir como secretario general del PSOE en el traumático Comité Federal celebrado días antes en Ferraz, cercenaba así el último vínculo que le ataba a la política, renunciando también a su acta de diputado. En una comparecencia pública desde la sala de prensa de la Carrera de San Jerónimo explicó que lo hacía para no abstenerse y permitir con su voto un nuevo ciclo del PP en el poder. Lo hacía, también, para evitar incumplir la disciplina de voto de su partido –como sí harían una decena de diputados–, pues quien fuera y aspiraba a ser de nuevo líder del PSOE, no podía contravenir las decisiones del máximo órgano entre congresos de su formación. Aunque entonces Sánchez se reconociera ya como un militante de base más, lo cierto es que desde esta plataforma y apelando a su «no es no» a Rajoy intentaría –y conseguiría después– recuperar las riendas de Ferraz.
Fue precisamente durante la campaña a las primarias por el liderazgo del PSOE cuando explotaría al máximo esta posición de víctima y de fidelidad a sus principios. De hecho, y tal como recuerda el propio presidente en funciones en su «Manual de Resistencia», en el mitin de cierre de campaña «antes de que se abrieran las urnas en las sedes socialistas» y bajo el apadrinamiento de Josep Borrell, Sánchez volvió a reiterar uno de los pronunciamientos que habían protagonizado su candidatura. «Recordé que la abstención había sido una “pésima idea”».
Ahora, tres años después y en los zapatos que entonces calzaba Rajoy, Sánchez exige –valiéndose de los diputados que sí permanecieron en sus escaños para votar la abstención– un gesto de «reciprocidad» al PP para que sean sus parlamentarios los que faciliten su investidura. El líder socialista hace suya la que entonces era una «pésima idea» –que ahora se torna además en un acto de generosidad, «difícil» pero «honorable»– y ya no lo identifica como una equivocación, sino como un «activo del PSOE, de todo el PSOE».
No es la única alusión que Sánchez hace a la abstención en sus memorias políticas y que entra en contradicción con la misiva remitida ayer al PP. Mientras que en la carta de los diputados del PSOE se defiende que la abstención «a cambio de nada» que promovieron en 2016 no fue «una cesión política», Sánchez la responsabiliza de situar a su partido «en una posición subalterna respecto al PP».
«Resultaba inaceptable para mí que, al final, después de todos los ejercicios de responsabilidad de Estado que habíamos hecho, el PSOE desbloqueara la situación sin que Rajoy hubiera hecho ningún intento de reunirse si quiera con nadie». Este fragmento choca de lleno con el recuerdo que tienen los parlamentarios socialistas, que promovieron la abstención «para acabar con una parálisis institucional que alcanzaba a toda nuestra democracia, incluyendo el funcionamiento mismo del Legislativo».
La pretensión de que tanto PP como Ciudadanos se abstengan para facilitar su investidura, dado que no existe una mayoría alternativa, no es nueva y Sánchez la defiende –para no depender de los independentistas– desde que se escrutaron los votos el 28-A. No obstante, esta petición vuelve a contradecir abiertamente la concepción que el propio presidente en funciones tiene de este ejercicio de responsabilidad, que consideraba para «muchos de nuestros votantes y para toda la militancia una posición indefendible». De hecho, Sánchez se revolvió hasta su dimisión contra esta posición que era mayoritaria en el PSOE en 2016 y que «se pretendía de manera subrepticia, sin que nadie lo dijera abiertamente, que yo adoptara una decisión con la que no estaba de acuerdo y asumiera la responsabilidad de esa abstención». Una abstención que, a su juicio, era «un error de magnitud histórica».
Ahora los socialistas pretenden que lo que su líder consideraba como una equivocación histórica, sea asumida por el principal partido de la oposición. «Os
podemos decir legítimamente que ahora es el momento de la reciprocidad», reza la misiva, para la que se han recuperado firmas de críticos como las de Eduardo Madina, que se enfrentó a Sánchez en las primarias primero bajo su candidatura y después apoyando a Díaz, e incluso las de convencidos del «no es no» como Ábalos o Lastra, que entonces votó con la nariz tapada «por imperativo legal, abstención» y que ahora estampa su firma para reivindicar un acto en el que se vieron «atrapados entre la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción».
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