Atentados terroristas en París
La conexión belga de la célula española de Estado Islámico
Era uno de los «arquitectos» de la célula española radicada en Ceuta que envió al menos a 28 muyahidines, nueve de ellos ceutíes, a engrosar las filas de Estado Islámico (Dáesh) en Siria entre abril de 2012 y junio de 2013. Y jugó «un papel esencial», según la sentencia que condenó el pasado octubre a penas de entre diez y doce años de prisión a los once integrantes de esa red, en la «supervisión» y «control» del envío de combatientes a Estado Islámico. Ismail Abdellatif, «Stifo», ceutí residente en Bruselas, era la conexión belga de esa red islamista y el único miembro de la organización terrorista vinculado a Madrid, pues era propietario de una vivienda en la capital.
Abdellatif viajó en cuatro ocasiones en un año desde Bélgica a Turquía para facilitar el traslado a territorio sirio de los voluntarios ceutíes, donde seis de ellos terminarían falleciendo en combate o en atentados suicidas. Fue detenido el 26 de septiembre de 2013 en Vilvoorde, una localidad industrial de la periferia de Bruselas considerada uno de los «semilleros» yihadistas. Los recientes atentados de París han puesto de nuevo el foco en el barrio de Molenbeek de la capital belga, que, en lo que respecta a España, ya estuvo en el punto de mira de la investigación de los atentados del 11-M. Dos de los condenados a los que la Fiscalía de la Audiencia Nacional señalaba como «cerebros» de la matanza (aunque el tribunal finalmente no los consideró sus autores intelectuales), Youssef Belhadj (arrestado en Bruselas en febrero de 2005 tras huir de España unos días antes del 11-M) y Hassan El Haski, residieron en Molenbeek, al igual que el hermano del primero, Mohamed Belhadj, que alquiló la vivienda de Leganés donde se inmolaron la mayor parte de los terroristas autores de los atentados de Madrid.
Abdellatif es, por tanto, el último eslabón belga de una célula yihadista desarticulada en Europa. Y, probablemente, no será el último. Su papel en la red ceutí fue, como se ha apuntado, relevante. De ahí que el tribunal que presidió la magistrada Concepción Espejel le condenara, como a Karim Abdeselam, a doce años de cárcel como dirigente de la célula, la máxima pena impuesta a los once condenados.
Fue el primero en desplazarse a Turquía, el 1 de abril de 2012, «antes del inicio de las operaciones» de envío de muyahidines desde España, para preparar la logística necesaria. Allí contactó con el responsable de la «katiba» en territorio turco, Abdelaziz El Mahdali, impartiendo instrucciones al enlace de la célula en Marruecos, Younes Souri, y éste, a su vez, trasladaba a los primeros desplazados, que aguardaban en España la orden para partir. Era, según la Audiencia Nacional, «una pieza del engranaje esencial», sobre todo en el paso de la frontera desde la provincia turca de Hatay. El propio líder de Al Qaeda, Ayman Al Zawahiri, había dado el pistoletazo de salida al envío de muyahidines a Siria con su arenga, «Adelante, oh leones de Sham», que Souri envió por correo electrónico a uno de los tres ceutíes que, dos días después, abandonaron la ciudad autónoma rumbo a Siria.
A partir de entonces, los desplazamientos a Turquía y Marruecos de «Stifo» para coordinar esos envíos fueron frecuentes. Regresó a Bruselas el 8 de abril y sólo diez días después voló a Tánger para supervisar el viaje de dos marroquíes. El día 21 estaba en Ceuta y, tres días después, de regreso en Bruselas. En apenas 48 horas, el 26 de abril, se volvía a subir a un avión con destino a Estambul. Horas después estaba en Antioquía, capital de la provincia fronteriza de Hatay, donde se hospedó en el mismo hotel (compartió de hecho habitación con uno de ellos) que los tres muyahidines ceutíes que entre el 2 y el 3 de mayo cruzaron a Siria.
Cumplido el objetivo, Abdellatif regresó a Bruselas el 10 de mayo para, sólo tres días después, volar a Tánger de nuevo, donde permaneció apenas diez días antes de volver a Bélgica el 22 de mayo. Una semana más tarde, el 30 de mayo, se encontraba otra vez en Turquía, coincidiendo con la inmolación de uno de los ceutíes cuyo viaje había supervisado, Rachid Hossain Mohamed, «Wahbi», quien empotró un camión cargado de explosivos contra un cuartel militar de Idlib (Siria). El 8 de junio voló de Hatay a Estambul y al día siguiente estaba de vuelta en Bruselas.
Durante el juicio, ante las preguntas del fiscal Vicente González Mota, «Stifo» justificó sus frecuentes viajes a Turquía por una supuesta labor humanitaria en un campo de refugiados. Pero en su ordenador los agentes no hallaron ni rastro de «vídeos, teléfonos, contactos o menciones relativas a organizaciones humanitarias» y sí búsquedas relacionadas con la guerra en Siria, vídeos de atentados terroristas de Jabhat Al Nusrah y material propagandístico de la yihad (algunas realizadas horas antes antes de su primer viaje a Turquía). «Jamás he entrado en una página yihadista», afirmó al tribunal.
Esas frenéticas idas y venidas se interrumpieron hasta diez meses después, cuando el 12 de abril de 2013 intentó entrar en Turquía y fue repatriado a Bélgica. En esas mismas fechas, nuevas remesas de yihadistas partieron hacia Siria desde Casablanca y Málaga.
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