Gobierno de España
La crisis Montoro reabre la fractura en el Gobierno y el PP
La tajante negación del ministro de Hacienda de que no se gastó dinero público para el 1-O y la tensión por la moción de censura a Cifuentes comprometen la imagen de unidad en las filas populares
La tajante negación del ministro de Hacienda de que no se gastó dinero público para el 1-O y la tensión por la moción de censura a Cifuentes comprometen la imagen de unidad en las filas populares.
Las crisis abiertas por el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, han hecho explotar las corrientes que existen dentro del Gobierno y que afectan a la cúpula del PP. Aunque una de las máximas del PP ha sido siempre la de cuidar la imagen de unidad, la pugna interna empezó por enfrentamientos personales, se justifica ahora en planteamientos políticos y ha llevado de nuevo a una percepción de grave fractura que hace crecer el pesimismo respecto a las perspectivas electorales del partido.
Montoro y su tajante negación de que se haya utilizado dinero público para el referéndum ilegal no sólo ha generado un profundo malestar en el Tribunal Supremo, por las consecuencias para sostener el delito de malversación en el proceso penal español y sus derivas internacionales. Con sus declaraciones, el titular de Hacienda también ha puesto en tensión a los ministros de Justicia, Rafael Catalá, y al titular de Interior, Juan Ignacio Zoido. Y ha dado aire a la corriente que dentro del Gobierno se identifica más con la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, que con la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. Montoro está en el equipo de Saénz de Santamaría, como la ministra de Trabajo, Fátima Báñez, por ejemplo. Pero al final la tensión añadida por la incógnita de la sucesión de Mariano Rajoy está sirviendo para que cada corriente intente sacar partido de las equivocaciones que afectan al Gobierno en vez de intentar ponerles sordina con la acción conjunta. Desde el partido éste es, precisamente, uno de los problemas que más desconciertan, la imagen de que no hay una acción organizada, de que cada uno va por libre y en función de sus propios intereses.
La causa contra Montoro tiene una deriva política decisiva porque a los populares no se les escapa que el impacto en el proceso penal contra el separatismo puede dar todavía más aire a Ciudadanos en relación al desafío independentista. Y esto es lo que realmente preocupa dentro del partido. La visión desde fuera del núcleo de poder es que los intereses personales se imponen sobre los generales y que falta más disciplina. Esta situación se produjo en la anterior Legislatura, en la que incluso se constituyó un «club» de ministros en el que la conexión estaba casi más en su vocación de poner zancadillas a la vicepresidenta que en sus propias afinidades personales.
En este mandato la entrada en el Gobierno de María Dolores de Cospedal no ha ayudado en nada a corregir la fractura que sigue el criterio simplista de «o con Cospedal o con Soraya». El último Congreso Nacional del PP quedó marcado por el pulso que ésta planteó para conseguir mantener todos sus cargos y añadir el de miembro del Gobierno. Ministra, secretaria general y la última gota fue la negativa a abandonar ni siquiera el cargo de presidenta regional del PP de Castilla-La Mancha. Aquello afectó a la relación de Rajoy con su «número dos», y el proceso de acoplamiento a la nueva dirección del PP ha llevado a que Rajoy despache directamente con el coordinador general, Fernando Martínez Maíllo, la mayor parte de las cuestiones del día a día de la organización.
En este contexto, en el Gobierno se pueden escuchar voces, próximas a Cospedal, que apuntan contra Montoro y que sostienen que «a un miembro del Ejecutivo no le corresponde poner piedras en la instrucción del proceso independentista» o que «la Justicia alemana puede utilizar sus declaraciones para rechazar que Puigdemont sea entregado a España por malversación de fondos públicos». Hablan de «imprudencia», mientras que oficialmente la instrucción es cerrar filas, como hizo el viernes el portavoz del Gobierno, Íñigo Méndez de Vigo, en la comparecencia del Consejo de Ministros.
Y también hay movimientos críticos contra la gestión política del «caso Cifuentes» y contra el hecho de que se haya permitido que, con el paso de los días, se instale la teoría de que la secretaria general y ministra de Defensa, con lo que representa, está con el PP de Madrid en la tesis de que hay que resistir hasta entregarle la cabeza de la presidenta madrileña a Ciudadanos porque, supuestamente, esto desgastará a Albert Rivera de cara a las futuras elecciones autonómicas. Sólo con tantear un poco el clima de opinión interno, no hay a nivel nacional ni territorial más voces significativas que se identifiquen con este criterio. Al contrario, desde la imagen de confusión que les llega entienden que lo que está haciendo la dirección nacional, aunque desconcierte la posición que se presupone a Cospedal, es ganar tiempo para aplicar la «vía murciana» antes de perder el Gobierno autonómico y a meses de unas elecciones muy difíciles para el partido. «Pasar a la oposición es dejar a mucha gente sin trabajo, perder el control del presupuesto y entregar a Ángel Gabilondo las llaves de todos los cajones de una Administración que hemos controlado durante años y en la que los hechos demuestran que en la etapa de Aguirre fueron muchas las cosas que se hicieron mal», sentencia un alto cargo del PP.
Malestar con Cifuentes
Además de lo que está en juego políticamente, este debate, con sus alineamientos, estalla las costuras del PP, donde cada vez hay más malestar con la actuación de Cifuentes y lo que entienden que es una «política de anteponerse personalmente a todo y a todos con tal de salirse con la suya». «Ella debe saber con qué respaldo cuenta, pero esto ya no va de competir por apropiarse de la bandera de la regeneración democrática. Sigue dando la imagen de que no cede en su apuesta por hacerse fuerte, incluso tirando de la manta contra los nuestros, y eso no suma en una situación como ésta», sentencia un dirigente autonómico de la periferia.
Paradójicamente, detrás de todo el ruido acaba saliendo siempre el runrún sobre cuándo Rajoy dará el paso al lado y de qué manera. Hasta la oposición ha empezado ya a dar aire a la tesis de que el presidente del Gobierno no será el candidato del PP a las próximas elecciones generales. «A ver si por estar más preocupados en quién es el candidato lo que ocurre es que lo que presentamos es una candidatura que no gana las elecciones», sentencia el mismo líder territorial.
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