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Los amigos de ETA llegan a los cines

El actor Aitor Merino presenta en Madrid el documental «Asier ETA biok», en el que justifica su amistad con el etarra Asier Aranguren, detenido hace seis días

Imagen del documental que se estrena el viernes en salas de cine
Imagen del documental que se estrena el viernes en salas de cinelarazon

¿Puede una persona de bien ser amigo de un etarra? A esta pregunta, no explícita pero presente como reflexión última, responde afirmativamente el actor y director Aitor Merino en su controvertido documental «Asier ETA biok» (en español, «Asier y yo»), que ha escrito y dirigido con su hermana, Amaia Merino. El filme desarrolla ante la cámara la historia de una amistad, la que el propio Merino, narrador en primera persona, mantiene desde la infancia con el etarra convicto Asier Aranguren Urroz.

El documental llega este viernes a los cines (se estrena con 12 copias, algunas en Madrid y Barcelona, la mayoría en el País Vasco), justo cuando Aranguren ha vuelto a ser noticia: tras ser detenido el pasado día 8 de enero, el lunes se dictó contra él orden de ingreso en prisión, acusado de pertenecer al «Frente de Cárceles». Es la tercera vez que Aranguren pisa la prisión: la primera fue como insumiso; la segunda, por pertenencia a banda armada en 2002, fue encarcelado cerca de París hasta su liberación en 2010. Merino (San Sebastián, 1972), actor de cine y teatro, vivió desde los siete años en Iruñea (Pamplona), donde conoció a su amigo, y lleva desde los 25 años en Madrid. «Soy mitad navarro, mitad vasco, pero amo Madrid», asegura.

En el filme, se plantea dudas, condena la violencia de ETA y deja clara su incomodidad ante algunos actos de exaltación abertzale. «Al principio yo no era consciente de que una película de este tipo podía molestar», reconocía ayer Merino, entrevistado por LA RAZÓN en Madrid. «Yo lo entiendo y me entristece, pero no por ello siento que eso me deslegitime para contar lo que quiero contar. Dudas, tengo muchísimas, en todo momento». Y asegura: «Hemos tratado de asumir que yo no tengo respuesta a todos los conflictos que me genera mi amistad con Asier y mi posición en este contexto sociopolítico; y esas dudas que tengo las hemos trasladado al espectador para que él saque sus propias conclusiones. Si puede». Y subraya: «Hay muchas cosas que no tengo claras, pero hay algunas que sí. Una de ellas es que el empleo de la violencia me parece ilegítimo».

La cinta subraya la tranquilidad del director ante el hecho de que su amigo no haya apretado el gatillo. Al final, el actor plantea al una duda: ¿y si él hubiera disparado? Para muchos espectadores, esto supondría, más que una diferencia, un matiz en el grado de condena. Para Merino, en cambio, ése sería el límite que pondría a prueba su amistad: «Sinceramente, creo que sí. Pero no lo puedo asegurar. Lo puedo imaginar, y me produce espanto». El cineasta sabe que, para muchos espectadores, el discurso de su largometraje será inasumible. «Yo entiendo que, para determinadas personas, esta cinta sea desagradable. Simplemente, que no vayan a verla. Nosotros no hemos hecho una película sobre las víctimas de ETA. Entendemos que las haya, y tiene que haber muchísimas más. Hay miles de historias que contar, pero hemos querido hablar de las vivencias que hemos tenido. Lo uno no quita lo otro, más bien creo que las cosas suman y ayudan a entender el complejo puzle que es el mundo».

El documental se prodiga en sensibilidad hacia esa amistad y hacia la familia de Aranguren, pero le falta esa misma sensibilidad hacia las víctimas de ETA: «Sí, la película no trata sobre ellos –reconoce éste–. Yo no soy una víctima de ETA. Lo soy en tanto que lo es toda la sociedad. Pero no han amenazado a mi padre. La primera vez que vi llorar a mi madre, yo era muy niño: un policía nacional acababa de matar a un amigo de mis padres en una manifestación. Yo he vivido otro tipo de cosas, de vivencias, y ésas son de las que hablo. Ahora, también he sido testigo del dolor que ha causado ETA y siento el máximo respeto por las víctimas. Pero esta película trata sobre una amistad con una persona que ha pertenecido a una organización que ha ejercido la violencia y sobre el conflicto que eso ha generado en mí».

Sobre el regreso a prisión de Aranguren hace tan sólo dos días, Merino reconoce que «la noticia me ha destrozado, sinceramente. Ha teñido lo que queríamos que fuera el estreno, una celebración, en un trago muy duro. A mí me gustaría que se hiciera una política tratando de ser constructivos, de aprovechar la posibilidad de un cambio en el País Vasco, y de facilitar que el final de ETA llegue». Y añade: «Más allá de consideraciones políticas, me preocupa y me duele muchísimo que ahora Asier va a estar preso lejos de su familia; y que su madre, que es una persona con una salud delicada y que además rechaza absolutamente el empleo de la violencia de ETA, tal y como se ve en la película, y que además reprueba que su hijo haya estado en ETA, lo cual no quiere decir que no le quiera, ahora está condenada a tener que viajar cientos de kilómetros». Y añade: «Cuesta imaginarse que los familiares, que no han cometido delito alguno, tengan que estar pagando por la persona que ha sido encerrada. Quiero recordar que todavía no está demostrado que Asier haya cometido delito alguno». De momento, y esta vez, claro, pues ya fue condenado en el pasado.

Un premio en «casa» de Bildu

«Asier ETA biok» se presentó en la pasada edición del Festival de San Sebastián, en septiembre de 2013, en una sección secundaria –Zinemira–, pero logró alzarse con el Premio Irizar, al que opta cualquier película en idioma vasco, incluidas las de la sección oficial. Fue un espaldarazo a un filme impecable en lo formal –es un buen documental en su aspecto narrativo, que mantiene la atención en la pantalla– pero cuestionable en lo moral de un certamen en el que el entorno abertzale ha hecho notar su peso desde que la alcaldía está ocupada por Bildu.