Podemos

Los anticapitalistas presionarán para echar a Errejón de la portavocía

El ala más radical quiere forzar su cese de cara al Congreso de Vistalegre, el próximo enero

Pablo Iglesias saluda a Carolina Bescansa en la Comisión de Exteriores del Congreso de los Diputados
Pablo Iglesias saluda a Carolina Bescansa en la Comisión de Exteriores del Congreso de los Diputadoslarazon

El ala más radical quiere forzar su cese de cara al Congreso de Vistalegre, el próximo enero

Las primarias en el seno de Podemos han abierto un escenario de reequilibrios internos en los que Pablo Iglesias refuerza su poder en el partido, mientras se diluye el de Íñigo Errejón. Lo que de facto ha vuelto a oficializarse es la ruptura entre ambos bandos. Y por más que se diga lo contrario oficialmente, el futuro del secretario político parece sentenciado. Ahora más que nunca. Ya sólo se espera el momento más propicio. A saber: Vistalegre II, el congreso que celebrará la formación a principios de 2017.

El evento promete convertirse en una reafirmación de la estrategia de la calle frente a la estrategia de oposición en las instituciones, el eclipse de la transversalidad ante la fuerza de la izquierda bronquista. A Iglesias sólo le queda deslizarse hacia la radicalidad, toda vez que el triunfo de las candidaturas oficialistas en Madrid o Andalucía, las dos federaciones con mayor número de simpatizantes, ha sido posible gracias al apoyo fundamental de Izquierda Anticapitalista, el ala más a la izquierda del partido, más rupturista y que, ojo, aboga por descentralizar el poder interno.

Esa tercera alma se alza como clave en el futuro de Podemos. En sus manos está inclinar definitivamente la balanza hacia un lado u otro. A la postre, ha acabado emergiendo como una reserva de votos que siempre ganará en las luchas internas. De los anticapitalistas procede Teresa Rodríguez, cabeza visible de la poderosa marca andaluza (que acaba de solicitar la fundación de la república «independiente» de Podemos Andalucía), pero también Isabel Serra, número dos de la ganadora candidatura madrileña de Ramón Espinar. «Cautivo» Espinar, para ser más precisos, pues Serra, en su entrada en el consejo autonómico, se le impuso incluso en votos: 13.774 frente a 13.686. Blanco y en botella. Los números mandan.

La influencia de los «anticapis» crece de manera exponencial a su poder orgánico. A Errejón en estos momentos se le ha puesto cuesta arriba incluso disputar su parcela. Aunque Iglesias lance llamamientos a coser las almas del partido, el acuerdo, ante dos proyectos tan antagónicos, se vislumbra imposible. Porque, además, después del correctivo recibido, lo único que esperan ya los pablistas de los errejonistas es su rendición. De hecho, dan por seguro que (más allá de algún fuego de artificio) finalmente no osará dar la batalla en Vistalegre y terminará abdicando. Realmente, Errejón, lo reconocen hasta sus más íntimos colaboradores, nunca se ha atrevido a dar un paso al frente para enfrentarse abiertamente con Iglesias.

En el ínterin, en este ambiente enrarecido tras la batalla, la Secretaría de Organización, alineada con Pablo Iglesias, ha dado ya un acelerón que ha encendido más todavía a Íñigo Errejón. Cuando Pablo Echenique presentó la «ruta» que recorrerá toda España para reunirse con los círculos y las bases, a los próximos al secretario político no les quedó duda alguna: se trataba de «aparatear» con los recursos del partido para recabar el apoyo de la militancia a favor del secretario general.

Así las cosas, los errejonistas pueden repetir hasta quedarse afónicos que no se sienten «deslegitimados» en sus apuestas, pero su estrella se apaga y el propio Errejón es bien consciente de ello. Mandatarios cercanos a Iglesias no esconden que su siguiente movimiento será aprovechar que el «indispensable» sector anticapitalista «imponga» el cese de Íñigo Errejón para apartarlo entonces de la portavocía de Podemos en el Congreso de los Diputados. Con todo, estas peleas, en las que se mezclan cuestiones ideológicas y estratégicas pero también personales, demuestran que en gran medida la formación morada es más una izquierda en construcción donde chocan unos y otros divididos en confluencias territoriales (Cataluña, Galicia, Comunidad Valenciana, ahora Andalucía) e ideas distintas (progresistas, comunistas, libertarios, feministas, ecologistas), que un proyecto con vocación ganadora y voz única en las grandes líneas de la política nacional.