El desafío independentista
Los tres factores que condicionaron la revuelta en Cataluña
Tres son los factores, entre otros, que han provocado, desde el sábado, la súbita caída de la fuerza de los disturbios que se producían en Cataluña, según fuentes consultadas por LA RAZÓN: la ruptura del relato de la sonrisa y de la revolución pacífica que preconizaban los organizadores de la revuelta; la profesionalidad con que actuaron Mossos d’ Esquadra y Policía Nacional; y el bloqueo a nivel nacional por la Guardia Civil, ese mismo sábado, de la plataforma Tsunamic Democratic, a través de la que se comunicaban consignas y lugares para realizar ataques.
Los citados inductores, que terminarán por ser identificados, se las prometían muy felices en los primeros momentos. Todo hacía pensar, después de lo ocurrido en los alrededores del aeropuerto del Prat y en otros lugares, que Cataluña se encaminaba a una situación de caos. Era lo que necesitaban para, a continuación, lanzar el mensaje al Gobierno que la única salida para resolver el problema era la negociación (algunos tratan de aprovecharse ahora de la situación) del derecho de autodeterminación y la salida de los presos del “procés” de la cárcel.
No contaban con varios factores muy importantes, quizás por su propia fanatización o por una pérdida de conocimiento de la realidad cotidiana que vive Cataluña: la “bestia” que ponían en marcha, integrada por los “cederros”, Arran, elementos venidos de fuera, etcétera, se les podía ir de las manos, como ocurrió. Pretendían transmitir un mensaje de violencia, pero no de barbarie, que terminó por asustar a muchos, incluidos separatistas. Obligaban a repetir a los agitadores que “la calle es nuestra”, pero la realidad no era ésa. Lanzaban mensajes de que había que ser “pacíficos”, pero no les hacían caso.
Tampoco contaban con la profesionalidad de las Fuerzas de Seguridad, Mossos y Policía Nacional (la Guardia Civil protegía las instalaciones de su competencia y se preparaba para intervenir en otros menesteres, como se verá). No controlaban a la policía autonómica que trabajaba codo con codo con la del Estado y esto no figuraba en el guión.
Debían estar perplejos, en sus cómodos sillones, por la resistencia, en algunos momentos heroica, de los agentes, que, por más que se quiera decir ahora, tuvieron una actuación proporcionada al problema de orden público que tenían delante. Las declaraciones de algunos representantes de la Generalitat en los peores momentos del conflicto resultaron patéticas.
Y llegó la puntilla. La Audiencia Nacional ordenó el cierre de la plataforma digital Tsunamic, a través de las que se distribuían las consignas y se indicaban los lugares donde atacar. La Guardia Civil, en un tiempo record, logró bloquear el artilugio telemático a nivel nacional; es decir, nadie se podía conectar desde España con Tsunamic mediante ordenadores, teléfonos, etcétera. La pérdida de operatividad de los agitadores era la puntilla.
Lo que pueda ocurrir en el futuro, hoy mismo, es incierto. De momento, los expertos creen que los inductores ordenaron el sábado que se disminuyera el nivel de la violencia y movilizaron a los que pudieron para lograrlo. Les guste o no, la intentona había resultado fallida, pero puede ser sólo el primer capítulo.
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