Génova
María Dolores de Cospedal: Una «coronela» que se atrincheró en Génova
Ha decidido ir a por todas. Y lo hará con la cabeza muy alta, como lo ha demostrado en estos duros años al frente de la Secretaría General del PP. Nadie puede negarle a María Dolores de Cospedal un carácter curtido en mil batallas y un coraje ineludible. Aguerrida en la lucha partidaria, a las duras y las maduras, y valiente por enfrentarse al ex tesorero Luis Bárcenas, que la tuvo en el ojo del huracán, esta madrileña de sangre manchega no se para en barras. Aporta un legado incuestionable: la primera mujer en ganar unas elecciones por mayoría absoluta y gobernar Castilla La-Mancha, el feudo histórico donde logró quebrar el poder del socialista José Bono. También la fémina pionera en dirigir el PP desde aquel Congreso de Valencia en el que muchas intrigas se movieron entre bambalinas, Mariano Rajoy renovó su liderazgo y apostó por ella. Desde entonces, Cospedal tuvo que dar la cara en muchos marrones, sobre todo los casos de corrupción, que ni estaban en su etapa ni eran suyos.
Madrileña de nacimiento, pero hija de una familia afincada en El Bonillo (Albacete), Mari Loli como la llaman en familia, fue una especie de «cerebrito», estudiosa y avispada. Sacó con sobresaliente sus oposiciones para abogada del Estado y llegó a la política de manos de su padre, Ricardo de Cospedal. Pero fueron Javier Arenas y Esperanza Aguirre sus grandes mentores en el PP. Con Arenas fue número dos en los ministerios de Trabajo y Administraciones Públicas, y con Aguirre, consejera de Transportes. Fue en un almuerzo en la Real Casa de Correos cuando Rajoy se fijó en ella para la Secretaría General, desde cuyo «aparato» hubo de lidiar con temas espinosos: los papeles de Barcenas, Gürtel y demás asuntos turbios que la hicieron desfilar por los juzgados. Siempre ha llevado a gala dar la cara ante esta hecatombe judicial, mientras otros miraban a otro lado. Se define experta en levantarse una y otra vez frente a sus enemigos, que los tiene, pero a quienes lidia con una sonrisa maléfica, un atractivo sibilino y una habilidad que muchos temen.
Incansable trabajadora, combativa, los suyos la adoran. Para sus detractores alberga un aire de conspiración que, sin embargo, disfraza con cierta dulzura. Pero Cospedal es mano de hierro en guante de seda, y así la definen en el Ministerio de Defensa, donde ha dejado un estupendo recuerdo. Casada con Ignacio López del Hierro, madre del niño de sus ojos, Ricardo, sabida es su eterna rivalidad con la otra dama del poder popular, Soraya Sáenz de Santamaría. Ante esta divergencia, siempre esboza una mueca de disimulo que la lleva a concluir su lema: «No voy contra nadie». Quiere ser elegante, aunque implacable. Altiva, si bien humilde cuando hace falta. Y sobre todo, sabe movilizar a sus leales si lo necesita. «Una coronela con pie firme», dice un alto mando militar que trabajó a sus órdenes en Defensa y donde, para no ser menos, se tragó y afrontó el marrón de la tragedia del Yak 42. Cuando en el último Congreso del PP Rajoy nombró a Fernando Martínez- Maillo coordinador general, muchos vieron su poder mermado. Pero Cospedal nunca dejó su despacho en Génova, la organización en Castilla La-Mancha y el aparato del partido. Se erige como su mayor defensora, de sus principios y valores, con un discurso ideologizado que logre movilizar a las bases. Sabe que esta es una riña acerada, porque su competidora Sáenz de Santamaría no se quedará atrás, pero exhibe el legado de la victoria. En medio de una contienda que se presenta más abierta que nunca, está dispuesta a medir sus fuerzas sin dilación. Como una Dulcinea en su tierra de Quijotes, al lema de su campaña: «Yo sí sé lo que es ganar».
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