El desafío independentista

Mas promete hoy fidelidad al Rey y a la Constitución

El president inicia su segundo mandato buscando desbordar la Carta Magna

En el Parlament no cabrá hoy un alfiler durante la toma de posesión de Artur Mas
En el Parlament no cabrá hoy un alfiler durante la toma de posesión de Artur Maslarazon

«¿Prometéis por vuestra conciencia y por vuestro honor cumplir fielmente las obligaciones del cargo de presidente de la Generalitat con fidelidad al Rey, a la Constitución, al Estatut de Autonomía y a las instituciones nacionales de Cataluña?» Artur Mas volverá a escuchar hoy esta pregunta de boca de la presidenta del Parlament, Núria de Gispert, antes de tomar posesión del cargo de presidente de la Generalitat. Ahora hace dos años Mas ya tuvo que hacerlo y entonces se inventó una respuesta inédita: «Sí, lo prometo con plena fidelidad al pueblo de Cataluña». A continuación, pronunció un breve discurso y afirmó que «la construcción nacional de Cataluña no es un trabajo para impacientes». Las cosas han cambiado mucho en este sentido. Ahora «la construcción nacional» se ha convertido en una urgencia para Mas, maniatado por ERC y comprometido con la convocatoria de una consulta de autodeterminación dentro de dos años.

Hay otras cosas que han cambiado en este tiempo. Hoy Mas es un presidente más débil, con menos capacidad para buscar socios y con problemas muy acuciantes de tesorería en la Administración. La Generalitat no tiene otro remedio que volver a recurrir al Fondo de Liquidez Autonómico (FLA) del Gobierno para hacer frente a sus vencimientos de deuda, que no dejan de crecer.

Es el gran contrasentido del dirigente nacionalista: busca la independencia de Cataluña en un momento en que la Generalitat tiene cerrado el acceso al mercado de créditos y necesita al Estado para, al menos, poder seguir con el agua al cuello y no naufragar definitivamente.

En paralelo a la delicadísima situación financiera de la Generalitat, Mas intenta romper la costuras de la Constitución, el texto al que hoy prometerá fiel cumplimiento. El líder de CiU dice que el pacto constitucional está roto, que ya no sirve porque PP y PSOE lo plantean como un muro para frenar «las aspiraciones nacionales» de Cataluña. Pocas veces CiU tuvo tan poco (50 diputados de los 135 del Parlament) y nunca se planteó tanto: un Estado propio.

La aventura de Mas despierta un gran escepticismo. No hay cobertura legal para transitar el camino hacia la independencia, aunque el presidente catalán está decidido a buscarla a nivel internacional, siguiendo el ejemplo de Kosovo.

Hoy comienza formalmente el mandato de Mas, probablemente el último, ya que el líder convergente ha unido su suerte como president a la suerte de la consulta. ERC no quiere pérdidas de tiempo innecesarias en el camino a Ítaca (la Cataluña independiente en el imaginario nacionalista). Por eso, ha obligado a CiU a firmar un pacto que establece una hoja de ruta muy determinada para lograr la consecución del estado propio.

En pocas semanas, CiU y ERC formularán una «declaración de soberanía del pueblo de Cataluña», el primer paso para ignorar la soberanía nacional. De inmediato, se reanudarán los trabajos para aprobar la Ley de Consultas, el instrumento con el que pretenden dar cobertura al referéndum de autodeterminación.

Para entonces, el pulso al Estado estará servido. Sin embargo, Mas asegura que tiene la voluntad de abrir un proceso de negociación y diálogo con el Gobierno con el objetivo de consensuar la convocatoria de la consulta. En realidad, no hay nada de qué hablar porque Mariano Rajoy ya ha dicho en repetidas ocasiones que su obligación como gobernante es cumplir y hacer cumplir la Constitución. El texto no regula la posibilidad de que una de las comunidades pueda segregarse mediante un proceso de autodeterminación.

Muchos analistas opinan que Mas inicia hoy un recorrido que acabará en un callejón sin salida. En todo caso, los ánimos prometen caldearse. A la Generalitat le interesa la confrontación con el Gobierno y hoy el presidente dará la primera prueba de que nada va a frenarle. Ni la Constitución ni el Rey, a los que promete fidelidad.