El desafío independentista

Más que un club

Más que un club
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Yo vibré con el Athletic Club de Bilbao en cuanto tuve uso de razón, sus gestas de entonces (años 70), los recibimientos multitudinarios en el Arenal de Bilbao, la alineación memorizada, el orgullo de los jugadores de aquí, unos jugadores cuyos cromos coleccionaba y a los que seguido dibujaba con lápices de colores para pegarlos en la pared de mi habitación. Era el club de todos los jóvenes vascos y más de los que soñábamos con fútbol y con poder jugar ensu equipo algún día. Ya hace tiempo que dejó de ser mi club. Coincidió con mi despertar a lo que era mi tierra y su (al principio inexplicable) indefendible relación con un grupo de asesinos organizados, también todos muy de aquí. El club no propuso nunca guardar un minuto de silencio por los asesinados por ETA ni aunque fueran socios o exdirectivos, ni aún pasados los 700 muertos: “No hay que mezclar fútbol y política”. Solo Isaías Carrasco se pudo llevar esa gloria pero después de los 8 segundos de pitadas provenientes de las gradas más radicales, el silencio fue vencido. El sonido de la miseria moral, ganó. El silencio sí que fue emotivo, respetuoso y atronador tras los asesinatos del etarra “Argala” en 1978 y del dirigente batasuno Santiago Brouard en 1984.

Este fin de semana se ha llevado a cabo una cadena humana por el derecho a decidir que el mundo independentista vasco ha organizado entre las capitales de la Comunidad Autónoma Vasca para visibilizar que toda Euskalherria está por la independencia, aunque hoy solo un 20% de la población de Euskadi (aún menos en Navarra, no digamos en “Euskadi norte”) se declare independentista. Toda la vida igual: todo el Pueblo solo son ellos. “Jornada festiva” dicen algunos diarios. “Ellos se lo pasan mejor”, me dice un amigo. Los demás somos los aguafiestas, manejando estadísticas, mayorías, leyes,...

También el club de fútbol de Bilbao se unía oficialmente (mediante un tuit) a esta marcha.” El Athletic Club se une a la reivindicación social del derecho a decidir”.

Resulta que también el Athletic es más que un club y para ayudar a que lo sea tiene un jefe de prensa amigo personal de un eficaz asesino (Felipe San Epifanio, condenado a 250 años) y a quién dedicó un emotivo tuit el día de su salida de la cárcel el año pasado.

La “cadena humana” fue además visiblemente solidaria con el pueblo catalán (o sea, con los independentistas) y sus presos (golpistas), así como con los jóvenes encarcelados de Alsasua y cómo no, con nuestros presos terroristas. No he leído en ninguna parte que algún participante se sintiera incómodo por haber compartido cadeneta con alguna de estas reivindicaciones. Los niños son llevados en masa pero no opinan, claro. “Jornada festiva”. Ni siquiera los cargos públicos que participaron (Urkullu, Ortúzar, el alcalde de Bilbao, la presidenta del Parlamento Vasco,...) se han molestado por ello. ¿Qué quiere decir esto? Bueno, pues que no hay problema, porque va todo junto. Lo cual no es una sorpresa para nadie que viva aquí, pero sí un gran y grave defecto de observación muy común en la clase política no vasca.

“El fútbol es el vehículo ideal para reforzar los nacionalismos” dice el investigador Alejandro Quiroga autor del libro “Goles y banderas”. Ya lo vamos viendo.

Diferentes sensibilidades unidas por el amor al fútbol, se ha solido decir. Podría ser. Más bien creo que el Athletic (como el Barcelona) une sensibilidades pero siempre que se sobreentienda que esa unidad conlleva que las sensibilidades menos sensibles con lo nacionalista se callen debidamente, por sensibilidad, y a poder ser, siempre. Pero no es por nada, es lo que tiene “ser más que un club”.

Iñaki Arteta Orbea