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No del Congreso a romper España

La bancada popular aplaude la intervención del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.
La bancada popular aplaude la intervención del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.larazon

En bloque, con argumentos políticos, jurídicos y de sentimientos. Una votación y un rechazo abrumadores a la ruptura de España y cualquier veleidad separatista. El pulso de Artur Mas se ha saldado con una respuesta inequívoca, un varapalo en toda regla.

En bloque, con argumentos políticos, jurídicos y de sentimientos. Una votación y un rechazo abrumadores a la ruptura de España y cualquier veleidad separatista. El pulso de Artur Mas se ha saldado con una respuesta inequívoca, un varapalo en toda regla. Aunque sus enviados, que tanto se llenan la boca de diálogo, democracia y respeto, desdeñen la voluntad de la soberanía nacional. Algo que ni siquiera se atrevió a plantear el lendakari vasco, Juan José Ibarrretxe, hace ahora nueve años, cuando defendió en persona y en directo su Plan soberanista. Frente a la respuesta rotunda del Congreso, es inadmisible la amenaza de seguir adelante. El discurso de Mariano Rajoy, uno de los mejores de su larga oratoria parlamentaria, secundado por Alfredo Pérez Rubalcaba, revelan que la unidad de España no tiene fisuras. En los pasillos de la Cámara, al término de un agotador debate, la conclusión era clara: «A éstos les ha salido el desafío por los suelos».

Nueve años después, en el mismo escenario pero con actores diferentes, a excepción de tres políticos: Mariano Rajoy, Alfredo Pérez Rubalcaba y Josep Antoni Duran Lleida. Son los únicos que estuvieron e intervinieron en aquel Debate sobre un nuevo Estatuto de Autonomía para Euskadi, llamado Plan Ibarretxe, porque el entonces lendakari vasco sí dio su nombre al texto, la cara ante el Congreso, y la defensa ante todo el Parlamento español. Aquel 1 de febrero de 2005, José Luis Rodríguez Zapatero era presidente del Gobierno y, tan sólo Rajoy, Aocupaba un puesto diferente al actual: era el líder del PP en la oposición, mientras Rubalcaba habló como portavoz del Grupo Socialista en la Cámara Baja, igual que Duran por parte de CiU. Presidía la sesión el socialista Manuel Marín, más tibio, algo remilgado y menos enérgico que el soriano Jesús Posada.

Aquel 1de febrero, Rodríguez Zapatero enfatizó un discurso rotundo: «Mientras yo sea presidente del Gobierno de España no se aprobará esta propuesta», según recoge el Diario de Sesiones. Una reflexión que tantas veces ha hecho suya el sucesor, Mariano Rajoy, quien nueve años después, investido como presidente del Gobierno, no ha variado un ápice su postura: España no se rompe. Un discurso magnífico, entre Cicerón y Castelar, que hacía vibrar a Alicia Sánchez-Camacho, instalada en un escaño junto a Javier Arenas. Las dos Sorayas, bien atentas. La vicepresidenta, impecable, serena, tomaba notas sin parar. La socialista, mascaba un chicle para atenuar los nervios. Rubalcaba se cobija bajo el paraguas federal y una reforma constitucional. Duran insiste en su oferta de diálogo para frenar el desastre, que él ya predijo hace tiempo. El PNV, en su eterna línea de arrimarse al árbol que más convenga. Izquierda Unida y sus brazos ecologistas, demagogos, sin ningún sentido de Estado. ERC y Amaiur, echados al monte. Y la locuaz Rosa Díez, inexistente durante el Plan Ibarretxe, ahora emergente.

Por encima del tiempo, ambos debates tienen diferencias y similitudes. La primera radica en la ausencia de Artur Mas en el Congreso, algo muy criticado incluso entre sus propios diputados de CIU. «Ibarretxe se tragó la cola, Mas se ha escondido en ella», decían algunos en referencia a las propias palabras del presidente de la Generalitat para justificar su no presencia. La similitud estriba en una Ley de consultas previa y, de ahí, un paso hacia la independencia. En el caso del País Vasco, la Ley fue recurrida por el Gobierno y el PP ante el Tribunal Constitucional, y declarada nula por invadir competencias del Estado. Un fracaso que también rodea la iniciativa catalana y que aboca a Artur Mas a un desenlace político. «No hay otro plan B que unas elecciones», afirmaba la mayoría. Mariano Rajoy aludió a la isla de Robinson Crusoe para definir el destino donde Mas, como en la novela de Daniel Dafoe, conduce a los catalanes. El envite secesionista ha sido amplia e inequívocamente derrotado. Hace nueve años, Juan José Ibarretxe perdió el pulso y acabó su vida política. Ahora, Artur Mas afronta el suyo. Tras la votación, las palabras de Mariano Rajoy resonaban por las puertas del Congreso: con las manos abiertas y la Constitución en ellas. La pelota queda en el tejado de Artur Mas. Está por ver qué vía escoge: si salir a flote con dignidad, o el naufragio sin piedad.