Londres

Nunca tan pocos causaron daño a tantos

La Razón
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Lo dijo Winston Churchill en relación con los pilotos de la RAF que combatieron contra la Luftwaffe en el curso de la batalla de Inglaterra: «Nunca tantos debieron tanto a tan pocos». La frase era buena y, por añadidura, reflejaba una realidad. Aquel reducido número de aviadores había salvaguardado a Gran Bretaña de una invasión y demostrado que parar los pies a Hitler era posible. Por desgracia, el efecto de unos pocos en la vida de millones de personas no siempre ha sido positivo. Un ejemplo evidente lo tenemos en las consecuencias que, de momento, pueden derivarse de la publicación de unas fotocopias que un «grupo mediático fácilmente identificable» llama los «denominados papeles de Bárcenas». Durante el último año, tras una época que, con mucha moderación, se puede calificar como turbulenta, España conocía el sosiego en los mercados financieros. No era poco teniendo en cuenta que esa circunstancia suele ser el preludio de la recuperación económica. La publicación de unas fotocopias que no constituyen prueba judicial alguna provocó, sin embargo, un seísmo. El mismo jueves en que las fotocopias eran aireadas, la Bolsa española daba la vuelta y, tras ganar más de un 4 por ciento en el primer mes del año, se desplomaba en un 2,45. El viernes, la reincidencia mediática volvía a golpear los mercados y el selectivo caía otro 1,59 por ciento. El mercado de deuda permanecía prácticamente inmóvil en los 350 puntos. Iba a ser por poco, poquísimo tiempo. El fin de semana, el jefe de la oposición se apoyaba en las fotocopias para pedir la dimisión del presidente del Gobierno. El empeoramiento de los resultados no se hizo esperar. El hundimiento del Ibex 35 iba a continuar hasta llegar a cifras semejantes a las de inicios de diciembre. En tan sólo cuatro sesiones el selectivo se dejó 753 puntos. El lunes, cerraba un descenso del 3,77 por ciento, quedándose en los 7.919 puntos. Era la peor caída desde el 26 de septiembre de 2012. En lo que se refiere a la prima de riesgo, subió a inicios de la semana 30 puntos, situándose en los 383 al cierre. No era para menos porque no sólo los mercados se habían hecho eco de la agitación que sufría España, sino también de los llamamientos a que cayera el actual Gobierno y fuera sustituido por otro de concentración nacional presidido por Alberto Ruiz-Gallardón. De nuevo, la doctrina la dictaba el «grupo mediático fácilmente identificable». Las consecuencias para la Bolsa eran inquietantes. El banco de Santander se desplomaba un 5,7 por ciento, la tercera mayor caída; el BBVA, un 4,72; Telefónica se dejaba un 3,87 y Repsol, un 4,61. En otras palabras, los dos bancos españoles más importantes y dos de las empresas más relevantes en el plano internacional eran incapaces de neutralizar el impacto de unas fotocopias. No era magro daño cuando España aún se esfuerza por sanear la banca y lucha por abrirse camino en el exterior hasta ahora con cierto éxito. Pero España, como los hombres del poema de John Donne, no es una isla. Muy pronto, el impacto de la agitación desencadenada en España afectaba al resto de plazas europeas. El Cac 40 de París cedía un 3,01 por ciento, el Dax alemán un 2,49 y la Bolsa de Londres, un 1,58. La marca España, la recuperación, la Bolsa, la prima de riesgo, la estabilidad del euro, el descenso del desempleo... afectados negativamente por unas fotocopias sin valor probatorio alguno... Ciertamente, nunca tan pocos causaron daño a tantos.