Partidos Políticos
Pablo Casado: Una voz limpia
Dentro de su gran mutismo, algunos periodistas se lo escucharon decir a Mariano Rajoy, hace unos días, en los pasillos del Congreso. Cuando se le preguntó por los nuevos equipos en el PP, su respuesta fue clara: «Necesito gente joven, limpia y valiente». Perfil que cumple a la perfección Pablo Casado Blanco, un chico apuesto, preparado y buen orador, que conjuga haberse forjado en las filas del aguirrismo, el aznarismo y haber llegado a ser todo un valor en el marianismo. Pocos pueden presumir de tal proeza, pero este rostro bien conocido en las tertulias televisivas tiene en su trayectoria el mérito de haber trabajado con los tres grandes líderes del partido sin provocar heridas y suspicacias. Al contrario, Pablo fue siempre una especie de «niño bonito» alabado y admirado por todos.
Porque no sólo de Pablo Iglesias vive la política española. Ni de broma. A partir de ahora este nuevo Pablo está ya consolidado como la nueva apuesta en la comunicación del PP. Más política, más cercanía y menos tecnócratas, sí señor. Nacido en Palencia, hijo y hermano de médicos, empezó a destacar en política de la mano de Esperanza Aguirre. Fue presidente de Nuevas Generaciones de Madrid, diputado en la Asamblea y jefe de Gabinete de José María Aznar. Quién lo diría a sus treinta y cuatro años. Su formación académica no es baladí, estudió Derecho y su currículum está plagado de másters en las mejores Universidades de Estados Unidos, Georgetown y Harvard, sobre gestión legislativa. Todo un «cerebrito», según cuentan quienes bien le conocen.
Su matrimonio con una acaudalada alicantina, Isabel Torres Orts, no le ha hecho cambiar de vida ni ejercer de «pijo» pudiente. Ella, nieta del empresario Luis Torres Fenoll, llamado el «rey de los caramelos» por fundar en Elche la empresa Damel, es una mujer muy discreta, profesora, lejos de la imagen de niña rica o mujer florero. La pareja vive en un piso cerca del madrileño parque del Retiro, donde hacen una vida muy normal. A Pablo le gusta pasear con sus dos hijos, niña y niño, que son sus «ojitos derechos» y con quienes disfruta de un buen helado siempre que puede. Pablo se define de centro-izquierda y su reto es tajante: «A mí la izquierda no me da lecciones de nada».
Su figura ha estado en alza y su carrera ha sido fulgurante, que muchos atribuyen a su buena relación con la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. Desde La Moncloa, Pablo fue catapultado hacia los programas de mayor audiencia en televisión y se fajó como nadie contra los «cachorros» de Podemos. Sonoros son sus debates y épicas algunas acusaciones que él supo rebatir con inteligencia y educación.
Es de los políticos sencillos que se ponen al teléfono, contestan los mensajes, nada engolado y dispuesto al paseíllo por las principales cadenas del país. Su buen instinto le ha valido para sortear fuertes ataques del otro Pablo, el radical de Podemos, que ya no quiere batirse el cobre dialéctico con él. El coraje se demuestra hablando. No en vano, hace tiempo el partido encargó a Casado la comunicación on-line.
Ahora este joven palentino, diputado por Ávila y tertuliano avezado, afronta el reto de ilusionar con su mensaje a los descontentos del Partido Popular. Su ascendente carrera tiene ya el objetivo de comunicar bien y mejor. Supo nadar con habilidad entre las dos aguas del partido, conservadoras y liberales, vieja y nueva guardia. Algo nada fácil, por encima de intrigas de poder, que Mariano Rajoy ha valorado. El propio Aznar, en uno de sus mítines en la campaña del 24-M, lo dijo en voz alta: «Si hay renovación, que empiece por Pablo». Al menos, en esto, Rajoy sí le ha hecho caso.
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