Rafael Mayoral
¿Pudimos?: cómo perder 1.500.000 votos desde 2016
Iglesias, el líder peor valorado por sus propios votantes, retrasa la ejecutiva de Podemos y quema las últimas etapas de su erosionado liderazgo mientras trata de rediseñar su estrategia.
Iglesias, el líder peor valorado por sus propios votantes, retrasa la ejecutiva de Podemos y quema las últimas etapas de su erosionado liderazgo mientras trata de rediseñar su estrategia.
Ninguno de los líderes de los cuatro principales partidos políticos se ha tomado tan en serio el descanso en las vacaciones de Navidad como Pablo Iglesias. El líder de la formación morada apenas ha emergido del mutismo en el que le sumió el fiasco electoral de su partido en las catalanas del 21 de diciembre. No se le ha escuchado un comentario de los resultados de la cita electoral ni una valoración al cierre del año político, que corrió a cargo de Rafael Mayoral. Motivos no faltan para que la causa de este retiro sea el intento por parte de Iglesias de diseñar una estrategia cabal que frene la sangría de votos que Podemos sufre en todas las encuestas y el evidente desgaste que su liderazgo está experimentando, paradojicamente, desde su triunfo frente a Errejón en febrero.
En la caída libre de la marca «Pablo Iglesias», que ha perdido ya millón y medio de votos desde 2016, han contribuido muchos factores: las purgas –traumáticas como la de Errejón, civilizadas como la de Bescansa– en sectores críticos dentro del partido, la pésima gestión de la crisis secesionista, en la que Iglesias ha subcontratado su táctica a la de los comunes con pésimos resultados, y sobre todo, el retorno de Pedro Sánchez a la Secretaría General del PSOE.
Lo más preocupante son, no obstante, las conclusiones que arroja el análisis del «porqué» está perdiendo votos Iglesias sino el «dónde» los está perdiendo. El politólogo Pablo Simón, de la Universidad Carlos III de Madrid, a tenor de lo visto en sucesivos estudios del CIS, cree que la sangría se está produciendo en «zonas urbanas, y en votantes jóvenes de territorios sin identidad mixtas donde no hay eje territorial activo ni tensiones independentistas». Además, llama la atención sobre el hecho de que el descenso en intención de voto de Podemos empieza a acentuarse con Vistalegre II y está relacionado de manera directa con la manera que el líder del partido tuvo de lidiar con los focos de disidencia que se formaron en sus propias filas. «Curiosamente, los protagonistas más atractivos para los electores fuera del partido, como por ejemplo Errejón, fueron derrotados y salieron fortalecidos los que menos capacidad tienen de hacer crecer a Podemos». De hecho, según el mismo CIS, Pablo Iglesias es el líder político peor valorado por sus propios votantes.
Una cosa está clara, Pablo Iglesias tiene poco tiempo para reinventar su propuesta política, ya que a partir de septiembre todos los partidos políticos deberán tener definida su estrategia para las municipales y las autonómicas de 2019, un ciclo electoral que tendrá como pistoletazo de salida las andaluzas de febrero. La formación morada intentará a buen seguro buscar refugio en confluencias y siglas instrumentales a nivel municipal con liderazgos más amables que el de Iglesias.
«La estrategia de Podemos naufragó cuando Sánchez retornó a la Secretaría General del PSOE. Su táctica sólo le servía para la gestora», asegura Simón. La confrontación constante con el «bloque monárquico» no está dando buenos resultados a un desorientado Iglesias y prueba de ello es el poco recorrido que ha tenido el concepto de «trama», del que nadie habla ya, comparado con el de «casta» que catapultó a Podemos en sus orígenes. El partido morado parece incapaz de polarizar el debate político y sigue en un incómodo limbo que tienen todos los visos de prolongarse en el tiempo, ya que la crisis territorial en Cataluña
–que tanto daño a hecho a los de Iglesias– continuará durante, probablemente, meses.
Este último punto, que Ciudadanos tratará de convertir en viento de cola durante 2018, será viento de cara para Podemos durante unos meses en los que el jóven partido se juega su futuro.
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