El desafío independentista
Puigdemont responderá que fue una declaración formal sin votar
El president argumentará que el «pueblo» de Cataluña se mostró partidario de la secesión, que no fue declarada pero no se descarta, y aboga por negociar o una mediación internacional.
El president argumentará que el «pueblo» de Cataluña se mostró partidario de la secesión, que no fue declarada pero no se descarta, y aboga por negociar o una mediación internacional.
Carles Puigdemont debe dar hoy antes de las 10 de la mañana una respuesta al requerimiento enviado por el Gobierno presidido por Mariano Rajoy. Su contestación es el secreto mejor guardado porque es consciente de que no debe defraudar al mundo independentista, sobre todo al poderoso grupo que le insta a romper con España de inmediato, y al tiempo debe medir bien sus palabras para que las medidas del Ejectuivo no pongan en jaque a la Generalitat. De momento, Puigdemont, a pocas horas de tomar su decisión más importante, sólo ha dicho que la tomará sustentada en «su compromiso, y el del gobierno, con la paz, el civismo, la serenidad, la firmeza y la democracia», como inspiradores «de las decisiones que hemos de tomar». El domingo fue la calma que precede a la tormenta.
Fuentes conocedoras de los entresijos de la situación han informado a LA RAZÓN que la respuesta será ambigua e interpretable y, sobre todo, compleja. En síntesis, la línea argumental sería que ante el Parlament se hizo una declaración formal de intenciones, pero que esta declaración formal no fue votada. Al tiempo, en la respuesta Puigdemont pondrá en valor el referéndum del 1 de octubre, la gran movilización realizada y las aspiraciones del «pueblo» de Cataluña. En conclusión, el «pueblo» de Cataluña se mostró partidario de la independencia, que esta independencia no fue declarada, pero no está descartada, abogando por la negociación o la mediación internacional.
El texto, por tanto, amenaza con ser lo suficientemente complejo para que Puigdemont no renuncie a la independencia al tiempo que no se salte, definitivamente, la Constitución y evite medidas que pongan en peligro la Generalitat. Este enfoque le permitiría tener base legal para enfrentarse a la aplicación del 155, porque su declaración no implica una independencia real mientras no sea reconocida.
De esta manera, trata de contentar al conjunto del mundo independentista y contener la reacción del Gobierno de España, dejando las puertas abiertas pasando la pelota de nuevo a Rajoy, y no agravar más la confrontación ya existente. Las fuentes consultadas señalan a Artur Mas como el mentor de este movimiento que estaría en línea con la dirección del PDeCAT. Así, Puigdemont podría ganar tiempo para llegar a un escenario, mejor que el actual que no es nada halagüeño para el PDeCAT, en el que pudiera convocar elecciones.
Ayer Marta Pascal, la coordinadora del partido, no se entrevistó con Puigdemont. Dedicó el domingo a «hacer territorio» y hablar con la militancia. Pascal lidera este sector moderado que quiere evitar un choque frontal con el Estado que «pondría en cuestión a la propia Generalitat, perdiendo competencias en materia de seguridad, educación y quién sabe», apuntan. Además, por primera vez en este proceso, se reconoce que una DUI tendría repercusiones en la seguridad pública y podría «generar violencia en la calle». Además, a pesar del discurso oficial de que no pasa nada, la deserción de empresas, la paralización de inversiones, la caída del turismo y la hostilidad de los mercados obligan «a explorar todas las opciones». En este sector se quejan de la falta de respuesta por parte de Madrid, pero lo cierto es que en estas horas se han establecido múltiples contactos, aunque no puedan llamarse conversaciones para buscar una salida. También en este grupo pesa, y mucho, que Europa y EE UU hayan dado la espalda, lo que en palabras de Artur Mas se traduce como que «Cataluña no está preparada para la independencia».
Sin embargo, el grueso del independentismo –ERC, CUP, ANC y Òmnium– no está por la labor de contemporizar, apuesta por la Declaración Unilateral sin más dilación. Oriol Junqueras mantiene una ambigüedad calculada y será una de las pocas personas que conozca la respuesta de Puigdemont antes de que se produzca. Le interesa una convocatoria electoral, pero quiere que sea consecuencia de un fracaso de Puigdemont. Por eso, ERC mientras formalmente apoya al presidente catalán abandera la defensa de la proclamación de la DUI. Este sector considera irremediable el choque haga lo que se haga y, sobre todo, «ante la falta de diálogo». Un diálogo que pretenden forzar declarando la independencia, poniendo a la gente en la calle para «plantar cara al Estado», bloqueando la economía y el país, y ante el caos será inevitable una mediación europea impuesta a Madrid.
Puigdemont anunciará su posición. De sus palabras se abrirá un conflicto con el Estado o un conflicto en el mundo soberanista. Porque en este último grupo, la CUP no se avendrá a veleidades. Quiere la declaración de la República Catalana o abandonará el Parlament, por tanto, liderará la calle. Todos, sin embargo, coinciden en una cosa. Suceda lo que suceda tras la respuesta se avecinan «meses muy convulsos» en los que ya se habla de violencia sin disimulo.
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