Ciudadanos

Rivera: Entre la euforia y el miedo a un error

El partido espera hasta la fecha de la moción a Cifuentes para mostrar sus cartas, pero en el seno de Cs alertan del riesgo de bandazos por sus apoyos en ocasiones al PP y en otros al PSOE

Albert Rivera
Albert Riveralarazon

El partido espera hasta la fecha de la moción a Cifuentes para mostrar sus cartas, pero en el seno de Cs alertan del riesgo de bandazos por sus apoyos en ocasiones al PP y en otros al PSOE.

Mejor quietos que cometer un solo error. Encumbrado por las encuestas, es la táctica que pretende seguir Ciudadanos, pero el escándalo universitario de la lideresa madrileña les ha puesto en jaque. «Cifuentes es nuestra prueba de fuego», reconocen en privado dirigentes de la formación naranja ante la moción de censura presentada por el PSOE. La presidenta «masterizada», como la llaman por los pasillos de la Asamblea de la Comunidad, supone un escenario político en toda regla para el partido que recoge votos del PP y los socialistas, algo que las todavía formaciones mayoritarias piensan aprovechar en su beneficio. Mariano Rajoy y Pedro Sánchez quieren trasladar a Cs la responsabilidad final de la posible caída de Cifuentes por dos motivos diferentes. Para Rajoy, situar a Rivera como un dirigente que acaba votando con Podemos en detrimento de sus simpatizantes de centro-derecha. Y en el caso de Sánchez, acusar al líder naranja de pasar de ser un azote contra la corrupción a encubridor de la misma. El dilema está servido.

A pesar de las presiones, de momento la estrategia es tomar el asunto con calma. Según fuentes de Cs, desde el pasado miércoles las conversaciones entre Ignacio Aguado, José Manuel Villegas y el propio Rivera han sido incesantes. El portavoz en la Asamblea regional insiste en su petición de una comisión de investigación, algo a todas luces irrelevante a tenor de cómo van los acontecimientos, ya en la Fiscalía, y su único propósito es ganar tiempo. La frase de la cúpula naranja, que corrió cómo la pólvora por el Parlamento madrileño y que se trasladó al portavoz Aguado es clara: «Nos viene muy bien el desgaste gota a gota». Así, Rivera habría decidido aguardar los quince días de plazo hasta la fecha de debate de la moción socialista, «sin descartar nada». Su posición ante los sondeos que le ubican como un partido transversal que recibe votos del PP y el PSOE se mueve entre la euforia y el miedo, un riesgo evidente si finalmente el escándalo se complica y decide mantener a Cristina Cifuentes.

Las opiniones en el seno del partido naranja no son unánimes. Según ha sabido este periódico, un sector plantea apoyar la moción socialista en su línea de combatir cualquier irregularidad. En esta posición destaca la lideresa catalana Inés Arrimadas, muy contestada en el Parlament y una parte de la sociedad catalana por su inacción pese a haber ganado las elecciones. ¿De qué nos ha servido votarla?, se preguntan muchos en el bloque constitucionalista ante la pasividad de Arrimadas diluida en medio de los independentistas y fuertemente presionada por el PSC para que ahora levanten la antorcha contra Cifuentes. De momento, Rivera prefiere esperar ante el nerviosismo de Ignacio Aguado que, en los últimos días, «no sabe ya dónde meterse», en palabras de diputados autonómicos. Todo el mundo sabe que la comisión de investigación es «un cachondeo», según estas fuentes, sin ninguna validez dado que el caso está ya en manos de la Fiscalía. La pelota queda ahora en manos de Cs, algo que no piensan desaprovechar en el PP y los socialistas.

«Seguimos con la respiración asistida». Así definen varios dirigentes naranjas la estrategia de Rivera de erosionar a Cifuentes hasta el último momento. Todos los rumores saltaron el pasado jueves en la Asamblea ante la noticia de las falsas actas del máster. Según varias fuentes, Cifuentes planteó la posibilidad de disolver la Cámara autonómica y convocar nuevas elecciones, algo que en Génova hizo saltar las alarmas. Un órdago en toda regla para forzar su respaldo público en la Convención de Sevilla que, para Ciudadanos, es un ardid maquiavélico, dado que la disolución es imposible, según el Reglamento, por la moción de censura ya presentada. Otros medios apuntaron la «opción murciana», es decir, la exigencia de los naranjas de presentar un candidato alternativo para mantener su apoyo al gobierno madrileño y no figurar como responsables de su caída. En el entorno de Rivera insisten: aguardar y ver con todas las opciones abiertas.

Erigido en ese cambio sensato que tanto invoca, avivado por las encuestas, Rivera se va ya como un firme candidato a la presidencia del Gobierno. Pero en el PP y el PSOE opinan que su decisión final ante el caso de la presidenta «masterizada» es su auténtica prueba de fuego. «Nada hay peor en política que el miedo», aseguran los socialistas. «Algunos no entenderían su alianza con Podemos», arguyen los populares. Y en el seno de Cs son muchos quienes alertan del riesgo de bandazos por sus apoyos al PP en algunas ocasiones, al PSOE en otros, que pueden suscitar en su potencial electorado dudas sobre un político sin estrategia definida y un partido con ideología variopinta. Aunque la mayoría de sus votantes proceden del centro-derecha desencantado, fuentes del PSOE admiten también una franja de socialistas moderados a su favor, sobre todo por el discurso españolista y contra la corrupción.

Un experto sociólogo curtido en mil batallas, que trabajó en las más importantes campañas del PSOE, define la estrategia de Rivera con un título de película: Remando al viento. La espléndida cinta de Gonzalo Suárez, inspirada en la figura de Lord Byron, muestra a un personaje mitad romántico, mitad trágico. Tal parece ser el líder de Cs, a veces contundente en su oferta de cambio, y en otras dubitativo como en el caso de Madrid.

Mientras su dirigente andaluz, Juan Marín, mira para otro lado en los casos de los ERE que afectan a los socialistas, el madrileño Ignacio Aguado tiene ante sí el asunto de Cifuentes. «Le hará pasar las de Caín», advierten en Cs, con la guadaña del PSOE en ciernes para que apoyen la moción de censura. Los plazos corren y la presidenta de la Asamblea tiene 15 días para convocar la Mesa y la fecha de su debate.

Hete aquí el gran dilema y la encrucijada de Albert Rivera. Este campeón de natación que un día militó en el PP habrá de enseñar sus cartas, porque es imposible quedar bien con todo el mundo al mismo tiempo. Puede ser amable, educado, vender un cambio limpio y tranquilo, pero los votantes quieren hechos y no dobles varas de medir. De momento, tras un auge inusitado, las encuestas le sonríen. Albert Rivera, como avezado nadador, debe sincronizar bien la jugada. De lo contrario, puede ahogarse sin remedio. Sin salir a flote.