Ciudadanos

Los críticos acusan a Rivera de «caudillista»

Cargan contra el líder por laminar cualquier tipo de disidencia. Los «riveristas» creen que hay que eliminar la imagen de «partido veleta»

Albert Rivera durante el Consejo general de Ciudadanos
Albert Rivera durante el Consejo general de Ciudadanoslarazon

Cargan contra el líder por laminar cualquier tipo de disidencia. Los «riveristas» creen que hay que eliminar la imagen de «partido veleta»

La batalla ideológica y orgánica ha estallado con fuerza en Ciudadanos. Diez años después de su Congreso fundacional bajo el ideario del pensador Francesc de Carreras, la formación afronta una refundación y provoca una gran división entre cuadros, militantes y promotores. El sector crítico, encabezado por los valencianos Alexis Marí y la eurodiputada Carolina Punset, acusan a Albert Rivera de laminar toda disidencia interna y usar métodos «caudillistas». Dentro de este bloque opositor tampoco existe unanimidad, ya que otros diputados autonómicos, como Emilio Argüeso o Fernando Giner, son partidarios de un perfil identitario similar a lo que fue en su día Unión Valenciana. Pese a estos movimientos, Rivera sigue adelante con sus planes, revalidará su cargo en unas primarias el 23 de enero y prepara una Ejecutiva de fieles que aumentará a 40 miembros. «No somos los mismos que hace diez años», dicen en el entorno del líder.

Con esta frase, el sector oficial próximo a Rivera justifica el cambio de su ideario inicial, próximo a la socialdemocracia y un espacio de centro-izquierda, para abrazar el liberalismo. El texto que Rivera presentará en la Asamblea General los próximos 4 y 5 de febrero supone un vuelco a la doctrina que elaboró en su día Francesc de Carreras y define a C’s como un partido «constitucionalista, liberal, demócrata y progresista». Un documento que los actuales dirigentes pretenden enlazar con el liberalismo de las Cortes de Cádiz, alejado de su rotunda oposición al nacionalismo catalán, germen de su formación. «Rivera pasa de puntillas por nuestros orígenes», advierten los críticos sobre una nueva estrategia de catalanismo dialogante defendida por la líder en Cataluña, Inés Arrimadas. Este «postureo» sobre la esencia catalana anti-nacionalista está generando mucha polémica en las bases del partido en toda España.

Pero al margen de las discrepancias ideológicas, la mayor controversia radica en la parte orgánica, donde el sector abanderado por Alexis Marí y Carolina Punset tildan a Rivera de «autoritario y presidencialista». En los nuevos estatutos se estipula como infracción muy grave, incluso con riesgo de expulsión, cualquier participación o impulso de corrientes internas contrarias a los intereses del partido. «Una sola voz con puño de hierro», denuncian en el sector crítico.

Por el contrario, los «riveristas» creen que es importante unificar el mensaje en todos los lugares de España y negar la imagen de «partido veleta», lo que es rechazado por los opuestos a la dirección. En su opinión, Rivera lamina cualquier disidencia, justo cuando se han alzado muchas voces críticas como las de Punset, una de sus fundadoras en Valencia, ahora fuera de la Ejecutiva y enfrentada a Rivera. Según ella, también se persigue la libertad de expresión o filtraciones contrarias al sector oficial.

El revuelo previo a la Asamblea está servido, y mientras algunos de los fundadores, como Félix Ovejero o Arcadi Espada, ven un grave error el cambio de ideario, otros como Félix de Azúa lo juzgan sensato. La mayor discusión se centra en la estrategia aperturista de Arrimadas, más allá de una directa confrontación con el nacionalismo y la inmersión lingüística, pilares básicos del partido en su creación, ahora muy matizados en la Ponencia Política y de Estrategia. Los críticos acusan este «cambio de chaqueta» de Arrimadas, que atribuyen a recoger votos catalanistas moderados de la antigua CiU y, sobre todo, de Unió Democrática. Lejos de una posición de contraataque con el independentismo, se apuesta por «diálogo permanente». En el cambio de objetivos, C’s abre la puerta para entrar en posibles gobiernos autonómicos y municipales, algo rechazado hasta ahora.

Diez años después, la dirección naranja reconoce que Rivera necesita ser más incisivo, cambiar la puesta en escena demostrando seguridad, frente a la eterna cantinela de «llevar en sus genes la indefinición». El candidato de C’s ha sido hasta la fecha un vigilante de gobiernos ajenos, bien del PP como en Madrid, o del PSOE en Andalucía, y muchos apuestan por un mayor compromiso político más allá del Pacto actual de Legislatura. Hete aquí su gran dilema. Sus adversarios opinan que le quedan siglos para llegar a ser como su figura mítica, Adolfo Suárez, que le sobran aires de predicador contra la corrupción y necesita agallas para definir su verdadera estrategia. En este sentido, su intento es formar parte de la familia de partidos demócratas y liberales en la UE.

Pese a todo, Rivera superará las voces críticas y culminará la refundación rodeado de un núcleo duro, un Comité permanente y reducido para tomar decisiones al margen de la Ejecutiva. Para los críticos es «una purga» sin precedentes, mientras que en su entorno lo califican de cambio necesario, moderno y adecuado a los nuevos tiempos. Camino de la Asamblea, muchos de los fundadores se hacen la misma pregunta: «¿Quo Vadis, Albert Rivera?». Ahí tiene su reválida.

Camino a La Moncloa en 2019

El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, no dudó ayer en afirmar que su formación se plantea formar una alternativa de gobierno en las próximas elecciones generales –que vaticinó serán en 2019– porque llega «sin mochilas» de corrupción, sin deuda del partido y porque tendrá cuatro años de experiencia parlamentaria. En su intervención en el consejo general del partido en Barcelona, Rivera dijo que C’s «ha conseguido más en seis semanas de legislatura» que el Gobierno en cuatro años, en relación al aumento del permiso de paternidad y al complemento salarial. Y fue en el cónclave de ayer en el que se aprobaron no sólo las ponencias de «Valores», «Estatutos» y «Estrategia», pues en esta última se aceptaron dos enmiendas, una de las cuales se refiere a Cataluña y a la posición ante el independentismo. De un texto en el que se instaba a esperar para ver cómo avanzaba el reto separatista y a ser «referente» para quienes no quieren romper con España (con la mente en nuevas elecciones generales) se ha incluido la necesidad de convertirse en «oposición contundente al nacionalismo» por medio de «propuestas sociales y económicas y solventes frente a las realizadas por populistas y separatistas».