Coalición

Sánchez y Díaz: un «amor político» que se enfría

La coalición, en la que ya no «pita» la vicepresidenta, se enreda en los incendios que se le acumulan sin que pueda gobernar

Pedro Sanchez y Yolanda Diaz
Sánchez abraza a Díaz tras ser reelegido presidente en noviembreAlberto R. RoldánLa Razón

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz han empezado a mirarse por encima del hombro con mutuos recelos. La relación política entre el presidente del Gobierno y su vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo se está enfriando y ya no hay ni el intercambio de comunicación ni la complicidad que hubo durante la pasada legislatura, si se atiende a lo que filtran desde el lado socialista. La mano desestabilizadora de Pablo Iglesias parece que también ha llegado hasta el corazón de La Moncloa, afectando a la convivencia de los líderes firmantes del pacto de coalición.

En el club de las ministras que se reivindican como «las sufridoras del yolandismo» casi ven en esta «ruptura» entre el presidente y su vicepresidenta un motivo para brindar, porque en la pasada legislatura ya padecieron el trato preferente que tenía entonces la titular de Trabajo dentro del marco de equilibrios del que dependía la estabilidad de Pedro Sánchez. Ahora, sin embargo, ya no se preocupan de cuidarla ni en el equipo de confianza del presidente, que es el que tiene que dirigir la homologación de la propaganda del Gobierno y del partido, tanto la pública como la que se distribuye en el vis a vis con periodistas, gente de la empresa u otros representantes de la sociedad civil.

Es dentro del propio Gobierno donde señalan que Yolanda Díaz ya no «pita» como en la pasada legislatura porque no controla a su propio grupo y sus políticas están condenadas a la frustración al no tener los apoyos parlamentarios necesarios para poder sacarlas adelante. Además, hoy más que nunca, Moncloa necesita que el protagonismo de la política social lo tenga Pedro Sánchez, y esta lucha por ser el primero en dar el golpe que conquiste al electorado de izquierdas aumenta todavía más esos roces internos, bien disimulados todavía porque del choque directo los dos, tanto Sánchez como Díaz, tienen bastante más que perder que ganar.

[[H3:«La pusieron firme»]]

Pero en la parte socialista del Gobierno no ocultan que a la vicepresidenta ya «la pusieron firme» antes de que arrancase esta nueva legislatura, cuando se le advirtió de que el PNV le había levantado su propio muro y que, por lo tanto, frenara el alcance de sus exigencias y optara por la vía más posibilista, puesto que «no se iban a llevar cosas al Congreso para perderlas». También está excluida del entramado de la negociación con el independentismo, aunque fuera la primera en ir a hacerse la foto con el prófugo de la Justicia española, con el expresidente catalán Carles Puigdemont, porque tenía un coste cero dentro de su electorado. «Se maneja bien para parecer siempre como la protagonista del cuento, vaya de lo que vaya el tema, pero debajo de la representación no hay nada», comentan en el club de las ministras «sufridoras».

Si se hace un repaso de los antecedentes políticos de la vicepresidenta segunda, no sorprende que pueda acabar regular o mal la relación con Pedro Sánchez, porque es el resumen de «todas las vueltas que dio en la política gallega» antes de entrar en la política nacional. «Traicionó a todos con los que estuvo en política», recuerdan en la federación gallega socialista. En todo caso, para el presidente del Gobierno las diferencias con Sumar son un problema, pero casi accesorio, o así lo entienden, porque donde se la juegan realmente es con los diputados de Podemos. La comodidad de ocupar cuota en el Consejo de Ministros conlleva la servidumbre de no poder salirse del carril oficial en las decisiones importantes.

Contrincantes

PSOE y Sumar se medirán en Galicia y en los demás procesos electorales de este nuevo ciclo político que se abre. Y la salud con la que salga la vicepresidenta de estos nuevos exámenes en las urnas afectará también a su relación con el presidente del Gobierno. Comisiones Obreras (CC OO) es, sin duda, su aliado más fiel, porque en el lado de la izquierda también tiene a ERC intentando meterle el diente a la mínima oportunidad que se deje, y con más ahínco aún lo intentarán según se acerque la pelea por la Generalitat.

Ahora, que esa ruptura del «amor político» con su vicepresidenta no preocupe en exceso en el flanco socialista, porque la dan por sometida a la agenda de Sánchez debido a su «debilidad», no quiere decir que no vaya a tener efectos en la eficacia del Consejo de Ministros. De aquí al mes de julio, en ese Consejo estarán sentados dos partidos en competencia electoral, con lo que de ahí pueda derivarse en la toma de decisiones y en cómo se venden a los ciudadanos.

El único eje que les une es la necesidad de sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado (PGE) de este año, porque es de lo que realmente depende que puedan seguir manteniéndose en el poder. Y esta negociación presupuestaria centrará este semestre de intensa actividad política, en paralelo a la ley de amnistía, que el próximo martes cierra su primera etapa en el Congreso de los Diputados.