Debate de investidura
Sánchez dinamitará los puentes con Rajoy
«Cuadrar los intereses de Pedro Sánchez con los de España es ya imposible». La frase pertenece a una veterana ex ministra socialista que se muestra apesadumbrada por la senda personalista en la que ha entrado su partido. En efecto, Ferraz no puede agitar su rechazo a unas terceras elecciones y al mismo tiempo negarse a cualquier alternativa que, por el interés general, facilite el desbloqueo institucional. Es contradictorio. Sí. Como suele decirse, no se puede soplar y sorber al mismo tiempo. El secretario general del PSOE, sin embargo, parece empeñado en pretender la cuadratura del círculo. Sánchez empezó a preparar el lunes con sus colaboradores la intervención de esta próxima semana ante el Pleno del Congreso como ha solido hacerlo: pidiendo apoyos argumentales por parcelas a los responsables de su Ejecutiva para armar él luego el texto definitivo que pronunciará el miércoles 31 de agosto cuando suba a la tribuna de oradores.
El líder de los socialistas quiere darse un baño en las aguas del «no es no» haciendo una detallada defensa de su postura por áreas. «Es un no ético e ideológico», afirma machaconamente el equipo del secretario general del PSOE. Así, blandirá el escudo de la política económica, del bienestar social, de la sanidad, de la educación y de la corrupción para ir trazando una «verdadera» moción de censura a Mariano Rajoy. Ese rocoso «no», sin medias tintas, sin duda cargará al socialismo con un lastre demasiado pesado para vestirse el traje de partido de Estado capaz de llegar a acuerdos y consensos. Ese riesgo es contemplado en el cuartel general del PSOE. Claro. Pero el objetivo de su mandatario es otro: plasmar una confrontación política e ideológica con Rajoy tan dura que cualquiera lo visualice como alternativa y, a la postre, le permita reafirmar su capacidad de liderazgo ante sus propias bases. Luego, según los cálculos de Sánchez, bastará con fortificarse cargado de ejemplos y datos referidos a las políticas «antisociales» de Rajoy y a la «corrupción sistémica» ejercida bajo su mandato para, desoyendo los golpes a la puerta, dinamitar definitivamente el puente de entendimiento con el PP de Rajoy.
Por eso necesita oxígeno interno y apiñar a su grupo parlamentario, pues llega a las horas al límite. Así es según todas las encuestas, desde el punto de vista político-mediático y, lo que es peor, según las voces que (más o menos altas) salen de su propio partido. Con todo, reconocen en su entorno que el enojo de Sánchez ha llegado este verano a cotas insospechadas y busca dar rienda suelta a ese enfado en un día tan señalado como el debate de investidura de Rajoy. Pero, como algunos socialistas ya predicen en privado, sólo será un paréntesis, porque un gran test para sus siglas serán las dos elecciones autonómicas que se avecinan, sobre todo las gallegas. En ese contexto, ni siquiera los cuadros más moderados confían ya demasiado en la posibilidad (tan aireada) de que el PNV necesite el apoyo del PP para hacerse con la lendakaritza tras el 25-S y deba negociar a cambio un «sí» de los cinco diputados en Madrid que desencallase el bloqueo y apartase el cáliz amargo de la abstención del PSOE. Porque las encuestas apuntan a que los diputados populares vascos no van a ser suficientes para tal obra por mucho que crezcan los votos nacionalistas de Íñigo Urkullu. Más bien, se apunta con pesimismo, podríamos estar asistiendo en el País Vasco a los prolegómenos de operaciones políticas similares a las vividas en Cataluña, donde todo el nacionalismo, empujado por los sectores más radicales, sume sus fuerzas para adentrase en otro camino hacia la «desconexión» agitado por la debilidad institucional española.
Lo que sí parece tener descartado el secretario general del PSOE, pese a ser tan reacio a cerrar ninguna puerta a su izquierda, es intentar formar un Gobierno alternativo si Mariano Rajoy fracasa. En desechar esa idea ha influido, y mucho, el veterano fontanero José Enrique Serrano, pese a otras voces dentro de su partido que siguen apoyando explorar esa vía. Lo que parece tener más claro el líder socialista es que, según avancen las fechas, su «no» sin medias tintas a Rajoy trasladará la presión al tejado del PP, que recibirá el apremio de buscar un líder de recambio si desea evitar las nuevas elecciones. A afianzar esa estrategia de martillo pilón contra el presidente del Gobierno en funciones se dedicará el PSOE dejando claro que Rajoy es el precio que debe pagar el PP si se desea una «abstención estratégica» socialista para investir aotro candidato popular. De hecho, barones socialistas empiezan a deslizar esta idea a sus entornos. Sánchez desea ser quien aparte al líder del PP de la carrera por La Moncloa. En ello está. Y el debate en el Congreso esta semana exteriorizará esa imagen si transcurre según pretende el equipo del secretario general del PSOE.
Además, con esa baza en su mano, sabe que podría presentarse al nuevo Congreso Federal de su partido con garantías, exhibiendo triunfante ante la militancia la cabeza política del «odiado» Rajoy. Ahora bien, si el PP no cede y, como todo parece indicar, quien ha ganado dos veces las elecciones, cada vez con mayor porcentaje de votos, no se deja tumbar por la obsesión freudiana del adversario manifiestamente derrotado, el camino político trazado por Sánchez, más cargado de razones personales que políticas, sólo conduce al «ridículo mundial» de las terceras elecciones en un año.
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