El desafío independentista
Sánchez-Terán: «Tarradellas tenía experiencia. Puigdemont no está cuajado»
LA RAZÓN habla con el encargado por Suárez de negociar el restablecimiento de la Generalitat en 1977, un hecho histórico cuyo 40 aniversario coincide con la intervención en Cataluña
LA RAZÓN habla con el encargado por Suárez de negociar el restablecimiento de la Generalitat en 1977, un hecho histórico cuyo 40 aniversario coincide con la intervención en Cataluña.
Salvador Sánchez-Terán pertenece a un tiempo donde los políticos, además de hablar de la importancia del dialogo, dialogaban de hecho. En 1977, fue la persona escogida por Adolfo Suárez para viajar a París y negociar con Josep Tarradellas su regreso del exilio y la restauración de la Generalitat de Cataluña.
–¿Qué fue lo primero que le llamó la atención de Tarradellas cuando le conoció?
–Yo no sabía que existía Tarradellas hasta que llegué a Barcelona como gobernador civil en enero de 1976, recién muerto Franco y restaurada la Monarquía. En Madrid no se conocía la figura de Taradellas pero en cuento llegué a Barcelona, de una manera o de otra, en las conversaciones y encuentros allí, se hablaba de él. Autoricé la primera Diada en septiembre del 76 y se me pidió que mandaran unas palabras de Taradellas y se leyeran. Yo dije que de acuerdo pero sin que fuera el protagonista principal de la Diada. Personalmente lo conozco el 10 de agosto de 1977 en el Hotel de Crillon de París, donde iniciamos la larga serie de entrevistas de todo el proceso de negociación. Ya se habían celebrado las primeras elecciones democráticas y está consolidado el Gobierno Suárez. Aunque yo había leído sobre él por aquel entonces, el verdadero conocimiento viene cuando tratas a alguien en persona. De las cuatro horas que duró la sesión de aquella mañana dedicamos dos horas a dialogar de todo: la República, su presencia en las cortes españolas diputado de ERC, de cómo admiraba a los grandes oradores (Azaña, Ortega y Gasset, Gil Robles), de su exilio, su huida de los nazis, de como veía la Transición... Estaba muy puesto de lo que pasa en Barcelona... y en Madrid. Era muy cordial y muy buen conversador. Humanamente una persona muy agradable.
–¿Qué momentos fueron los fundamentales en la negociación para reinstaurar la Generalitat?
–Señalaré tres momentos: el más emocionante, el más difícil y el más impactante psicológicamente. El primero fue cuando me entregó un documento con sus propuestas en 10 puntos. Yo le dije que sí a 6 y a 4 no, que fue los que discutimos a fondo. Yo le enseñé posteriormente el texto del decreto ley que había redactado y con el que estaba de acuerdo Suárez. Se lo di y pocas veces he visto ver a un hombre leer un documento bebiéndoselo como él hizo entonces. Al acabar me miro fijamente a los ojos y me dijo: «Este texto es histórico. De usted las gracias al Rey y al presidente del Gobierno». El momento más difícil fue cuando en el Crillon llegamos tras varios días de negociación a un texto que explicaba los detalles de cómo las diputaciones se integraban sin desaparecer y otros detalles. Yo pensaba que el texto era lo suficientemente importante como para llamar a Moncloa para ver si el Gobierno estaba de acuerdo. Nadie pudo atenderme y quedaron en llamarme al día siguiente. A él aquello lo interpretó como que era una oposición y me dijo: «Sepa usted que o vuelvo como presidente de la Generalitat o moriré en Saint Martin-le-Beau», que era su residencia en Francia. El más emocionante fue durante el encuentro con los partidos políticos catalanes en Perpignan. En la comida nos fuimos a comer juntos a un restaurante y mientras comíamos se le nublaron los mirando hacia la playa. Le pregunté si le pasaba algo. Y el me explicó que estaba recordando lo que sufrieron los catalanes que perdieron la guerra en aquellas playas. «Qué mal nos recibieron las autoridades francesas», me dijo.
–¿Qué condiciones se dieron entonces en 1977 que no se dan ahora para que haya una negociación productiva?
–En un pacto de Estado hay que tener los puntos de partida muy claros. Luego hay que tener una negociación con la mínima publicidad imprescindible, lo más discreta que se pueda. Sin prensa... discúlpeme, pero es así. Y cuando haya un acuerdo publicitarlo lo antes posible pero antes a los partidos políticos que estarán involucrados en su aprobación en Cortes. Ahora los puntos de partida son antitéticos. En la Transición, tanto el Rey como Suárez como los políticos como, lo que es más importante, la sociedad, lo que yo llamo «la generación de la concordia», todos estábamos de acuerdo en que queríamos paz, democracia y Europa. La diferencia es que ahora no hay unanimidad en estos grandes objetivos, ni generacionalmente ni en partidos políticos. Cuando negocié con Tarradellas no había Constitución, había leyes franquistas y otras reformadas, pero fuimos escrupulosos en cumplir la ley vigente. A la Ley por la Ley. Ahora ya no hay acuerdo entre los partidos. Aún dentro del mismo bloque independentista están a golpe limpio. Y hasta la Constitución se incumple impunemente. Así es muy difícil.
–¿Están en peligro los logros desde la Transición?
–Espero que no prospere, pero la tensión independentista está poniendo serios obstáculos a todos los logros desde la Transición. En lo económico, en lo social, aún dentro de las familias, y el desasosiego en el resto de España... Se está poniendo el más grave obstáculo a la consolidación de la democracia en 40 años.
–¿Qué diferencias observa entre el perfil de Tarradellas y el de Puigdemont?
–(Sonríe) Taradellas tenía experiencia histórica. Sabía lo que era gobernar... y perder. Y sufrir. El sufrió mucho y quería la paz la concordia y la unidad. Esto no se da en la experiencia muy poco cuajada en política de Puigdemont. Con todos los respetos. Si tuviera que hablar con él empezaría hablando de todo lo humano y lo divino como hice con Tarradellas. Y luego hubiera intentado llegar a un acuerdo.
–¿Y cree que lo hubiera conseguido?
–(Ríe) Ni soy profeta ni creo en los milagros.
–Usted fue gobernador civil de Barcelona durante la primera Diada de 1976.¿Cuál es su valoración sobre los hechos del primero de octubre?
–La del 76 la pacté con los dirigentes políticos hasta el último detalle. Me negué a que fuera frente al parlament. En 9 meses ya había aprendido que, desde la República, hay un radicalismo de izquierdas en Cataluña que es peligrosísimo porque en las concentraciones de masas al final aflora de una u otra manera. Al final acordamos a las cuatro de la mañana celebrarla en Sant Boi. Acordamos también que yo no iba a mandar a la Policía. Ellos se encargarían del orden público para que si éste se rompía les acusaran a ellos y no al Gobierno. Al final todo fue impecable.
–Entre la manera que tuvo Suárez de encarar la situación en Cataluña y la de Rajoy, ¿qué diferencias observa?
–Muchas. Suárez tuvo que decidir sobre una cuestión: ¿A quién llamar? ¿A Tarradellas o a la fuerza política que había ganado en las elecciones (que no habían sido para Cataluña). Eligió Tarradellas y desde entonces delegó en mi el resto. Rajoy ha de hacer frente a un proceso que empieza prácticamente en la Diada de 2013 o, si nos remontamos, sobre la sentencia del Constitucional sobre el estatuto. En estos cuatro años ha habido una campaña del «España nos roba», y un bombardeo implacable de los medios de comunicación en Cataluña... sobre eso habría que haber actuado, no esperar a última hora. Había que haber diluido ese clima de tensión y la desafección que se iba creando.
–¿Qué opinión le merece la iniciativa de Ciudadanos de frenar con el adoctrinamiento en las aulas catalanas?
–Hay una lengua catalana y una cultura catalana. Pero la educación es algo más que una lengua y una cultura. Hay una serie de valores que deben estar implícitos en la educación: un sentimiento de España y del Estado nacional. Todo esto se ha hecho muy mal desde que asumió el gobierno Jordi Pujol. Y no se ha supervisado aunque la Ley lo permite. Pero se ha ido dejando. Yo estoy de acuerdo, no sólo con Cs, sino con muchos políticos que hay que hacer un replanteamiento de las competencias en Educación.
–¿Qué le parece el desempeño de Sánchez durante la crisis?
–No le he tratado. No le conozco. No puedo decir como va a actuar. En este momento creo que está cooperando seriamente con el Gobierno de la Nación. Antes no lo hizo pero creo que su cooperación es leal y seria.
–¿Hubiera Suárez aplicado ya el 155?
–Era tan distinta la situación... Suárez era muy realista y muy pragmático. Si no el 155 si hubiera tomado medidas para no tener que llegar a esto. Casi seguro.
–¿Qué valoración le merece el papel de Pablo Iglesias y de Podemos?
–En estos temas prefiero no hablar de personas. Discrepo radicalmente de sus planteamientos ideológicos y del sistema que quiere concebir e implantar en España. Cuando tienes un sistema que está consolidando desde hace 40 años, con una Constitución que todos estamos dispuestos a reformar si es necesario... ir a destruir esa base potente de convivencia es un error político grave.
–¿Qué obstáculos principales ve usted para la resolución a largo plazo de la cuestión catalana?
–La clave está en establecer un acuerdo sobre el encaje de Cataluña en la estructura territorial del Estado. Eso obliga a revisar el estatuto fallido, revisar las competencias en el titulo octavo de la Constitución y hacer un replanteamiento con las demás comunidades autónomas de la financiación. De cara al futuro es importante hacer un proyecto común de desarrollo económico y Cataluña tiene una importancia decisiva en esto por que tiene una sociedad muy emprendedora y creadora de riqueza y proyección internacional.
–¿Esta justificado la aplicación del 155?
–Hay que introducir dos factores esenciales. Serenidad y legalidad. Desde la crispación y el reiterado inclumplimiento de leyes no se puede avanzar hacia el diálogo y el acuerdo. El máximo recurso legal, que puede ser el 155 o cualquier otro, es necesario aplicarlo. El Gobierno Central debe asumir el control de la fuerzas de Seguridad y la dirección de los servicios públicos de formación.
–¿Ha sido desleal el uso de las competencias en Educación en Cataluña?
–En ocasiones no ha sido desleal. Ese es un fallo de la Constitución. No había experiencia del Estado de las Autonomías. La delimitación de lo que era del Estado y lo que era de las Comunidades no quedo definido. Este punto hay que replantearlo en la reforma de la Constitución. Me han dicho que hay 25 textos distintos de historia en el bachillerato. ¿Qué dice cada uno de ellos? La historia de España y su evolución ha de ser similar en todas las autonomías.
-Josep Maria Bricall, secretario general de la presidencia de Tarradellas desde 1977 a 1979, ha dicho que Tarradellas le dijo sobre Jordi Pujol: «Este hombre nos llevará a la división de Catalunya».
–He tratado mucho a los dos. Se que hubo tensiones en su relación. A partir del restablecimiento de la Generalitat, sin embargo, mi experiencia es que Pujol colaboró con Tarradellas cuando fue consejero hasta que éste dimitió. Este juicio que usted cita a mi no me lo trasladó Tarradellas. Eran dos hombres tan distintos que sin duda debieron tener problemas tácticos. Tarradellas era un hombre de mucho más diálogo y más limpio en el diálogo que Pujol. Pujol siempre tenía una recámara.
–¿Está el germen de la situación de Cataluña en la actitud de Pujol durante sus años en la Generalitat?
–El sentimiento independentista existía en Cataluña en 1976. Encargué una encuesta en noviembre a una empresa privada. El independentismo llegó al 9%. Tras la Ley de Reforma Política y cuando se sabe que va a ver elecciones volví a encargar esa encuesta. El independentismo bajó al 5%. Del 5% al 18% y 20% que hay cuando Pujol lo deja es todo debido a la gestión de la educación, la cultura y los medios de comunicación de los gobierno de Pujol.
–¿Cree usted que Cataluña será algún día independiente?
–No. Ni ninguno de los que aspiran a eso en la Unión Europea. La UE tiene mucha fuerza. No podemos vivir sin esa fuerza.
–¿Qué opinión le mereció la intervención de Felipe VI?
–Fue muy acertada. Fue en el momento preciso y sin concesiones fáciles.
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