Opinión
Sanchez wins, otra vez...
No va a llegar la sangre al río; en cuanto la hinchazón aminore, se volverá a la anormalidad de los últimos años del sanchismo
Pedro Sánchez repartía besos a los miembros de su partido como los novios en la puerta de las iglesias. Qué cariñosos son en el PSOE cuando quieren, que se dan palmaditas en el cogote los señores y arrumacos las señoras. Con la Moncloa asegurada se le quitan a uno las preocupaciones y Dios proveerá en estos cuatro años de secuestro y crispación nacional. A pocos les importa lo que piensen en la calle si al final en Ferraz se salen con la suya, que no es otra que la del señor que se escapó metido en un capó. Es admirable cómo se llevan las manos a la cabeza los diputados por el huevazo que le dieron a Herminio Sancho y cómo se las meten en los bolsillos si el prófugo les dicta el son que tienen que bailar desde Bruselas. Dualidades acojonantes, en este arranque de legislatura bronca en tiempos de epidermis “soft” para ofendiditos con cargo y sueldo público. Tampoco va a llegar la sangre al río y en cuanto la hinchazón aminore, se volverá a la anormalidad de los últimos años del sanchismo: el lobo se ve por muchos sitios y nunca termina de aparecer. Aún nos falta perspectiva para entender nuestro tiempo, pero lo más significativo es que un señor al que nadie defiende en público, vilipendiado por la opinión pública, masacrado en los medios de comunicación como ningún otro gobernante español, mentiroso autorreconocido, cercado electoralmente y sin el apoyo de las viejas glorias de su partido consiga salirse con la suya una tras otra, sin que se le haya movido el flequillo. Recuerden que este hombre apareció en nuestras vidas incluso antes de que lo hiciera el Covid, recuérdenlo. Algo sucede, para que un partido catalán de derechas con un líder prófugo monitorice nuestro país en las mismas narices de una oposición prácticamente aislada en el Congreso e incapaz de sacar a Sánchez de la bancada azul desde el 1 de junio de 2018. Algo sucede, digo, y parece que nadie se da cuenta, pero sucede.
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