PSOE

Triana pura, PSOE puro

Un paseo por el barrio que entroniza a Susana Díaz. Los vecinos de la presidenta de la Junta relatan su día a día:«Es sencilla, podría vivir en el Palacio de San Telmo», y confían en que consiga la «confraternidad» que el PSOE necesita

Susana Díaz acompañó a la Hermandad de Triana en el Rocio en el año 2014
Susana Díaz acompañó a la Hermandad de Triana en el Rocio en el año 2014larazon

Los vecinos de la presidenta de la Junta relatan su día a día:«Es sencilla, podría vivir en el Palacio de San Telmo», y confían en que consiga la «confraternidad» que el PSOE necesita

Dolores se hace llamar Dolorcita, pese a sus 68 años «recién cumplidos». Trianera, de la barriada del Tardón, nació en un corral de vecinos en la céntrica calle Imagen. Desde entonces es «trianera pura». Ahora dice que cada vez le cuesta más salir de casa «cuando se echa la tarde», pero hoy sí se ha venido a tomar un café y un petisú en el bar Avenida con su nieta y sus dos bisnietos. De su cartera saca con orgullo la foto de una joven Susana Díaz portando el pendón de San Fernando en la capilla de los Marineros, que guarda junto a la de su marido, ya difunto, a las de sus nietos, la de su último bisnieto y, cómo no, la imagen de la Esperanza de Triana. Pocos barrios hay en España con una identidad tan marcada. De este arrabal medieval, que una vez fue refugio de moriscos alfareros, han nacido muchos trianeros con estrella. Desde marineros (Rodrigo de Triana) a filósofos (Emilio Lledó), desde tonadilleras (Isabel Pantoja) a toreros (Juan Belmonte), desde humoristas (Los Morancos) a la presidenta de la Junta de Andalucía. «A Susana la queremos mucho, cómo no, si es hija nuestra», dice Dolorcita. «Ella es de las pocas que han hecho algo por el barrio cuando era concejal». De eso hace ya cerca de 20 años. Fueron los inicios de la trianera que ahora se postula a secretaria general del PSOE, su último y gran desafío.

Paco, que llega a la peña Los Ángeles de visitar a un allegado en el hospital, ha visto a Susana nacer y crecer junto a los suyos. «Susana es demasiado buena para la política; de buena que es, a veces es tonta, algo que le digo cuando la veo», afirma este jubilado a menos de un hectómetro de la casa de la presidenta. «Susana es sencilla, natural, una más del barrio. Podría vivir en el palacio de San Telmo, pero prefiere ir al supermercado donde va todo el mundo y tomarse las cervezas donde se las toman sus vecinos de siempre», aclara mientras recuerda haber votado a la vez que la ahora presidenta en el colegio San José de Calasanz. El barrio estaba bullendo el viernes. Salía en un Vía Crucis el titular de San Gonzalo, imagen de la parroquia de los padres de Susana Díaz. Su advocación es premonitoria: Señor del Soberano Poder.

Ella, sin embargo, estuvo comprometida durante su mocedad con la obra social que se llevaba a cabo en San Joaquín, uno de los núcleos periférico de Triana. Cristiana de base reconocida, a Susana no le han dolido prendas mostrar el fervor propio que los sevillanos rinden hacia sus imágenes. Devota ferviente de la Esperanza de Triana, a quien se la ha visto acompañándola en procesión vestida de mantilla y frente a la que contrajo matrimonio, el perfil moderado tiene mucho que ver con ese rasgo popular y tradicional. «Ella se siente la más roja del mundo», explica uno de sus colaboradores en sus inicios políticos, «pero quizá le haya favorecido esa dualidad entre progresista y tradicional».

La moderación de Susana Díaz tiene más que ver con su «imagen de orden» que con su ideología. De la semillería San Gonzalo sale David, vecino del Tardón, con un cartucho de castañas pilongas y otro de avellanas. Dice que recuerda a Susana dando vueltas por el barrio, hablando con la gente sin techo, liderando una concentración en favor de los derechos de los homosexuales y concienciando en los institutos acerca del uso de preservativos. «Ahora sólo tiene que arreglar la educación, que en el colegio de mi hijo falta un maestro desde hace casi un mes», se queja.

Hay reproches más veniales. Está quien sostiene que Susana, con el cargo que ostenta, debería «maquearse» más. Nacida en una familia llana, su madre se desvivió en sus labores y su padre fue fontanero municipal: puede de que ahí le venga el talento para moverse en las cañerías de la política. Humilde, tradicional, progresista, trianera, puro pedigrí socialista. «Pero ella es la presidenta, ¡es nuestra sultana! No le vendrían mal otros tipos de trajes», refiere Conchita, quien recibe la respuesta de una comadre en el café: «Pero es que ella es así de natural; no como el otro, Pedro Sánchez, que parece un maniquí con lo estirado que va a todas partes y lo ortopédicamente que habla».

«Lo que no perdona Susana es la deslealtad», avisa un antiguo compañero en las Juventudes Socialistas. «Va con la verdad por delante y le molesta mucho que alguien no vaya de frente», dice al referirse a la jugada de Pedro Sánchez, a quien la presidenta andaluza apoyó cuando aquél se batió con Eduardo Madina en 2014. No le tiembla el pulso cuando toma una decisión, a riesgo, por ejemplo, de que salte por los aires la agrupación de un distrito. Ella cree en lo que piensa, asegura, y todo le ha salido bien. Ya sea por la mediación de Santa Justa y Santa Rufina, mártires trianeras de la primera cristiandad, ya sea por su inteligencia política, una hija más de Triana está a un paso del cielo político, un paraíso con sus errantes «caínes» donde una debe ir pertrechada. «Ha llegado donde ha llegado por las dotes mando y de liderazgo que tiene», comenta quien fue compañera suya en la época universitaria. «Le gusta mandar; ha nacido para organizar. Pero también le gusta sentirse arropada, por eso los grupos de amigos, los círculos más cercanos, siempre han sido tan importantes para ella. Y tuvo claro desde el principio que, para organizar, tenía que controlar el lugar donde se toman las decisiones».

Lo que no está tan claro, como coinciden quienes la han conocido cuando era sólo una aprendiza, es que «nunca» se haya «equivocado». O sí, todo se resolverá en las próximas semanas. En su hagiografía pesa la mancha de haber confiado en Pedro Sánchez. Desde aquí, desde el extremo occidental de esta isla que flota sobre el Guadalquivir, Susana intenta olvidar las intrigas palaciegas durante los paseos con su marido y su hijo, haciendo la vida de cualquier otro vecino, como una más de esta zona popular de Triana, su particular república socialista. Desde aquí, el jardín trasero de su casa, busca la presidenta andaluza ese «amor» y esa «confraternidad» que necesita su partido.