Elecciones catalanas
«Tamayazo» en la CUP para investir a Artur Mas
Diputados del partido antisistema podrían romper la disciplina de voto y favorecer la reelección del president. Romeva aseguró ayer que acepta las condiciones para romper con España de los «cuperos» pero que no gobernará
Diputados del partido antisistema podrían romper la disciplina de voto y favorecer la reelección del president. Romeva aseguró ayer que acepta las condiciones para romper con España de los «cuperos» pero que no gobernará
La sombra de un «tamayazo» a la catalana planea sobre la investidura de Artur Mas. Como hace 12 años en Madrid, cuando dos diputados socialistas tránsfugas impidieron que Rafael Simancas fuera elegido presidente, las divisiones surgidas en el seno de la CUP ante su necesario apoyo a Mas hacen que nada esté cerrado y cualquier escenario sea posible. Lo que ya se conoce en círculos políticos de Barcelona como el «cuponazo», en recuerdo de los desertores madrileños, demuestra que la primera sentencia tan contundente y sin aristas para negarse a votar a Mas se está diluyendo poco a poco ante las exigencias de los convergentes para respetar a su candidato como ganador de los comicios en la candidatura de Juntos por el Sí. Las presiones externas y el desacuerdo interno entre las agitadas bases de la propia formación antisistema, hacen que el tiempo juegue a favor de Convergència.
Nunca sesenta y dos diputados se convirtieron en el tonto útil de diez. Es el demoledor lamento de dirigentes críticos de CDC, alarmados ante las cesiones de Artur Mas a los radicales de la CUP. Con tal de salir, lo que sea. Y sí se divide a los «cuperos» con posibles deserciones, mejor. Es la orden que el actual presidente en funciones ha dado a sus dos «halcones» negociadores, Josep Rull y Jordi Turull. Según fuentes de la CUP, estos ya han puesto sobre la mesa algunas contrapartidas importantes sobre medidas sociales reclamadas por los antisistema. No obstante, las líneas rojas son, de momento, muy duras: ruptura total con España y desobediencia a sus instituciones, un plan de emergencia para rescatar a los sectores empobrecidos de Cataluña, revisión de las privatizaciones realizadas, y anulación de todos los recortes sanitarios y sociales. Un plan de choque bolivariano en toda regla. Algo difícil de tragar para un partido de tradición liberal.
Pero como dijo Churchill, la política es el arte de lo posible. «La locura de Artur Mas por seguir es total», aseguran los críticos convergentes, que pronostican una escisión irreversible del partido si el acuerdo se llega a consumar. Reconocen que el presidente de la Generalitat juega con la ventaja de un as en la manga: la nueva convocatoria de elecciones. Algo que no interesa a nadie, ni a la CUP y, mucho menos, a Esquerra Republicana, cuyo líder, Oriol Junqueras no quiere comprometer nombres hasta ver cómo avanza la negociación. Su mensaje en el último consejo nacional de Esquerra fue muy claro: primero el qué, cómo y cuándo, y después quién, dijo en similares términos a los invocados por la CUP. Oriol Junqueras mantiene un táctico silencio hasta ver el desenlace de las conversaciones que, según fuentes convergentes, serán largas y sumen a Cataluña en un escenario de enorme tensión y provisionalidad.
A pesar de la escenificación unitaria, la situación ha cambiado en el seno de la CUP. De aquella frase «Nunca investiremos a Mas», se ha pasado a lo expresado por uno de los disidentes, el número tres por Barcelona Josep Manuel Busqueta. «Hacen falta los mejores y nadie sobra para liderar el camino hacia la independencia». Busqueta es uno de los cuatro cabezas de lista de la candidatura que diseña alternativas. Nacido en una conocida familia de reposteros barceloneses, suele decir que «a nadie le amarga un dulce». Con un discurso radical inicial, no duda en sentarse a negociar y batuta las tres premisas actuales en la mesa de la CUP. Un sector apoya la investidura de Mas bajo una presidencia simbólica con funciones limitadas y un gabinete en la sombra dónde estarían Oriol Junqueras, Raúl Romeva y algún «cupero». Es la fórmula de la llamada presidencia coral con un presidente visible, sin grandes poderes ejecutivos, y una «camarilla» en el gobierno de la Generalitat, auténtica diseñadora del camino soberanista y la declaración de la república catalana.
Otros, con la número dos Anna Gabriel a la cabeza, una mujer con gran poder de maniobra en las bases del partido, se oponen tajantemente a Mas y desean otro candidato. En el término medio se sitúa Antonio Baños, líder actual de los antisistema, pero que empieza a ser muy contestado. Sus últimas declaraciones públicas, algo tibias, y su cercanía a algunos candidatos de Juntos por el sí, entre ellos el comunista Raül Romeva, empiezan a restarle apoyos. Romeva asistió a la conferencia política de la CUP y fue recibido con gritos de «presidente», lo que incomodó mucho a Convergència y Junqueras. Sus maniobras con la izquierda radical afloran ya sin tapujos y sus malas relaciones con las dos «catalinas», en especial con Carmen Forcadell, de la ANC, son un secreto a voces. «Será víctima de sus propias ambiciones», dicen en Convergència.
Desde el entorno de Artur Mas, la consigna es clara: negociar a toda costa con la CUP, sacar adelante la investidura y alargar al máximo los plazos. En este sentido, apuntan a una situación similar a la de Andalucía, donde la socialista Susana Díaz tardó muchos meses en sacar adelante su candidatura, tras largas negociaciones de tira y afloja. Es el objetivo de Mas, para en el caso de no obtener una mayoría absoluta en primera vuelta, lograr ser investido en otras sucesivas por mayoría simple. En este caso el «cuponazo» y posible trasvase de votos es definitivo, ya que el reglamento del Parlamento de Cataluña lo permite. Además, la táctica que tiene CDC es agotar los plazos y llegar, incluso, hasta la fecha de las generales. Si todo se entorpece en el camino, la última baza es una nueva convocatoria de elecciones.
En este convulso escenario, el protagonista silencioso es Oriol Junqueras. Bajo su discurso de que lo único importante es la República Catalana, ha delegado en Marta Rovira las conversaciones para formar el nuevo grupo parlamentario de Juntos por el sí. Todo un disparate, dado que la incertidumbre de la investidura impide cualquier avance. Desde Convergència se ha llegado a ofrecer a la CUP la presidencia del Parlament, algo que rompería los acuerdos con ERC a quien según el pacto de la candidatura soberanista corresponde este cargo. Sumidos en esta caótica situación, con absoluta parálisis del Gobierno catalán, en puertas de la declaración judicial de Artur Mas, un veterano convergente lo dice con acierto: «Rendición ante la CUP y luego ya se verá». Como los gatos, a Mas le quedan otras vidas.
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