El desafío independentista
TV3: El «show de Truman» del «procès»
Los medios controlados por la Generalitat bombardean estos días con una mirada unilateral dirigida hacia la independencia
Los medios controlados por la Generalitat bombardean estos días con una mirada unilateral dirigida hacia la independencia.
No hay escapatoria posible si se vive en Cataluña. Hoy el ciudadano está asediado por la información que acapara los medios de comunicación, las conversaciones en la calle, las charlas, cuando no las discusiones, en las familias. Al menos politizado de los seres humanos lo ha politizado profundamente la situación actual. Una calma tensa, como se suele decir, parece respirarse en el ambiente, caldo de cultivo ideal para la propaganda. Así que, como si estuviéramos en plena guerra, cada cual lanza informaciones barriendo para su casa, y en ello ven la luz manipulaciones y ocultaciones, multiplicadas por el frenesí de las redes sociales. «Paren el mundo, que me bajo», decía Groucho Marx, y cuántos ciudadanos de bien, atosigados por un asunto que parece no tener fin y, lo peor de todo, no tener solución, podrán sentir o pensar lo mismo, hasta tal punto llega la omnipresencia del referéndum y la probable decisión, por parte del Parlamento catalán, de la declaración unilateral de independencia. Propaganda guerrera en tiempos de supuesta paz.
El ente público catalán
Tampoco en la tele parece haber otro tema que el conflicto entre España y Cataluña, por supuesto, pero concretamente ¿cómo trata todo este gran conflicto la Corporación Catalana de Mitjans Audiovisuals, el ente público que gestiona los medios de comunicación audiovisual de la Generalitat, llamado a tener una importancia capital a la hora de informar sobre lo que está pasando en su propio suelo? Nos referimos a TV3 y a Catalunya Ràdio. En su web del viernes, las noticias eran las siguientes: un papel de la Policía Nacional en que hace autocrítica sobre su comportamiento el 1-O (que no llevaba firma y que publicó «El Periódico de Cataluña»); una entrevista con el «conseller» Forn donde hablaba de que es increíble emplear la violencia; otra intervención en la que Junqueras decía que el Gobierno está presionando a los bancos para que trasladen su sede fuera de Cataluña. Todas las voces que aparecían en sus audios o vídeos defendían lo mismo, ya fueran Pep Guardiola o Carme Forcadell, junto con titulares como el que rezaba que «un mosso del Valle de Arán rompe a llorar delante de los gritos a favor de la democracia». Precisamente una comarca que se ha diferenciado por ser españolista en su mayoría y apenas contar con un par de pueblos que apoyan los planes de Puigdemont.
Hasta en el apartado de cultura, no hay escapatoria, pues se destaca una frase del superventas Ken Follet, entrevistado por radio: «Rajoy sobrerreaccionó el 1-O, no se puede ser tan tozudo en política». De hecho, ni escuchando una de las emisoras de la Corporación que no tienen nada que ver a priori con la información política, Catalunya Música, es posible tomarse un respiro. En cada hora en punto, el Procés colma todos los minutos tras el deleite de escuchar a Bach o Elgar, y hasta un locutor, comentando la banda sonora de «Casablanca», hace un paralelismo entre el enfrentamiento que se vivió el pasado domingo y la escena de la película en la que unos nazis cantan una canción en el bar de Rick y, entonces, la gente que permanece allí tomando algo contesta entonando «La Marsellesa».
Los niños politizados
Tampoco, y esto fue lo más controvertido, los más pequeños pudieron abstraerse de la realidad adulta. Como ya todo el mundo sabe, el programa «Info-K» emitió un reportaje en que colocaba al presidente de la Generalitat como un héroe de película que sorteaba al helicóptero que lo vigilaba, cambiando de coche en un túnel, y en el que se hablaba de que la policía española se enfrentaba a la ciudadanía mientras los «mossos» eran reacios a tal cosa. La gente custodiaba las urnas en los maleteros de sus coches o hacían barricadas, se decía. Pero no es muy diferente el resto de la programación televisiva desde primera a última hora del día. Las continuas tertulias acogen a personas que comparten supuestos que no cabe cuestionar: la represión del Estado, en primer lugar. No hay voces discordantes invitadas, de modo que es toda una larga reflexión sobre lo que a buen seguro tiene que ocurrir, con algunas salvedades que enriquecen este páramo de puntos de vista, como la del economista Miquel Puig –presidente de la Corporación de 2002 a 2004–, que no dudó en decir que el Gobern perdió credibilidad a raíz de lo sucedido los días 6 y 7 en el Parlament en los que se aprobó la celebración del referéndum, al tiempo que, con buena dosis de moderación y pedagogía, intentaba desdramatizar en asuntos como el de la movilización de empresas fuera de Cataluña.
¿La esperanza del humor?
Tal vez esta fuera una buena vía para que, pase lo que pase, la serenidad se imponga. Incluso el humor. Ahora cada tarde, el programa «Està passant», comandado por Toni Soler, responsable del magnífico y longevo «Polònia», de sátira política divertidísima, observa la realidad desde la ironía. Aunque estos días el gran talento de los componentes de estos equipos ha hecho burla del Rey, de Rajoy, de los policías nacionales, trayendo a colación a Franco y quedando prácticamente inexistente satirizada la otra parte, la de Puigdemont y sus «consellers», o sólo en gags sin mordacidad alguna. No hay escapatoria, pues, a lo que se añade el hecho de que los colaboradores de los magazines hacen guasa sobre el adoctrinamiento que ha sido señalado desde fuentes no nacionalistas.
Ni siquiera la otra gran noticia cultural de la semana se ha librado de ser usada como tema independentista. La web de TV3 resumía así la intervención de una popular escritora asidua en el ente autonómico: «Empar [Moliner] encuentra correlaciones entre la obra del nuevo premio Nobel de Literatura, Kazuo Ishiguro, y lo que está pasando en Cataluña estos días. En concreto, traza paralelismos entre los personajes de la novela“Lo que queda del día” y lo que algunos pueden vivir y sentir a raíz del “procés”». Sin embargo, parecía imposible entender tal analogía; la escritora decía que era difícil escribir ficción estos días por todo lo que está ocurriendo, comentaba muy bien la obra de Ishiguro, pero el paralelismo se quedaba en que, mientras oíamos la merecida loa a esa novela, había una pantalla detrás que mostraba sin parar las cargas policiales de hace una semana.
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