Crisis del PSOE
Una prudente discreción
No creo que ningún diario fuera más crítico con Zapatero, durante sus años de gobierno, que LA RAZÓN. A pesar de ello aceptó que la primera entrevista que concedía a un diario, desde que dejó la presidencia del Gobierno, fuera con nosotros. Es cierto que siempre fuimos críticos, pero nunca entramos en el recurso fácil del insulto o la descalificación. En la política española se ha instalado un estilo muy pernicioso, que ahora sufre Rajoy, donde el debate es casi inexistente, ya que se ve sustituido por el pseudodogmatismo ideológico. Zapatero aceptó en junio participar en un debate con el cardenal Cañizares que organizó LA RAZÓN con la Universidad Católica de Ávila y que reunió a cerca de tres mil personas. Fue un gran éxito y Zapatero mostró que había abandonado la primera línea política para situarse en el terreno del debate de ideas. Este encuentro se enmarcaba en el «atrio de los gentiles» promovido por Benedicto XVI.
Hay que reconocer que Zapatero ha mantenido una prudente discreción desde que abandonó el cargo, incluso cuando Rubalcaba ha jugado a marcar distancias como si su paso por la portavocía del Grupo Socialista, el Ministerio del Interior o la Vicepresidencia fuera algo anecdótico. Ha cometido el error de pasar del «mi amigo José Luis» al «ex presidente Zapatero» en un arriesgado ejercicio de desmemoria que no complace a nadie. Rubalcaba sólo busca ganar tiempo y sueña con unas elecciones anticipadas, que le permitirían ser candidato sin celebrar primarias, y que Rajoy se quede sin mayoría absoluta para proponerse como el presidente de un Gobierno de coalición con el resto de partidos. La realidad es que el PSOE está inmerso en una grave crisis interna que deja a Rajoy sin un interlocutor fiable y a España sin un partido de oposición fuerte cuando afronta la peor crisis económica desde la posguerra y el desafío independentista de CiU y ERC. Es cierto, como muy bien dice Zapatero en la entrevista, que «la vía emprendida por Mas es un camino a ninguna parte», pero sería deseable un socialismo catalán que tuviera las ideas claras. Zapatero reconoce sus errores, ya que «algunas cosas las habría hecho de otra manera y algunas opiniones las habría expresado de otra forma». Le interesa más el debate ideológico que la lucha partidista y creo, aunque estemos en las antípodas, que sus inquietudes son muy sinceras.
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