Víctimas del Terrorismo
Zapata tilda de «chiste» su tuit sobre Irene Villa
Insiste en que nunca tuvo intención «de ofender o insultar a las víctimas» y lo enmarca en un debate sobre los límites del humor negro
Insiste en que nunca tuvo intención «de ofender o insultar a las víctimas» y lo enmarca en un debate sobre los límites del humor negro
Un chiste malo. Sin más. El concejal de Ahora Madrid Guillermo Zapata no tenía intención alguna de ofender a las víctimas. Sólo pretendía terciar en un debate sobre los límites del humor negro y las repercusiones en las redes sociales de humoradas de mal gusto como la que le costó el despido de «El País» al cineasta Nacho Vigalondo («el Holocausto fue un montaje»). Siguiendo esa estela, Zapata aportó en 2011 su grano de arena a esa reflexión tuitera con un chiste de la infancia que ayer, cinco años después, le sentó en el banquillo acusado de un delito de humillación a las víctimas, por el que se enfrenta a una pena de 20 meses de prisión. «Han tenido que cerrar el cementerio de las niñas de Alcàsser para que no vaya Irene Villa a por repuestos», escribió.
Con estos argumentos, el edil del equipo de Gobierno de Manuela Carmena (dimitió de su puesto de responsable de Cultura en el Ayuntamiento de Madrid, pero sigue como concejal de Carabanchel) se defendió ayer de la acusación que esgrime contra él la asociación Dignidad y Justicia (DyJ). La Fiscalía no le acusa, porque no aprecia delito alguno en la conducta de Zapata, y ayer pidió al tribunal –presidido por el magistrado Alfonso Guevara– su absolución, una coincidencia que celebró el abogado de Zapata, quien aseguró al tribunal que pocas veces se ha visto en otra igual.
Zapata esperó de pie frente al tribunal, cabizbajo y con las manos en la espalda, mientras defensas y acusaciones desmenuzaban sus cuestiones previas. La principal, la falta de competencia de la Audiencia Nacional para juzgarle –esgrimida por su defensa–, fue desestimada por la Sala.
Y cuando le llegó el turno, incidió en los argumentos ya esgrimidos en su declaración como imputado ante el juez Pedraz, que por tres veces archivó la causa y otras tantas tuvo que reabrirla obligado por la Sala de lo Penal. Lo hizo, eso sí, añadiendo algunos matices. Por ejemplo, aseguró que el tuit sobre Irene Villa era «un chiste que yo escuchaba cuando era pequeño en mi barrio» (quizá, explicó, por la proximidad al lugar del atentado donde Villa perdió las dos piernas). «¿Dónde está la gracia?», le preguntó el fiscal Vicente González Mota, nada dispuesto a que su defensa de la inocencia de Zapata se confundiese con una actitud complaciente. «Un chiste puede no ser gracioso, pero tener formulación de chiste», contestó el edil, quien situó su comentario en una mezcla de «angustia e hilaridad» que utiliza el humor como mecanismo de defensa frente a situaciones terribles. «Yo no pretendo que tenga gracia», añadió.
Es cuatro años después, en 2015 –continuó–, cuando tras ser elegido concejal el tuit adquiere relevancia pública y él cae en la cuenta de que se le «atribuye» haber causado «dolor a las víctimas o connivencia con el terrorismo», algo que, recalcó, «yo no buscaba», por lo que dimitió de su cargo como concejal de Cultura. «Nunca tuve intención de ofender o insultar a las víctimas», dijo minutos antes de que varios amigos suyos testificaran que nunca le escucharon comentario alguno en contra de las víctimas del terrorismo.
No obstante, la abogada de Dignidad y Justicia (DyJ), Vanessa de Santiago, no dio crédito a las explicaciones de Zapata y pidió al tribunal la condena del edil de Ahora Madrid. Sobre todo, incidió, porque su tuit «encierra en sí mismo tal carga de burla, mofa y desprecio a las víctimas que no puede quedar amparado por el derecho a la libertad de expresión». La letrada llamó la atención a los magistrados sobre la «ausencia absoluta» de cualquier tuit en el que Zapata explicase el sentido de su comentario o lo enmarcase expresamente en el debate sobre los límites del humor negro tras el despido de Vigalondo. Para la abogada de DyJ, ese tuit es un «claro menosprecio al honor y dignidad» de las víctimas que el acusado escribió de manera «consciente y deliberada».
En su intervención, el fiscal echó mano de la jurisprudencia del Tribunal Supremo para subrayar que «no se trata de penalizar el chiste de mal gusto». Y tras recordar que la propia Irene Villa no se sintió ofendida, enunció varios tuits de frases gruesas que sí han merecido a sus autores, como expresión de delito de odio, la condena por humillar a las víctimas del terrorismo.
El momento más tenso de la vista se produjo cuando el abogado defensor del concejal madrileño aseguró que nadie en la sala podía pensar que Zapata quisiese humillar a las víctimas con su polémico comentario. «¡Yo sí lo creo!», gritó una de ellas desde las sillas del público. Y el presidente del tribunal, comprensivo, se limitó a indicarle con la mano que se serenase en lugar de llamarla al orden o expulsarla de la sala.
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