Familia
«Por favor, no deis a luz en casa»
Con esa frase el ginecólogo Jackie Calleja se convirtió en trendic topic el 1 de enero en twitter reabriendo un intenso debate sobre los partos en casa
El ginécologo Jackie Calleja no imaginó que su frase generaría un amplio debate entre detractores y defensores de los partos en casa. Él, firme defensor de los partos respetados, no cree que sea una buena idea dar a luz en casa. La polémica está servida.
Jackie Calleja es ginécologo. Y hace unos tres años se hartó de no poder trabajar como a él le gusta: atendiendo a las mujer en su embarazo y parto sin prisas, con mimo, cariño. Pero en los hospitales eso no siempre es posible. No tal y como está planteado el sistema actual. Así que montó su propia clínica, Bmum (be, Mum, sé mamá) en Madrid junto a su esposa que es matrona. Juntos forman el tándem perfecto y llevan a cabo lo que se conoce como partos respetados y partos naturales. La prueba está en los resultados que arrojan las cifras de mujeres que pasan por sus manos y no reciben inducción (oxitocina sintética), con apenas casos de episiotomías y, por supuesto, con un bajísimo índice de cesáreas. Jackie atiende de forma totalmente privada en su centro y los partos (nunca programados salvo indicación expresa médica), los atiende en tres hospitales: Montepríncipe, Quirón y Ruber Internacional.
El 1 de enero de 2018, recién levantado, a las 9.30 am, recibió la llamada de una de sus pacientes: habían empezado las contracciones. Y a partir de ahí se desarrollaron los acontecimientos que él mismo nos narra en forma de testimonio.
No creo que pueda olvidar el comienzo de este 2018 en unos cuantos años, quizá nunca. El pasado día 1 de enero a las 09:30 am me llamó mi paciente C.G.F. contándome que estaba empezando a tener contracciones cada vez más dolorosas y ya eran regulares. Quedamos en vernos en la urgencia del hospital para valorar su situación. Y en efecto, había comenzado el trabajo de parto espontáneo. Eran las 11:30 am y empezábamos el año haciendo lo que nos gusta.
Al ingreso estaba con 2 cm de dilatación, el cuello borrado un 80%, la bolsa amniótica íntegra y contracciones cada 4 minutos. La dilatación progresaba con normalidad con su dinámica de parto espontánea y favorecida por una dilatación dinámica en la que creemos y que trabajamos en cada parto: cambios de postura, incorporación en la cama y caminar incluso, a fin de que se vaya encajando y descendiendo el bebé en el canal del parto. Su pareja, colaboraba con ella y le animaba a seguir respirando hondo con cada contracción. Decidió ponerse la epidural; estaba ya con 5 cm, y todo transcurría con normalidad.
A las 14:45, tres horas después de ingresar, habíamos llegado a dilatación completa, y su primer hijo estaba a punto de llegar al mundo. El bebé se encontraba ya en un tercer plano en la pelvis y pasamos al paritorio; el pequeño Adrián llegaba a las 14:55, nuestro primer parto de 2018. Sin episiotomía y sin puntos. No podría haber sido mejor. En los minutos posteriores, esperando que se desprendiera la placenta, comenzó a producirse un sangrado súbito, abundante, y que presagiaba un escenario distinto. La paciente comenzó a marearse, la tensión arterial caía, y la cifra de hemoglobina confirmaba que teníamos una hemorragia postparto grave.
Invité al marido a esperar fuera del paritorio dado que nos enfrentábamos a una situación de emergencia vital y teníamos que estar concentrados en trabajar como un equipo todos los profesionales que allí estábamos: desde la matrona, hasta el celador que voló al banco de sangre. Todos con la única misión de seguir trayendo vida al mundo, minutos después de hacer lo mismo con Adrián.
Conseguimos estabilizar la hemorragia y asegurar la contracción del útero mediante múltiples medidas de soporte. Y dos horas después volvía a producirse una nueva hemorragia masiva. Esta vez, antes de entrar a quirófano, hablé con el marido y le informé de que existía la posibilidad de tener que extirpar el útero, la fuente del problema, como última medida eficaz. Como ginecólogo soy consciente de lo que supone tener que privar a una mujer de tener más hijos en el futuro, y ese pensamiento se me aparecía como un flash durante el tiempo que estuvimos por segunda vez en quirófano para cohibir la hemorragia. Tras la colocación de un nuevo balón uterino, y tras nuevas trasfusiones de sangre, plaquetas, factores de coagulación y plasma parecía que habíamos controlado la hemorragia. Nuestra paciente pasó a la UCI, el mejor hábitat para una vigilancia estrecha de sus constantes vitales y para poder actuar de forma diligente en caso de una nueva emergencia. Habían pasado 6 horas desde la llegada de Adrián al mundo y nuestra paciente volvía a cruzar la línea de la vida, pero hacia la vida.
Este tipo de situaciones afortunadamente no son frecuentes, pero la hemorragia puerperal (así se llama a cualquier sangrado masivo que ocurre tras el parto) es la primera causa de muerte materna en la mujer tras el parto. En nuestro país, una de cada cuatro mujeres que mueren tras un parto lo hacen por una hemorragia postparto.
Hoy podemos contar un final feliz de esta historia gracia a que estábamos en un ámbito hospitalario. Gracias a la magnífica labor de mis compañeros, un gran equipo multidisciplinar que trabajó de forma eficaz, como el engranaje perfecto de un reloj suizo; cada uno haciendo su labor junto al otro, sincronizados, en un silencio ensordecedor, con el único fin de correr hacia la vida. Y es que una emergencia en el paritorio sólo lo entiende el que lo ha vivido. Y la soledad se convierte en multitud cuando encuentras muchas manos que te ayudan: ginecólogo, matrona, anestesista, intensivista, neonatólogo, enfermera, auxiliares, banco de sangre, celadores, personal de limpieza. Todos héroes.
Tenemos sobre la mesa un debate creciente en nuestra sociedad en los últimos años acerca de la demanda de dar a luz en casa debido a la aplicación de protocolos rígidos o la falta de humanización en la asistencia al parto. Pero, a mi juicio, este argumento no puede justificar el que, en ocasiones, pueda verse comprometida la salud e incluso la supervivencia de madre e hijo en el parto.
El foco debe centrarse en humanizar la asistencia al parto, la medicina en general, respetando la intimidad de la pareja, haciendo partícipe a ambos de una experiencia maravillosa. Con respeto a los tiempos que marca la naturaleza en el trabajo de parto espontáneo, pero en un entorno que garantice la seguridad de los protagonistas del milagro, madre e hijo, ante cualquier eventualidad. Porque nadie tiene la respuesta ante la pregunta ¿“cuál es el parto de bajo riesgo”?, “¿Quién es la mujer de bajo riesgo durante el parto?”. Tanto es así, que el 60% de las complicaciones que aparecen durante el parto lo hacen en mujeres sin factores de riesgo aparentes. Y, si bien es cierto que existen embarazos de alto riesgo, cuando hablamos del parto no es fácil decir qué parto o qué mujer está exenta de complicaciones durante el mismo.
En algunos países donde existe la posibilidad del parto en domicilio el escenario es distinto. Se cuenta con transporte sanitario de emergencia en la puerta del domicilio, hay un centro hospitalario próximo en distancia y tiempo, y hay un programa de coordinación de emergencia ante cualquier eventualidad. En algunos de estos países, la atención domiciliaria del parto ha sido una “válvula de descompresión” para un sistema incapaz de absorber y satisfacer la demanda de cuidados de la población. Y no olvidemos, que cada sistema sanitario y cada país tiene su idiosincrasia. La atención durante el embarazo en España es de gran calidad, con un seguimiento ecográfico regular y frecuente, involucrando a matronas, ginecólogos y otros especialistas en caso necesario.
Hace dos años decidí iniciar un proyecto junto con mi mujer, matrona, creando un centro de cuidados de la mujer y el niño con especial dedicación a la obstetricia. Y lo llamamos Bmum porque queríamos que la madre fuera el corazón de este centro. Llevamos el embarazo y atendemos el parto de forma respetada, explicando a la paciente cada paso que se produce desde el inicio del trabajo de parto hasta la llegada del bebé. Y dejamos que el parto se produzca cuando el cuerpo decida (prueba de ello es este último parto del día 1 de enero por la mañana), sin urgencias y sin meter la agenda en la ecuación de la asistencia al parto.
Creemos en una obstetricia respetada, en una atención humanizada y en convertir el parto, más que en un recuerdo, en una experiencia vital. Y esto se puede conseguir en un hospital. Porque todos los actores de esta película quieren lo mejor para la paciente, y más en ese día. Pero hay que tenerlo presente y nuestros pasos deben ir en esa dirección. Confíen en sus médicos, en los cuidados que reciben dentro de un hospital. Y dialoguen con sus médicos y hablen acerca de su atención en el parto, pregunten, y respondan, pero confíen.
Tras este parto, al llegar a casa, hice una reflexión en voz alta en una red social que se ha convertido sin querer en algo más. No deis a luz en casa. Cambiemos el entorno y convirtamos entre todos el hospital en un lugar donde la vida sea la protagonista y donde el respeto, el trato humanizado, la intimidad y la empatía sean los protagonistas; y que permita que el milagro de traer una vida al mundo se lleve a cabo en un entorno seguro y en las mejores condiciones.
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