Psicología
¿Qué sucede si sobreprotegemos demasiado a nuestros hijos?
Se observan ciertos patrones que son comunes en muchos de los niños que se han educado bajo un estilo educativo sobreprotector
Las ganas de hacerlo bien y los miedos ante la incertidumbre pueden hacer que se mantenga una atención de mayor extensión sobre los hijos.
Ciertos contextos o situaciones determinadas explican una mayor tendencia a sobreproteger a las personas que más queremos, principalmente los niños. Algunas variables, según diversos estudios y la experiencia en la práctica clínica, podrían ser el hecho de experimentar una paternidad primeriza, o un aprendizaje de sobre cuidado en el contexto familiar, dónde las ganas de hacerlo bien y los miedos ante la incertidumbre pueden hacer que se mantenga una atención de mayor extensión sobre los hijos.
Haber pasado por una separación difícil, la dificultad para compartir tiempo debido a las obligaciones laborales, y/o la presión social (ser juzgados como padres) así como la necesidad de estar siempre a la altura, podrían favorecer concesiones, que en otras ocasiones no se llevarían a cabo, dado el posible sentimiento de culpa o percepción de vulnerabilidad. Las dificultades en el nacimiento o alguna experiencia de pérdida previa (“niños arcoíris”), así como haber experimentado una relación directa con una enfermedad, llevaría en ocasiones, a fomentar cierto pavor o hiper responsabilidad en los progenitores, o incluso la experiencia de haber vivido una infancia complicada, podría llevar a evitar en determinados momentos, la repetición de esos patrones en la descendencia, tendiendo a corregir los errores de las experiencias pasadas.
Todo ello podría enfocarse finalmente en buscar “vidas perfectas” con sufrimiento mínimo y bajo el propio control. La protección es por tanto un instinto humano, presente en los padres y familiares, cuyo objetivo es la supervivencia de nuestros seres queridos, siendo algo natural y beneficioso. Pero, ¿hasta qué punto protegemos? ¿evitar el sufrimiento realmente nos protege? Cuando hablamos de proteger, nos referimos al término presente en el diccionario de la Real Academia Española, cómo “resguardar a una persona, animal o cosa de un perjuicio o peligro, poniéndole algo encima, rodeándolo, etc.”. Por lo que, siguiendo dicha definición se podría decir que sobreproteger hace referencia a proteger en exceso. Cotidianamente escuchamos la frase los extremos nunca son buenos, por lo que veamos algunas características que definen dicho concepto.
Características de la sobreprotección
Se observan ciertos patrones que son comunes en muchos de los niños que se han educado bajo un estilo educativo sobreprotector:
Social:
- Problemas en las relaciones sociales: La carencia de experiencias sociales a la hora de conocer personas, resolver problemas o gestionar discusiones, entorpece un adecuado desarrollo de habilidades sociales y de comunicación. Esto podría derivar en sentimientos de inseguridad, aumento de la ansiedad y baja autoestima, llevándolos a evitar en muchas situaciones el contacto, y reforzando de esta manera la complejidad de su comportamiento, distándose de la adquisición de dichas herramientas.
Además, se ha podido observar en ciertos casos, el desarrollo o mantenimiento de la timidez, sobre todo en aquellos niños que contaban con ciertas dificultades a la hora de exponerse a nivel social.
Emocional:
A nivel emocional, existe una tendencia a desarrollar emociones desagradables como la ansiedad y el miedo. Ante la propia ansiedad de los padres y los temores desarrollados por estos en lo que refiere a las propias exigencias y las situaciones vitales de incertidumbre, podrían frenar el afrontamiento de los niños ante lo desconocido, ante la novedad. Esto favorecería esquemas en el aprendizaje poco adaptativos, dónde los niños ven el mundo como peligroso, y en el cual necesitan de alguien para poder enfrentarlo. Por lo que, además, el interés y la curiosidad pierden fuerza, apareciendo el conformismo y la búsqueda de protección. En este caso, se refuerzan las conductas emitidas entre los padres y los hijos, puesto que, ante la emoción de los hijos, los padres se sienten responsables de calmarlos, mientras eso les ayuda a calmarse a sí mismos. Si bien es cierto, en la edad adulta, este tipo de aprendizaje podría empujar a la persona a buscar esa protección en otros, como por ejemplo sus parejas, manteniendo cierta dependencia a nivel emocional.
Por otro lado, el “escudo protector paternal” y la inmediata disponibilidad de estos, fomentaría la percepción de falta de preparación en los niños a la hora de ejecutar ciertas tareas, asumir retos o desempeñar ciertas acciones. Por lo que necesitarán de los otros para poder llevarlo a cabo, desarrollando una mayor frustración, que derivaría entre otras cosas en un bajo estado de ánimo. En general, la falta de experiencias en los niños, repercute en una pobre adquisición de herramientas a nivel emotivo, lo que conlleva una costosa regulación emocional, impidiendo la canalización individual.
Comportamental
- Falta de autonomía: en los primeros años de vida, los niños necesitan de los adultos para poder satisfacer la mayoría de sus necesidades. A medida que van creciendo, y por lo tanto aprendiendo, ese andamiaje se va retirando progresivamente. Sin embargo, bajo un estilo sobreprotector, esa progresión sería difusa, ya que los padres tienden a seguir haciendo por ellos lo que por evolutiva les correspondería, y, por tanto, habría una tendencia a depender de los progenitores u otros adultos, para muchas acciones presentes en diversas áreas de sus vidas. Por ejemplo, en el área doméstica las dificultades para realizar tareas cotidianas, como el simple hecho de hacerse la cama. No obstante, a veces ante la supuesta ausencia de aprendizaje, se encuentra realmente el confort, dónde no existe la necesidad de tener que realizarlo por uno mismo puesto que se ha reforzado esa conducta a través de la resolución de los padres.
En relación a lo anterior, la costumbre de tener a alguien que resuelva los problemas, impide un buen desarrollo de resolución de conflictos, así como falta de perspectiva ante diversas situaciones. Mientras que, por otro lado, el menor probablemente, no haya podido tener la posibilidad de desarrollar una imagen completa de sí mismo en cuanto a, qué opina, que le gustaría, qué necesita o qué siente, influyendo así en la toma de decisiones.
Así mismo, este tipo de protección y refuerzo, genera difuminación de limites o ausencia de los mismos, junto a otras características ya mencionadas, lo que tiende a seguir en problemas de comportamiento. Las características más representativas serian la agresividad y la exigencia por parte de los menores.
- Dificultades escolares: Atendiendo a muchas de las características anteriores, cabe destacar el sentimiento de inutilidad o dependencia a nivel escolar que algunos pequeños llegan a presentar, ya que sienten que no saben hacer las cosas sin ayuda de un externo, la percepción de no saber organizarse o estudiar solos, junto al temor de no conseguirlo por sí mismos, afectando así a su autoestima.
Por otra parte, es relevante destacar de nuevo la situación de confort donde dan por hecho que si se les ayuda hacen sus obligaciones, pero si no están con ellos no. La conducta es reforzada, y no hay necesidad ni interés en intentarlo solos (autonomía). En este sentido, según los casos actuales, cada vez más profesores y padres están en contacto para poder facilitar el recordatorio de los deberes y exámenes a sus hijos, postergando el periodo de independencia académica entre los menores, y la falta de confianza depositada en ellos ante dicha área.
Pautas para evitar/manejar la sobreprotección:
- Dejar que cometan errores: los errores dan paso al aprendizaje y facilita la aparición de emociones desagradables que son necesarias para poder escuchar sus funciones y aprender a gestionarlas. Las caídas son necesarias para poder aprender a caminar. Siempre se les puede orientar y analizar junto a ellos cómo se puede mejorar.
- Animar a tomar decisiones e iniciativas que sean motivantes: bajo las herramientas que ellos poseen, guiarles y darles la opción de aprender otras nuevas. Siempre enfocándoles en aquello que les mueve y que es relevante para sí mismos.
- Permitirles tiempo para realizar las cosas, aunque se demoren. Actuar solo en aquello que realmente necesitan, sin llegar a anticiparnos.
- Otorgar responsabilidades: dejar que hagan cosas que pueden asumir por ellos mismos. De manera progresiva, ir dándoles obligaciones que puedan ir cubriendo y, por tanto, percibiendo que son capaces de hacerlo, mejorando así su autoestima.
- Fomentar las relaciones sociales con los iguales, con el objetivo de desarrollar habilidades que les permitan desenvolverse, así como exponerse a diferentes situaciones. Esto posibilita la adquisición de mayor sensación de control y autonomía en dicha área.
- Ante situaciones percibidas con temor, ofrecer un modelo sano de gestión del miedo, explicando las diferentes posibilidades de afrontarlas y las diferentes sensaciones que estarán presentes ante dicho afrontamiento. No hay que ignorar sus emociones, pero sí darles la relevancia que en cada caso necesitan.
Conclusiones:
-Cumplir alguno de los factores en sí mismos, no implica sobreprotección, puesto que se tiene que tener en cuenta las condiciones y la función o finalidad que cumple cada actuación en un determinado momento.
-Todo aprendizaje está expuesto a modificación, por lo que, aunque no se hayan adquirido algunas herramientas durante la infancia, se pueden aprender, e incluso modificar aquellos esquemas que ya no son útiles en la actualidad. La motivación hacia lo que es importante para uno, es el motor del cambio.
-El ejemplo que los adultos ofrecen, será el modelo de aprendizaje de los hijos. Por lo que la actuación de los padres y de otras figuras de referencia, influirán en la consecución de herramientas y percepción que el menor tenga sobre sí mismo y sus aptitudes.
-La visión del mundo como peligroso, será similar a la visión que ellos tengan sobre el mismo. Protege de los peligros reales, pero no limites las vivencias.
“Cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para el desarrollo” María Montessori
Eva Torreblanca es psicóloga en Itadde, psicología aplicada
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