La de Cristina Caamaño Vilar es una de las miles de historias de gallegos que vuelven cada año a nuestra tierra -casi 8.000 en 2022, récord histórico, según los últimos datos del INE- para continuar aquí con su vida y su familia, algo para lo que cuentan con el apoyo de la Xunta, que tiene en marcha una ambiciosa Estrategia Retorna
La emigración, cualquier emigración, tiene sus misterios; esa línea mágica de puntos que cobran su sentido cuando se enlazan hacia atrás, nunca hacia el frente. Entonces, el perfil, la silueta, el trazo fino de una vida comienza a entenderse desde hoy hacia el pasado. Le pasa, por ejemplo, a Cristina Caamaño Vilar, que nació en Suiza (1977) pero que es gallega hasta la médula. Tan gallega como su abuela Celia, que es el personaje que, sin querer queriendo, dota de sentido este relato.
Porque es Celia la que crio a Cristina y a sus hermanos mayores, Carlos y Ana, mientras que sus padres, Amador y Herminia, seguían atando puntos en Suiza. Como buenos gallegos emigrantes a los que la vida, su vida, les ha pedido tanto a veces. Incluso separarse de sus hijos.
Cristina creció entre Santiago y Santa Comba, un antiguo señorío que hoy sigue conservando el encanto y el misterio de la Galicia más rural. De ahí son muchos recuerdos de la infancia; de ahí y de la capital, donde Cristina correteaba por las mismas calles, con el mismo clima y casi en la misma tienda que ahora regenta, cosas también de unir los puntos hacia atrás.
“Cuando volví solicité una de las ayudas que ofrece la Xunta para emigrantes retornados, y pude montar un negocio, una tienda de barrio, un ultramarino de alimentación en el lugar donde crecí. Había ya una tienda y los dueños se iban a jubilar, así que me pareció una buena idea, una vuelta a nuestro origen”, relata Cristina, que con el nombre no tuvo dudas: ‘A horta da avoa’ (La huerta de la abuela), en honor a Celia, al pasado y al presente de esa emigración gallega universal.
Las ayudas a las que hace referencia Cristina son los apoyos al retorno emprendedor que cada año promueve el Gobierno gallego, a través de la Secretaría Xeral de Emigración. Un programa que busca facilitar la vuelta a casa de aquellos que un día tuvieron que partir, permitiéndoles atender los gastos que origina la puesta en marcha de un negocio.
Esta línea, que ha permitido poner en marcha ya más de 700 negocios en Galicia, ofrece apoyos de 6.000 euros, que pueden llegar hasta los 10.000 euros en caso de que la beneficiaria sea mujer y la empresa se ubique en un ayuntamiento del rural. De este modo, se facilita tanto el retorno del talento gallego como la recuperación del rural y el impulso económico y demográfico de la Comunidad.
Objetivos, todos ellos, incluidos en la Estrategia Galicia Retorna, un ambicioso documento que tiene en marcha la Xunta y que destina 50 millones directos y 400 millones transversales entre todos los departamentos de la administración autonómicoa de aquí a 2026, con la meta de facilitar la vuelta a casa de 30.000 gallegos en este período, el 60% de ellos, menores de 45 años.
Récord de retorno
Por ahora, Galicia parece ir por el buen camino. O eso dicen, al menos, las últimas cifras hechas públicas por el Instituto Nacional de Estadística hace apenas diez días: casi 8.000 personas volvieron a nuestra tierra a lo largo de 2022, marcando un nuevo récord para la Comunidad.
Este aumento en el número de retornados se acompaña de un significativo incremento en el total de personas que optaron por trasladarse a Galicia desde el extranjero en 2022. Una cifra que ascendió a 39.281 personas, lo que supone un aumento del 54% en relación al ejercicio anterior, cuando ya más 25.500 personas habían elegido Galicia como su nuevo hogar.
Para Antonio Rodríguez Miranda, secretario general de Emigración, estos datos no sólo reflejan “el éxito de los programas e iniciativas desarrolladas por el Gobierno Gallego, sino que también ponen de manifiesto el evidente atractivo de Galicia como un lugar ideal para vivir, trabajar y prosperar”.
Proyectos solidarios
Un atractivo que esconde varias caras y donde una de ellas casi siempre es solidaria. Lo sabe bien Cristina, que ha mudado aquella tienda de la infancia por otro pequeño inmueble en el mismo barrio del Pombal, a escasos metros, más asequible y solidario, desde donde impulsa distintas iniciativas.
Alguna de ellas con la ONG Apotheca, con quien tiene en marcha una iniciativa para la venta de jabones artesanos elaborados por víctimas de violencia machista.
Pero no este no es el único proyecto solidario de ‘A tenda da avoa’, un lugar donde el ‘Café pendiente’ -aquella idea surgida con la crisis en la que uno podía dejar un café pagado en los locales para que lo disfrutase más tarde alguien que no podía pagarlo-, ha derivado la ‘Compra pendiente’.
“Siempre tenemos fuera una cestita en la que la gente deja productos que otros se pueden llevar, y también un bote para contribuir. Hacemos cestitas de verduras de lo que tenemos en la tienda”, detalla brevemente, como sin querer darle importancia a lo más importante.
Una cesta que alterna con una ‘Biblioteca popular’, también puesta en marcha en torno a la pequeña tienda. Un lugar donde la gente deja y coge libros, para que las páginas no cesen, para que la historia continúe.
La de Cristina empezó en Suiza, continúo en Buenos Aires, a donde hubo de partir en 2008, y en donde, como buena quinta provincia gallega, conoció a su pareja, Adrián, con quien se casó antes de retornar a Galicia, a Santa Comba, a Santiago. A esa tierra que une esta y mil historias de emigración y de morriña. Miles de relatos de gallegos que van y vienen, y que al final, cuando unen los puntos hacia atrás, comprueben que la imagen proyectada es siempre una: Galicia.