Turismo

El gastroviaje de Diego Guerrero

Para el cocinero de Dstage visitar a sus amigos gallegos, entre ellos, Javier Olleros, se ha convertido en una tradición

diego guerrero
diego guerreroD GuerreroLa Razón

El Náutico de San Vicente, en El Grove, (Pontevedra) es el escenario en el que se encuentra el protagonista de este gastroviaje, junto al también cocinero Javier Olleros, al frente de El Culler de Pau. Es una tierra a la que Diego Guerrero intenta viajar cada año, porque visitar a sus amigos gallegos le da la vida y se ha convertido en una tradición. Es tierra en la que es fácil, dice, «ser un disfrutón». Y Diego lo es. Le apasionan los carneiros y las zamburiñas, dos tesoros del mar que sólo come allí, aunque no deja de lado una de mejillones ni de sardinas. Incluso, aprovecha para visitar Finca de los Cuervos, propiedad de Santi Pemán, primer productor en nuestro país especializado en microcultivos. Porque, no prescinde de sus delicadas materias primas, como el guisante verde y el garbanzo, tanto en Dstage como en Dspeak. La escapada más reciente a Galicia la realizó en junio con un motivo muy especial: asistir al festival PortAmérica, organizado en Caldas de Reis, uno de los rincones más bellos. Una cita que va más allá de ser gastronómica, con Pepe Solla como cabeza ideóloga, y musical: «Para mí, es un lugar de encuentro. Un paraje idílico que une música y gastronomía, las dos disciplinas que más me pueden gustar y se dan la mano en un ambiente muy distendido y relajado». Lo es, porque el contacto, tanto con los artistas como con los chefs, es cercano y la interacción es tan fuerte, que se forma una especie de comunidad preciosa.

Máxima libertad

Cuando viaja por España, prefiere coger carretera y manta en furgoneta. Le entusiasma, por eso de moverse con la máxima libertad. Sin horarios ni aglomeraciones, fundamental para realizar el alto en el camino donde le viene en gana. En concreto, en el trayecto del País Vasco a Galicia su prioridad es acudir a las casas de sus colegas de oficio, lo mismo que cuando tomó rumbo hacia el Mediterráneo: «En aquella ocasión desde Jávea subimos hasta el Ampurdán. Me gusta reservar en esos restaurantes de amigos, que durante el año no tengo tiempo de ir». Compaginar sus aficiones y descansar es el quid de la cuestión. Sí, comer, salir, estar con los suyos, hacer surf, en La Lanzada o en Foxos , correr, leer, tocar la guitarra…. En definitiva, disfrutar del tiempo.

Al preguntarle cómo desconecta tras meses ante conceptos tan rompedores como Dstage y Dspeak asegura que es un interrogante que le lleva a una reflexión. Nos lo explica. Hace unas semanas, viajó a San Francisco para ofrecer cuatro cenas en el prestigioso club Ritual Experience y aprovechó unas horas libres para pasear por Bolinas «beach». Llegó a la conclusión de que, cuando pretendemos evadirnos del mundo, lo que hacemos es conectar con aquello a lo que durante tiempo no hemos dedicado tiempo: «Es una rallada mental, pero creo que cuando te vas de vacaciones es cuando más conectas contigo mismo. Tienes tiempo para pensar, te acercas a la naturaleza, al mar, a la gastronomía... Estás desconectado el resto del año enajenado currando y gestionando problemas», insiste. Fue una experiencia bonita, porque pudo mostrar la filosofía de trabajo del dos estrellas Michelin, pero sólo pudo conocer un par de restaurantes: Rich Table y Saison, de Richard Lee, además de algunas «farms», de cultivo y ganado. Tampoco llegó a ir a Napa, pero sí se trajo en la maleta la cultura de los vinos naturales y biodinámicos que allí se respira.

La receta para pasar el mejor verano

Dos ingredientes los elimina de su día a día: el reloj y el móvil. Aunque, cierto es, no lo consigue siempre, pero se esfuerza. Al hacer la maleta no se olvida del traje de baño, varias camisetas, vaqueros, chanclas y alguna sudadera con capucha. Y, como lector que es, alguno de los libros que tiene abiertos. Entre ellos, una biografía de Jimi Hendrix, «De qué hablo cuando hablo de correr», de Haruki Murakami, y «Las odas elementales», de Pablo Neruda. Vuelve igual de llena, porque con la experiencia le vale. Es poco materialista.