Mayores

Carmen Sevilla, la soledad de las estrellas en las residencias

Igual que otras tantas personas, viven en centros para mayores y son pacientes de riesgo frente a la pandemia covid-19, que ataca principalmente a los ancianos.

La actriz Carmen Sevilla, durante el funeral de Augusto Algueró
La actriz Carmen Sevilla, durante el funeral de Augusto AlgueróGTRES

Los cuatro son famosos, vivieron grandes momentos de gloria, pero a día de hoy, en plena pandemia del coronavirus, ven pasar el tiempo en centros de salud para mayores y dependientes. De ellos, tres padecen alzhéimer, y la enfermedad del olvido les impide conocer el alcance de esta crisis viral que afecta a todo el planeta. Son Carmen Sevilla, Isabel Pisano y Octavio Aceves. El cuarto es Jaime Ostos, que se encuentra en la Residencia NISA de Aravaca recuperándose de una infección originada por una bacteria. Si no surgen complicaciones, en dos o tres semanas será dado de alta.

También en Aravaca, en ORPEA, un prestigioso centro que cuenta con uno de los mejores departamentos de España dedicado al tratamiento del alzhéimer y otras enfermedades neurológicas. Allí se encuentra Carmen Sevilla, la «novia» más querida, como lo fue de nuestro país en su etapa más gloriosa, que habla poco y sonríe mucho, y pasa la mayor parte del día sentada en un sillón, mirando por el ventanal de su suite el paisaje, yendo a terapia o realizando una tabla de ejercicios suave. Su mejor amigo, una especie de ángel de la guarda, Moncho Ferrer, no puede realizar ahora la visita de los viernes a la artista, pero le tienen al tanto de su estado de salud. El hijo de Carmen, Augusto, me manda un corto mensaje, pero muy significativo: «Mi madre está muy bien». Moncho profundiza en el tema y ratifica las palabras de su íntimo amigo: «Carmen está como siempre, ni mejor ni peor, estable, en su habitación, muy bien cuidada y mimada. Es increíble, pero no ha empeorado en los últimos tiempos... En octubre cumplirá noventa años y ojalá que esta pandemia acabe, se regularicen las visitas y podamos dedicarle un bonito homenaje. Físicamente, si la ves, te causa impresión. Tiene una piel estupenda, es una mujer muy guapa, con pelo abundante, arreglada a diario, las manos cuidadas... Cuando iba a verla me daba besos en la mano. No me la soltaba. Y cuando le canto alguna canción le gusta. En su habitación tiene un equipo de música y le ponen las canciones que entonaba durante su carrera artística. Y sonríe como si se acordara de ellas…». Desde que fue ingresada hace años, tan solo han podido verla su hijo, sus nietos y Ferrer. Augusto tomó la decisión de que nadie más la visitara, porque quería que la recordaran como en sus mejores tiempos.

Octavio Aceves, alzhéimer avanzado

Ana María es hermana de otra de las internas de la residencia en la que vive la actriz y nos asegura que «Augusto es admirable por el comportamiento que tiene con su madre, el cariño que le demuestra cuando viene a la residencia. Ya quisieran otros muchos internos que sus hijos fueran como él, porque algunos ni se molestan en ver a sus padres. Es muy duro». En este sentido, insiste Moncho que «la actitud de Augusto con Carmen es de “chapeau”, de un cariño y una sensibilidad absolutos, es un gran hijo».

La residencia que acoge a Octavio Aceves es mucho más pequeña y se encuentra fuera de Madrid, en Almonacid de Zorita (Guadalajara). Al vidente que no supo augurar su futuro tan triste le quiere todo el mundo. Según me cuenta Macarena, la que fuera su secretaria, y quien más se ha preocupado para que no le falte de nada, desvela que «el alzhéimer de Octavio ha avanzado mucho, se olvida de la gente y de las cosas, habla lo justo, así de dura es la enfermedad. Pero creo que a mí me sigue reconociendo porque estoy muy pendiente de él. Ni está ni estará solo, porque mi familia y yo nunca le dejaremos de lado... Allí está muy cuidado por los trabajadores y es popular entre todo el mundo».

Por su parte, Jaime Ostos se muestra muy optimista en lo que se refiere a su recuperación. Su esposa, María de los Ángeles Grajal, neumóloga de profesión, quien me dice que «mi marido tuvo que ser cambiado desde la Clínica de La Zarzuela a la residencia NISA, porque en la primera había demasiados enfermos de coronavirus y era conveniente sacarle de allí. Ya sabes que le ingresamos por una infección originada por una bacteria y le están administrando todo por vía intravenosa, por eso no le han dado el alta. Espero que en un par de semanas pueda regresar a casa. Jaime está animado y con muchas ganas de recuperarse del todo».

Muy cerca de ese centro, entre Pozuelo y Majadahonda, en una residencia concertada con la Comunidad de Madrid, se encuentra la escritora y periodista Isabel Pisano. Cuando le declararon de oficio incapacitada por padecer un principio de alzhéimer, el organismo que se ha hecho cargo de su tutela es el AMTA, que pertenece a esta comunidad. En la actualidad, Isabel, según su gran amiga, la actriz Henar Frías, «se encuentra bien, no tiene ni un catarro, gracias a Dios, sin síntomas de coronavirus, al igual que el resto de residentes, y su estado de salud, dentro de lo que supone su enfermedad, es bueno. No se acuerda de los nombres, pero conoce a los que la visitan, hay días que muestra más lucidez, aunque en otros, su estado es más introspectivo. El 27 de marzo se cumplió un año de su ingreso. Está contenta, participa en las actividades, va al gimnasio, a talleres de baile y costura, está muy integrada. Tiene amigas de un nivel cultural parecido al suyo, como son otra periodista y una escritora. Y es el AMTA el que decide quién puede o no visitarla...». El AMTA es la Agencia Madrileña para la Tutela de Adultos, y, en estos momentos, gestiona todos los bienes de Pisano.

Sus ángeles de la guarda

Todos los protagonistas de este reportaje cuentan con sus particulares ángeles de la guarda; en el caso de Carmen Sevilla, ya lo dijimos, su hijo Augusto y su amigo Moncho. Para Octavio Aceves, lo son Macarena, su madre y su pareja. En el caso de Ostos, su esposa María de los Ángeles y su hijo Jacobo, y en el de Pisano, Henar y los otros tres amigos autorizados para que que la visiten con una cierta asiduidad. Todos ellos se vuelcan en los enfermos con el cariño y la atención que se merecen. Sin embargo, estos días sienten la impotencia de no poder acercarse a estar junto a ellos por el estado de alarma decretado ante la pandemia del coronavirus que les obliga a no visitarlos. Aunque en la mayoría de los casos son enfermos que ya no reconocen a sus visitas, agradecen un pequeño gesto de amor y les ayuda a afrontar un día a día lleno de lagunas. Son enfermos de riesgo por su edad y por sus dolencias, pero ellos viven ajenos a este presente incierto.