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Alberto de Bélgica recibe a su hija ilegítima, Delphine
Lo ha hecho en palacio junto a la reina Paola. El rey Felipe, hermano de la princesa, ya posó con ella hace unos días
Mientras se pide a los belgas que limiten al máximo sus contactos personales debido al incremento de los contagios de coronavirus, se ha producido uno de los reencuentros familiares más sorprendentes de los últimos años. Este pasado domingo, Alberto II, rey emérito de los belgas, y su mujer, la reina Paola, recibieron en el castillo de Belvédère a la princesa Delphine, recientemente reconocida como hija del monarca en una sentencia judicial.
El tono del comunicado, acompañado por una fotografía, no puede resultar más beatífico. «Este domingo 25 de octubre se abrió un nuevo capítulo, lleno de emoción, apaciguamiento, comprensión y, también, esperanza. Nuestro encuentro tuvo lugar en el castillo de Belvédère, un encuentro en el que cada uno de nosotros pudo expresar, con calma y con empatía, nuestros sentimientos y nuestras vivencias. Después de la confusión, el dolor y el sufrimiento, llega el momento del perdón, la curación y la reconciliación. Es el camino, paciente y en ocasiones difícil, que hemos decidido emprender juntos decididamente», reza el texto que supone un antes y un después en las relaciones entre el anciano monarca y su hija extraconyugal.
El 9 de octubre, Delphine ya tuvo la oportunidad de conocer a su medio hermano, el actual monarca Felipe de los belgas. Después de que la imagen del encuentro fuera difundida por los interesados, todo indicaba que la cita del pasado domingo era el episodio más lógico dentro de la trama del deshielo familiar. Llegar hasta aquí no ha sido fácil para Delphine, ya que este encuentro con su padre biológico –ahora también legal– se produce tras 7 años de ardua batalla en los tribunales del país. Las relaciones entre Alberto II y Delphine no siempre fueron tensas sino todo lo contrario. Antes de conocer la verdad sobre su filiación, la princesa consideraba al rey Alberto II como un amigo más de la familia a la que la pequeña Delphine llamaba «papillon» (mariposa en francés) de manera cariñosa, según ella misma ha revelado.
Mientras tanto, el marido de su madre, Jacques Boël, le dio los apellidos y, al menos en apariencia, la trató como una hija. El matrimonio, actualmente divorciado, se codeaba con la alta sociedad belga. Jacques Boël es una de las grandes fortunas del país y la madre de Delphine, Sybille de Selys Longchamps, pertenece a la aristocracia y cuenta con el título de baronesa. La presencia de un miembro de la familia real entre el círculo de amigos de sus progenitores no extrañaba a Delphine. Precisamente por sus orígenes entre la flor y nata de la sociedad belga, esta escultora de 52 años siempre ha negado perseguir dinero o posición social.
El idilio adúltero entre Alberto II y la baronesa se prolongó durante dos décadas y no salió a la luz pública hasta 1999, a través de una biografía no autorizada sobre Paola. En su discurso de Navidad de ese año, Alberto II reconoció que su matrimonio había pasado momentos difíciles. Unas palabras que fueron interpretadas como un reconocimiento al romance con la madre de Delphine, aunque no a su paternidad.
Alberto II acabó reconociendo su vínculo con Delphine cuando la Justicia belga le obligó a hacerse un test de paternidad, bajo pena de multa diaria por valor de 5.000 euros por cada día de retraso. Tras conocerse el resultado, él mismo comunicó los hechos con unas palabras teñidas de frialdad e incluso cierto rencor. Parece que algo ha cambiado en el corazón de Alberto II. Quizá sean los momentos que atraviesa la humanidad con una pandemia que asola el planeta o los recuerdos de la cálida relación durante la niñez de Delphine. Lo cierto es que la nueva princesa ha conseguido lo que tanto anhelaba.
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