Crónica

Pedro y Mohamed VI coinciden: esto nos pasa por ser demasiado buenos

Mohamed VI, en una imagen de archivo/Efe
Mohamed VI, en una imagen de archivo/Efelarazon

No pasa nada. Marruecos abre las puertas para que todos los migrantes que quieran invadir España lo hagan con toda libertad y por un instante Pedro se pone el uniforme de socorrista de la UME (no iba a aparecer con casco y puro a lo Patton) y habla en la pista central del circo de firmeza ante cualquier circunstancia. Él y Grande-Marlaska se bajan al moro para contemplar con sus propios ojos lo bien que la Guardia Civil y los militares atienden a los marroquíes que llegan a las playas o saltan las vallas, no sea que encima Amnistía Internacional, Yolanda Díaz, Irene Montero e Ione Belarra, en santa comunión con Alberto Garzón y Gabriel Rufián, los miren con odio por ser malos anfitriones y no enviar más socorristas. Antes, la inefable ministra de Asuntos Exteriores, González Laya, ya había pronosticado con enorme sagacidad política y conocimiento de las relaciones hispano-marroquíes, que la asistencia médica prestada en Logroño al líder del Frente Polisario «no iba a perturbar para nada las buenas relaciones con el país vecino y amigo». Ni la bruja Avería en la Bola de Cristal. Pero, ya digo, Pedro quiso ser por una tarde el «El sargento de hierro» y la cosa quedó más o menos en «Los vigilantes de la playa», con la esperanza puesta en que al rey alauita no se le ocurra regalar lanchas motoras a los sufridos que esperan en su frontera. Si tuvieran que dar más explicaciones, Pedro y Mohamed VI coincidirían en lo sustancial: esto nos pasa por ser demasiado buenos. Pedro diría que sólo están tratando de socorrer en un hospital español a un hombre gravemente enfermo al que previamente habían cacheado sin encontrarle encima un misil tierra-aire ni tan siquiera un mortero. Mohamed VI, padre los creyentes, líder espiritual de su pueblo, podría explicar que, en realidad, sólo desea aliviar en lo posible la miseria de los más pobres, como exige el Corán, o sea, que si sus guardias abren las puertas de la frontera es para que los necesitados lleguen a su añorado paraíso europeo, que no es como el de Alá, claro, pues bien es verdad que aquí no les esperan mil vírgenes y ríos de leche y miel, pero todo se andará. No pasa nada.