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Carmen Lomana: La urgencia
Cuando a veces nos preguntan, ¿qué te hace feliz?, cuesta responder rápidamente y siempre mis respuestas van ligadas a lo más simple a lo más sencillo, nunca a grandes regalos u objetos que podemos comprar
Cuando a veces nos preguntan, ¿qué te hace feliz?, cuesta responder rápidamente y siempre mis respuestas van ligadas a lo más simple a lo más sencillo, nunca a grandes regalos u objetos que podemos comprar.
Cuando a veces nos preguntan, ¿qué te hace feliz?, cuesta responder rápidamente y siempre mis respuestas van ligadas a lo más simple a lo más sencillo, nunca a grandes regalos u objetos que podemos comprar. Me hace muy feliz oír cantar a un niño, ver su alegría. Me ha sucedido hoy con una sobrina-nieta, Carla, que solo balbucea algunas palabras fáciles y sin embargo estaba cantando acompañándose con sus manitas en una repisa llena de botes en un lenguaje ininteligible que solo ella sabrá lo que significa. ¿Hay algo más maravilloso que sentir la felicidad de un niño? ¿Escuchar su risa?. También me produce felicidad la fusión con la naturaleza, estar en un bosque sintiendo su aroma y su frescor, lo que se suele llamar un baño de bosque para olvidarnos del estrés. No hace falta el ejercicio, simplemente caminar despacio observando, aspirando el aroma y de vez en cuando abrazar o tocar la corteza de un árbol, percibiendo su tacto. Si cerramos los ojos escucharemos todos los sonidos del bosque, al sonido de los pájaros, el murmullo de las hojas bajo nuestras pisadas. Después de una tarde o mañana percibiendo esta maravilla os sentiréis libres y felices. Os aconsejo la gratitud a la naturaleza y dejar un regalo para ella. Recoger piñas o algún objeto natural que os haya llamado la atención y con ellos hacer un pequeño altar de ofrendas. Esta experiencia podéis tenerla en cualquier zona verde o parque cerca de vuestra casa. Las plantas liberan componentes volátiles muy beneficiosos para nuestra salud física y mental. Vivimos tiempos frenéticos, con tanta información e impulsos que me cuesta desconectar. Antes de existir internet podía pasarme una tarde entera leyendo delante de una taza de café sin hacer nada más, en una completa abstracción. En este momento es imposible, me considero bastante adicta a consultar palabras que se me van ocurriendo mientras leo, algunas secuencias de una novela, por ejemplo de Bernard Henry Lévy que estoy retomando después de muchos años. Fue su primer libro importante y recuerdo el momento que me fascine con él para siempre. Puedo dejar de leer para buscar en Google tal o cual expresión en francés o en inglés que había olvidado. Una irrefrenable necesidad de no perderme nada. Veo una película en casa y a la vez echo un ojeada al WhatsApp cotilleando que mi mejor amiga se ha ido de «parranda» sin avisar o que otro grupo se va invitado a un viaje al que a mí no me han convidado y me siento frustrada... ¿Por qué? ¿Habré hecho algo? Si entro en Twitter seguro que me enzarzo en alguna discusión política... y así van pasando los días. Este caos que a muchas personas genera insatisfacción, es la dificultad casi imposible de elegir entre tantas opciones apetecibles y tanta información. De noticia en noticia leo que Isabel Allende se casa, se lo ha pedido a su novio porque el amor a los 76 es como a los 18 pero con más urgencia. Me cuesta entenderlo. Quizás porque mi sentido estético es uno de mis talones de Aquiles, yo no puedo estar con un hombre que no tenga un cuerpo y un físico joven o que al menos lo parezca. Por eso cuando he visto a su novio he pensado: verdaderamente hay personas muy inteligentes pero que no saben vivir solas. Respeto mucho su amor y su entusiasmo, pero con un hombre así podría ser muy amiga pero nunca su amante. Es difícil cuando has tomado las riendas de tu vida compartir espacio y casa. Mucho mejor compartir únicamente sólo viajes y fines de semana. Las personas tenemos la tendencia a expandirnos y empezar a ocupar terrenos del otro. Eso cuando estas loca de amor y eres muy joven te parece «guay», a estas alturas de mi vida me parece un latazo. La vida nos sorprende enviándonos regalos y quizá algún día escriba en una de mis crónica que he decidido volver a casarme: pueden pensar que me he vuelto loca de remate o que esa locura es de amor. De momento me bajo al sur porque necesito tumbarme al sol como un lagarto y dejar esta piel tan blanca y aburrida aparcada en algún lugar del invierno.
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