Lifestyle
Carmen Lomana: No puedo con el “photocall”
Algo me está pasando, ya que me invade una espantosa desgana para ir a las fiestas con Photocall que organizan revistas con marcas o marcas con revistas de apoyo.
Algo me está pasando, ya que me invade una espantosa desgana para ir a las fiestas con Photocall que organizan revistas con marcas o marcas con revistas de apoyo. Quizá mi afición fiestera se ha vuelto mucho más selectiva. Para que una sea capaz de movilizarme, cuando llego a mi casa después de un día de trabajo, tiene que ser muy interesante. No se imaginan el rollo que es empezar a maquillarse (menos mal que yo soy mi propia maquilladora), buscar un vestido entre mi armario «sin fondo» y, lo peor de todo, llevar tacones a veces insoportables. Cuando ya estás divina, entras en tu habitación para elegir complementos y al ver la cama piensas: ¡si esto es lo que yo quiero! Pero poniendo tu mejor cara enfilas el camino hacia la fiestuqui. Nada más llegar, sin saludarte apenas, ya te llevan a un photocall lleno de marcas a las que «por la cara» les estás haciendo publicidad, cuando es otra a la que pagan caché por ser imagen o madrina. De repente, te ves plantada metiendo tripa ante un montón de fotografos y procurando que no te saquen patizamba o algo por el estilo, así que hay que intentar moverse poco. A veces salgo con cara de cabreada, no lo puedo evitar. Para qué les cuento la invasión de instagramer-blogueras de última generación sin parar de poner morritos y caritas con su móvil. A continuación toca reporteros de televisión que te preguntan justo lo que menos te apetece contestar, pero como yo soy muy simpática (cuando quiero) y ellos están trabajando, empiezo a largar diciendo lo que pienso sin filtro, la mayoría de las veces no es muy políticamente correcto y ya estoy metida en un lío. Después de un buen rato bastante cansada con este periplo me introduzco en la fiesta, lo que es más divertido porque te encuentras con amigos. Pero hay un problema: ya no me gusta que me besen, dos besos por doscientos invitados hagan cuenta, la mayoría con barba que pincha y eso suponiendo que no tengan gripe. Al final terminas hecha una pena sin maquillaje y agotada. Si hay entrega de premios y cada galardonado echa su discurso, te dan las once de la noche sin probar un canapé. Yo por si acaso siempre voy merendada. Me entienden, ¿verdad? Pues eso. He decidido que solo me gusta ir a fiestas privadas, o a las «clandestinas» que son maravillosas con gente más «cool» e interesante como la que organizó «Elle» para Jean Paul Gautier en un palacio misterioso del Madrid de los Austrias, con un buffet maravilloso y un espectáculo de cabaret traído de París elegantísimo y divertido. Por algo así merece la pena moverse. También por ir al teatro, mi sesión de ópera mensual, almuerzos y meriendas en casa de amigas o una cena informal en las que sabes que tendrás risas aseguradas y una buena charla. Madrid no duerme: es una ciudad bulliciosa y llena de eventos que estimulan ayudando a vivir actualizándote culturalmente y con exposiciones buenísimas en nuestros museos, también con festivales de fotografía como el que se inauguró ayer, Photo Fest, en el espacio Harley Ventas, con un fantástico cartel de artistas: Manuel Outumuro, Eugenio Recuenco, Charlotte Rutherford y Carter Smith, entre otros, que asistirán al certamen e impartirán talleres y charlas donde mostrarán sus imágenes más impactantes. Esta tarde iré al teatro Infanta Isabel a ver a mi querida Carmen Maura que según me han comentado esta increíble en «la golondrina» y lloraré... Casi nunca lloro por lo evidente y sí por la belleza de la música o por un momento sublime como me ocurre cuando en Málaga el Jueves Santo sacan de su Iglesia a mi Virgen de Zamarrilla con el pañuelo y el Rosario que le regalé en su mano. Y, siempre, por el sufrimiento de un niño. No puedo soportarlo ni imaginarlo. Feliz fin de semana a todos, que ya sueño con las vacaciones cercanas. Y esta tarde me pintaré morritos rojos porque estoy muy guerrera.
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