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El duque ecologista enseña su palacio verde
Hace solo unos días se abrió al público el Palacio de Liria. El duque de Alba observaba tras los visillos de su despacho a los visitantes. Carlos Fitz-James Stuart no solo emprende una aventura cultural, también empresarial: sus fincas se reciclan para cumplir con los nuevos reglamentos ecologistas. El abogado de la casa asegura que el patrimonio está a buen recaudo y que no se venderá ninguna otra pieza
Probablemente el duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart, sea el hombre que más metros cuadrados posea en España invertidos en energías renovables, eólica y termosolar. En sus fincas de Córdoba y Ávila se está llevando a cabo un proceso de generación de energía limpia que le convierte en el duque más ecologista de la historia de la Casa, acorde con los tiempos que corren de profundas discusiones sobre el futuro del Planeta. De él se conoce su pasión por la cultura pero pocos saben que es un duque concienzudamente «verde». También se cuida el medio ambiente en sus palacios. Por ejemplo, en el año y medio que han tardado en poner a punto la apertura al público de Liria, se ha cambiado la iluminación. Ahora son bombillas led las que dan luz a los Tiziano, Goya, Ingres y Zuloaga que decoran las estancias. Si contamos solo la parte visitable, comprende 14 salones, pero el palacio ocupa una superficie por planta de 3.500 metros cuadrados, lo que supone cientos de bombillas. No ha sido la única medida adoptada en ese sentido. El reciclaje es ya moneda común en la mansión palaciega.
Volvimos a Liria el primer día que se abría al público en un horario completo. Hasta ahora, el monumento de la calle Princesa de Madrid, donde vive el duque Carlos con su hijo, Carlos y su hermano, Fernando, siempre estuvo abierto a un tipo de visitas más restringidas lo que hacía que las listas de espera fueran a tres años vista. Con el nuevo régimen abierto, tienen agotadas las entradas para lo que resta de septiembre. Lo primero que hizo el duque en ese día «D» fue reunir a sus empleados para darles las gracias y observar a través de los visillos de su despacho, que da a la zona de acceso de visitantes, a esos primeros grupos que entraban a conocer su casa. Diríase que era una estampa decimonónica adaptada al siglo XXI.
Carlos Fitz-James Stuart es el encargado de preservar el legado de la Casa Ducal y tiene un mantra que repite: divulgar y compartir el tremendo patrimonio artístico que posee bajo el manto protector de la fundación Casa de Alba. En ella se encuentra el grueso del patrimonio artístico y para mantenerlo cuenta con una serie de bienes más «mundanos» como plazas de garaje, locales o pisos. Mientras la fundación estuvo presidida por la Duquesa Cayetana, eran patronos todos sus hijos, al morir ésta y recoger el testigo el primogénito, el patronato ha sido aligerado. Ahora la preside el duque de Alba y cuatro patronos: sus dos hijos, Carlos, duque de Huéscar y Fernando, Conde de Osorno, su hermano, Alfonso, duque de Híjar y el académico del Arco, y como secretario ejerce el abogado de la Casa, Emilio Ramírez. Que es precisamente quien nos da las claves de esta nueva etapa. «En estos cinco años el duque ha despertado un enorme legado y decide abrir sus palacios, Dueñas, Monterrey y Liria, con el deseo de que se difunda su importancia cultural, más que como fuente de ingresos, ello implica una enorme generosidad porque no deja de ser su vivienda y tener grupos de visitas desde las diez de la mañana hasta las siete trastoca la rutina familiar. Esos salones, que ahora se visitan, son parte de su casa y son zonas vividas, el comedor se utiliza y en las distintas salas se recibía gente, pero el duque no concibe una Casa de Alba con seis siglos de historia, opaca». Con esta iniciativa se han creado 15 puestos de trabajo directos y 35 indirectos, que se suman a los 50 trabajadores que ya tiene la Fundación.
El abogado de la Casa nos asegura que no se venderá ninguna nueva pieza. La última transacción se realizó en 2016. «La Virgen de la Granada de Fra Angelico», que ahora se expone en el Museo del Prado. «Gracias a que esto no es un museo, en Alba no hay burocracia, nos hace ser ágiles y prácticos. A día de hoy la cabeza es el duque, que es un motor imparable y rápido. Desde el primer minuto ha dicho que no quiere que le mientan o se le disfracen las cosas, exige la realidad tal cual es y él es el que toma las decisiones». Quizá es un futuro se abran más salas, pero solo lo expuesto requiere más de 65 minutos, que es lo que calculan que dura la visita. Oculta queda la sala de grabados, con sus Durero y Rembrant y el kimono de seda que le regalaron a Cayetana, donde el duque mantiene reuniones de trabajo, la capilla con su cúpula lucernario, vicaria, casullas en vitrinas y regalos de los Papas o la excelsa sala de música.
El duque Carlos es un hombre reservado, poco interesado en dar detalles de su vida personal, se resiste, pero hace muy amenas las reuniones porque tiene un gran sentido del humor. Participa en el patronato del Museo del Prado y preside la fundación Paideia, cuyo presidente de honor es el rey Felipe VI. Paideia es propietaria del colegio Nuestra Señora de los Rosales, donde tanto el rey Felipe como el duque Carlos, estudiaron y también sus respectivos hijos. Tanto Fernando, el pequeño, como Carlos, duque de Huéscar, el primogénito, están sobradamente preparados y son conscientes de que algún día ellos serán los encargados de colocar a la Casa en el siglo XXII.
De Velázquez al testamento de Colón
Que el Palacio de Liria aloja piezas de primer orden artístico no es ninguna novedad. Sin embargo, a partir de ahora será más sencillo poder acceder a ellos mediante las visitas en Madrid. El duque de Alba ha hecho posible, pues, que se puedan ver desde obras de Fra Angelico hasta Marc Chagall, pasando por bellos retratos de Tiziano, Tintoretto, Rubens, Guido Reni y Ribera, cabezas de cartel de una larga lista en la que destaca Velázquez, con un precioso retrato d ela infanta Margarita niña. No son solo obra de pintores los tesoros que alberga la mansión, sino que hay sitio para piezas únicas de orfebrería, escultura, dibujos y documentos de primer orden como el último testamento de Fernando el Católico o las capitulaciones matrimoniales de Juana la Loca.
Un puente de intercambio cultural
Emilio Ramírez es el abogado del duque de Alba y secretario de la Fundación, pero fue contratado por la duquesa Cayetana hace más de diez años y por primera vez habla para LA RAZÓN y nos da algunas claves de esta nueva etapa en la casa nobiliaria más importante que queda en pie en España. En ese empeño por extender la cultura que atesora Alba, Carlos, se ha propuesto seguir abriendo nuevas vías. Si su antepasado el Gran Duque batalló para que Carlos I tuviera trono, ahora Carlos Fitz-James Stuart, quiere extender su patrimonio más allá de sus muros palaciegos, llegando a acuerdos con instituciones para que podamos disfrutar en España, por ejemplo, de la colección Smithsonian. El duque quiere ser un puente de intercambio cultural. Solo lleva cinco años y le ha dado un giro de 180 grados a su casa.
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