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El hombre que pide un título para Rafa Nadal
Javier Jiménez-Ontiveros de Torróntegui asegura que el tenista representa el esfuerzo, la humildad y "los valores que se han perdido"
Javier Jiménez-Ontiveros de Torróntegui asegura que el tenista representa el esfuerzo, la humildad y "los valores que se han perdido".
En noviembre del año pasado, Rafael Nadal anunció que se retiraba del Masters Final de Londres por una lesión en el tobillo que se sumaba al problema abdominal que le obligó a darse de baja en París-Bercy. El dolor es parte de su trabajo, de su día a día, y conocer los límites de su cuerpo, también. Javier Jiménez-Ontiveros de Torróntegui comprende bien lo que eso significa. De pequeño tuvo polio, aunque recibió un tratamiento que le permitió volver a andar. Años después sufrió un accidente que lo dejó de nuevo inmóvil y, recientemente, sufrió una rotura de rodilla. Porque respeta el espíritu de superación de Nadal y todo lo que el tenista representa para España, pide desde hace años que se le otorgue un título nobiliario.
–Felipe VI no ha otorgado ninguno hasta ahora, aunque en otras Casas Reales sí es una tradición.
–En todas las monarquías se conceden títulos nobiliarios, menos en Noruega. La casa de Trastámara, cuya representante fue Isabel I, la Reina Católica, también los había concedido antes de que España estuviera unida. Lo mismo que la casa de Austria, que dio un montón. Don Juan Carlos también lo hizo. Luego está el toisón de oro que, que yo sepa, lo tienen la reina Margarita II de Dinamarca, Isabel II de Inglaterra y Javier Solana Madariaga, que fue presidente de la OTAN. Yo creo que en España te tienes que morir para que reconozcan tus valores.
–¿Por qué lo dice? ¿Me pone algún ejemplo?
–Pues a Montserrat Caballé no se le otorgó ninguno. A Plácido Domingo, que vive, tampoco. Me gustaría que se le concediera un título a Rafa Nadal. De hecho, yo escribí una carta en LA RAZÓN y recuerdo que mi querido amigo Alfonso Ussía se apuntó al carro.
–¿Por qué a Nadal?
–Porque ha paseado el nombre de España por todo el mundo y porque creo que a la gente joven hay que educarla en el esfuerzo, en la renuncia y en los valores que se han perdido. Además, Rafa paga sus impuestos en España, como no hacen otros tenistas, y ahora que se casa creo que sería una magnífica ocasión para que, de una vez, el Rey le conceda el título nobiliario. Claro, yo no soy quién para dar órdenes al Rey, pero no pido nada para mí. Y, luego, decir que soy profundamente monárquico, como lo es mi familia. Todos los monumentos, las iglesias y el arte de nuestro país existen gracias a los Reyes y a la Iglesia. Pongo un ejemplo: cuando tenía 12 años vino la Reina Victoria Eugenia al bautizo de Felipe VI, y yo, que en aquel entonces andaba con unos aparatos en las piernas, me cogí un taxi sin decir nada a nadie y me fui a recibirla. Por supuesto, ni yo la vi a ella ni ella me vio a mí. Pero sí pude ver la profunda reverencia que le hizo a Don Juan reconociéndolo como Rey de España.
–¿Siente especial afición por Nadal o por el tenis?
–Muchísima. Soy un fan del tenis y, sobre todo, de él. Yo he tenido que superar muchas cosas en mi vida; a los 13 meses me dio la polio. Cuando tenía 12 años a mis padres les hablaron de un doctor en Japón y de otro en París y, claro, nos fuimos a París. Allí estuve dos años y mis padres tardaron 35 en pagar todo aquello. Gracias a eso ando como ando ahora. Yo he hecho muchos esfuerzos en mi vida. No soy un mártir, no le he sido, ni lo quiero ser. Pero he hecho muchos esfuerzos y por eso tengo esa empatía con Rafa, porque él ha tenido tropecientas lesiones y luchando, luchando, luchando, ha seguido jugando al tenis.
–¿Qué le parece su futura esposa?
–Estupenda. Y otra cosa: Rafa tiene una fundación y una academia de tenis en Manacor donde forma a chicos y chicas completamente gratis.
–¿Quiere decir que ha devuelto mucho a España?
–Por las inundaciones de Manacor donó un millón de euros. Dirás que con la cantidad de dinero que ha ganado en su vida es muy poco, pero a ver quién hace eso. Sobre todo, creo que otorgarle el título sería una forma magnífica de reconocer el esfuerzo y los valores que se han perdido. Él tiene los amigos de siempre, la novia de siempre. Tiene una casa impresionante... y nadie se la ha regalado. Y un barco... nadie se lo ha regalado tampoco. Nunca, ni cuando era pequeño, ha roto una raqueta ni protestado a un árbitro. Es humilde en la victoria y en la derrota. Siempre habla bien de sus oponentes. Cuando suena la marcha real se le saltan las lágrimas. Y, claro, a mí me gustaría que se le concediera el título antes de morirme.
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